Orión En medio de la penumbra, la figura de Heider apareció silenciosamente, como una sombra moviéndose con un propósito. La esperanza que había comenzado a desvanecerse en mi pecho se reavivó al verla. Con movimientos ágiles y silenciosos, ella se acercó a nosotros y comenzó a sacar una serie de pequeñas herramientas de su mochila. Observé con asombro cómo sus manos diminutas, pero sorprendentemente hábiles manipulaban la lima y otros instrumentos, trabajando con meticulosidad en las cadenas que nos ataban. Jake y yo nos mantuvimos en silencio, conscientes de que cualquier ruido podría delatar nuestra esperanza de escape. La tensión en la habitación era palpable; cada raspado suave de la lima contra el metal resonaba en el espacio confinado, marcando el ritmo de nuestro creciente nervi