Capítulo 10

1509 Words
Octavia —Es una pesadilla, despierta —siguió gritando Lucas, su llamado como un faro que me guiaba de vuelta a la cordura. Me esforcé por abrir los ojos, luchando contra las sombras que aún amenazaban con atraparme. —Lucas... —susurré, mi propia voz temblorosa, mientras sus brazos se convertían en mi refugio. Me aferré a él como si temiera que el sueño pudiera arrancarme de su abrazo en cualquier momento. —Estás a salvo, Octavia. Solo fue una pesadilla —susurró Lucas, sus manos acariciando mi espalda con una suavidad reconfortante. Cerré los ojos, permitiendo que sus palabras actuaran como un bálsamo en medio de la tormenta. Pasaron varios minutos, mi respiración agitada finalmente cedió ante el consuelo de su presencia. Mis dedos se aflojaron de la tensión que aún persistía en mi piel, y me permití sumergirme en la certeza de que estaba a salvo, lejos de las garras de aquella pesadilla cruel. —¿Estás bien? —preguntó Lucas, su preocupación palpable en cada palabra. —Fue tan real, Lucas. Como si estuviera perdiendo el control de verdad —confesé, recordando la sensación de los picos de los pájaros en mi piel, una percepción que aún perduraba. —Estamos aquí el uno para el otro, ¿sí? —me recordó con ternura, y asentí, agradecida por tenerlo a mi lado en esos momentos oscuros. —Lo sé, hermano. Gracias por estar aquí —respondí, mis palabras cargadas de gratitud. Nos quedamos allí, en silencio, permitiendo que la conexión entre nosotros disipara los vestigios del sueño tortuoso. Pasamos unas horas inmersos en la discusión sobre la próxima reunión. Hablamos de propuestas para intensificar la búsqueda de Orión, considerando la posibilidad de aumentar la patrulla en el límite con las Tierras Sagradas y reforzar la vigilancia en lugares estratégicos donde Samuel podría intentar atacar. A pesar de la aparente productividad de la conversación, mi mente seguía atrapada en la pesadilla, en la imagen surrealista de Orión en aquel lugar extraño. No podía apartar de mi cabeza la sensación de sus labios en los míos durante la pesadilla, el encuentro apasionado que parecía tan real. Sentía que debía abordar este asunto, discutirlo con Lucas, pero la reunión y la urgencia de la búsqueda eclipsaban momentáneamente mis pensamientos. Sabía que debíamos dirigirnos hacia ese lugar que había visitado en mis sueños y comenzar la búsqueda. Las brujas lo habían mencionado, y aunque nadie de la manada había estado allí, la conexión con Orión me impulsaba a tomar esa decisión. En algún momento, a pesar de la inquietud, logré conciliar el sueño nuevamente. La oscuridad de la pesadilla parecía disolverse, pero la sombra persistente de la preocupación por Orión continuaba acechando en los rincones de mi mente. Un golpe en la puerta me arrancó de mi sueño. La realidad, cruda y desafiante, se presentó de nuevo. —Luna, los hombres la esperan para la reunión de hoy —dijo Atma en un susurro. —Voy en camino. ¿Podrías llevarme un café a la sala de reuniones? —pregunté al levantarme y vestirme. —Claro, Luna, no hay problema. —Muchas gracias, Atma. Salí de la habitación, el cansancio pesaba en mis hombros tras la noche agotadora. Entre las patrullas y las pesadillas, el descanso se volvía escaso. El aroma del café recién hecho que Atma llevaría a la sala de reuniones se convirtió en una promesa de alivio, al menos temporal, para las tensiones que la jornada me deparaba. Las pesadillas habían comenzado la misma noche que Orión desapareció. Siempre el mismo escenario, en el límite entre territorios, siempre unos ojos rojos persiguiéndome. Un calor se extendió desde mi pecho al resto de mi cuerpo cuando toqué el colgante que me regaló la Diosa Luna. Lo creí perdido en el ritual de la bruja Madre, pero la bruja niña me lo devolvió la noche que fuimos con Sam en busca de respuestas sobre su embarazo. Desde que volví a tomarlo la noche de la cita con Orión, nunca me lo quité; su energía calmante actuaba como mi ancla personal. Darcy, usualmente tan activa en mi mente, permanecía notablemente callada, sumida en su propia desdicha por la pérdida de Orión y Ciro. Durante las noches, las lágrimas caían hasta quedarme dormida, pero durante el día, me transformaba en la líder que esta manada necesitaba. Entré en la sala de reuniones. Los hombres, reducidos tras descubrir traidores entre ellos, se levantaron en reverencia. Ya no me molestaba, aceptaba el gesto. —Buenos días, caballeros —dije llegando a mi asiento en la cabecera de la mesa. La luz tenue de la sala confería un ambiente serio y sombrío, contrastando con la expectativa palpable en el aire. —Siéntense, por favor. Unánimemente, se sentaron, el roce de las sillas contra el suelo resonó, y sus miradas se dirigieron hacia mí con expectación. Sentí la presión de la responsabilidad en cada paso que daba hacia mi asiento, como si el peso del liderazgo se intensificara con cada movimiento. —Hoy se suman nuevos miembros a la mesa. Lucas y yo hemos seleccionado personalmente a los integrantes. Lucas entró a la sala acompañado de las personas que serían ahora parte de nuestro "comité de guerra", como lo había nombrado Sam. Observé a Sam, Ivar y Oskar entre ellos. El murmullo de reconocimiento y la intriga flotaban en el aire mientras cada m*****o del comité tomaba asiento. —Todos se conocen, así que nos ahorraremos las presentaciones. Necesitamos saber novedades sobre el paradero de nuestro Alfa —mi voz resonó firme al mencionar el título de Orión. Una mezcla de ansiedad y determinación se reflejó en los rostros de los presentes. Los gestos tensos, las manos apretando ligeramente los brazos de las sillas, revelaban la urgencia que sentían. La mención de Orión evocó diversas emociones, desde la preocupación hasta la determinación de encontrarlo. —No hemos tenido noticias específicas de dónde podría estar Alfa Orión. Creemos que es crucial contactar a los demás Alfas del territorio; su ayuda podría ser la clave para encontrarlo —explicó uno de los hombres con experiencia en la mesa. Asentí con seriedad, mi mirada recorriendo los rostros preocupados que se encontraban ante mí. La sala resonaba con la seriedad del momento, y la importancia de la misión se reflejaba en cada mirada y cada palabra pronunciada en ese espacio tenso y cargado de incertidumbre. Cada vez que se nombraba a Orión, mis pensamientos se sumían en la sensación de su cuerpo contra el mío. La realidad de su presencia en la pesadilla me inundó, recordando cuando nuestros labios se encontraron en un beso apasionado, sintiendo la conexión profunda entre nosotros. La textura de sus labios era sorprendentemente real en mi memoria, la calidez de su aliento mezclándose con el mío. Cada beso era una promesa, un recordatorio del vínculo que teníamos. Mis manos se aferraron a él, como si quisiera fusionarme con su ser, y pude sentir la firmeza de sus brazos rodeándome. Cada detalle, desde el sonido suave de las hojas bajo nuestros pies hasta el aroma fresco del bosque, contribuía a la sensación de autenticidad. Supe, incluso en el sueño, que algo era diferente, que esta no era solo otra ilusión onírica. Me encontraba sumida en mis pensamientos cuando Sam aclaró la garganta a mi lado, sacándome de la ensoñación que la pesadilla aún dejaba en mi mente. La miré, y sus gestos indicaban que la discusión en la mesa continuaba. “¿Qué estaban diciendo?” le pregunté, buscando orientarme en la conversación. Sam señaló a las personas en la mesa y susurró: "Pedir ayuda a otros Alfas". Mis ojos se posaron en ella mientras procesaba la información. La realidad de la situación me golpeó de nuevo, y mis pensamientos se enfocaron en la propuesta sobre la mesa. —Bien, creo que será prudente, siempre y cuando no decidan pasarse de listos y querer tomar el lugar que corresponde a mi compañero —respondí, expresando mi lealtad a Orión y asegurándome de que su posición como Alfa estuviera resguardada. La discusión continuó mientras hablaban de enviar las ocho notificaciones a los demás Alfa, y mi impaciencia aumentó. Golpeé mis manos en la mesa al expresar mi preocupación por la urgencia de la situación. —¿Por qué esperar tanto? No sabemos si Orión tiene tanto tiempo... —comencé a decir, dejando claro mi desesperación. Uno de los hombres de la mesa intervino, interrumpiéndome con sensatez. —Luna, entre la citación y el tiempo necesario para que todos puedan venir... Pero mi angustia no conocía paciencia. —Luna —continuó Lucas —seguiremos con nuestra búsqueda mientras nos ponemos en contacto con los otros Alfas. Las ocho citaciones saldrán esta misma tarde. Asentí entre dientes, aceptando la realidad de la planificación. Salí de la habitación con determinación, con la única certeza de que encontrar a Orión era mi prioridad absoluta. La separación pesaba en mi corazón y alma, y la sensación de perder la cordura se volvía más intensa con cada día que pasaba lejos de él.
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