Capítulo 35

1387 Words
Lucien Desperté con un dolor agudo en mi pierna, un recordatorio de la batalla contra los guardias de Alfa Einar. La cueva en la que Octavia y yo habíamos encontrado refugio era fría y húmeda, pero ofrecía el escondite que necesitábamos. Después de un descanso forzado, mi cuerpo se sentía un poco mejor, pero la herida en mi pierna había empezado a dar señales preocupantes. Mientras Octavia dormía, me encontré luchando contra oleadas de fiebre que quemaban mi cuerpo. El dolor había dado paso a un estado febril, haciendo que mi mente vagara entre recuerdos y delirios. Visiones borrosas y distorsionadas de mi pasado y de un futuro incierto se entremezclaban en mi conciencia. Sabía que debía permanecer despierto y alerta, pero la fiebre me debilitaba, llevándome a un estado de semiinconsciencia. En un momento de lucidez, miré a Octavia, que descansaba pacíficamente, ajena a mi sufrimiento. Su presencia había sido mi fuente de fuerza y determinación, pero en ese estado febril, mi mente comenzó a jugar trucos crueles. Las alucinaciones me presentaban una realidad distorsionada donde Octavia y yo estábamos juntos, libres de peligros y conflictos. Pero la cruel realidad se imponía cada vez que la fiebre cedía, recordándome que no era más que un sueño inalcanzable. En medio de mi delirio, una idea se arraigó en mi mente: debía alejarme de Octavia para protegerla. Creía, en mi estado alterado, que mi presencia solo traería más peligro y sufrimiento para ella. Con un esfuerzo sobrehumano, me arrastré silenciosamente fuera de la cueva, dejando atrás a la única persona que había dado luz a mi oscura existencia. El aire fresco de la noche golpeó mi rostro, mezclándose con la fiebre que consumía mi cuerpo. Cada paso era un tormento, pero la necesidad de alejarme, de proteger a Octavia incluso de mí mismo, me impulsaba hacia adelante. No sabía hacia dónde me dirigía ni qué me esperaba, solo sabía que debía alejarme. La luna iluminaba mi camino solitario, un camino marcado por el sacrificio y el amor no correspondido. Mientras me adentraba en la oscuridad de la noche, una parte de mí sabía que esta decisión cambiaría nuestro destino para siempre. En medio de mi delirio, me encontré cayendo en una extensa planicie, el pasto alto rozando mi piel ardiente. La fiebre había desatado una sed intensa que consumía cada pensamiento, cada fibra de mi ser. Tragar saliva era como tragar vidrio, cada movimiento de mi garganta un tormento. Fue entonces cuando un ciervo apareció ante mí, como un espejismo en mi estado febril. En mi mente confusa y delirante, no había lugar para la racionalidad o la moralidad. Solo existía la sed abrasadora y la presencia de este ser vivo frente a mí. De manera casi mecánica, me abalancé sobre el ciervo, movido por un instinto primitivo que no reconocía como mío. Sentí mis dientes alargarse, transformándose en una herramienta de caza que nunca había experimentado. Con un impulso salvaje, clavé mis dientes en el cuello del ciervo, succionando su sangre con una desesperación que no comprendía. El contacto de la sangre en mi boca tenía un sabor poco gustoso, extraño y salvaje, pero cumplía su propósito. La sed que me consumía empezó a aliviarse, la intensidad del ardor en mi garganta disminuyendo lentamente. Con cada trago, una parte de mí se horrorizaba por el acto que estaba cometiendo, pero la otra parte, impulsada por la necesidad y la fiebre, no podía detenerse. Cuando finalmente me aparté del ciervo, la realidad de lo que había hecho empezó a asentarse en mi mente confusa. Me sentí aterrado y desconcertado por mi propia naturaleza, por la bestia que había emergido de las profundidades de mi ser. Miré hacia el cielo nocturno, buscando alguna respuesta, algún consuelo, pero solo encontré la luna observándome con su brillo indiferente. La comprensión de que algo en mí había cambiado, o tal vez había sido revelado, me llenó de una inquietud profunda. Con la sangre del ciervo aún en mis labios, me levanté con dificultad, sintiéndome físicamente más fuerte pero emocionalmente destrozado. Mi sangre y mi alma clamaban una sola cosa: Octavia. Impulsado por una fuerza irracional y desesperada, corrí de vuelta a la cueva, cada paso alimentado por una necesidad que no podía comprender ni controlar. Al llegar, la encontré despierta, sentada en una roca, sus ojos reflejando sorpresa y preocupación al verme. —Lucien, ¿qué mierda...? —comenzó a decir, su voz deteniéndose abruptamente al notar la sangre que manchaba mi boca y mi ropa. Sin pensarlo, me lancé hacia ella, llevado por una pasión desenfrenada y oscura. La empujé contra la pared de la cueva, mis labios encontrando los suyos en un beso descontrolado y desesperado. Sentí su resistencia, sus manos empujándome, intentando liberarse, pero mi fuerza recién adquirida la mantenía inmovilizada. La lucha de Octavia contra mi abrazo solo intensificó mi deseo, mi mente nublada por la fiebre y la sangre que aún palpitaba en mis venas. No era yo mismo, era algo más, algo que la fiebre había desatado y que ahora no podía controlar. Finalmente, con un esfuerzo sobrehumano, Octavia logró empujarme, separándonos. Su expresión era una mezcla de miedo y confusión. —Lucien, ¡detente! —gritó, su voz temblorosa pero firme. —¡Esto no eres tú! Su grito me sacudió, trayéndome de vuelta a la realidad. Miré mis manos, manchadas con la sangre del ciervo, y luego a Octavia, cuya mirada estaba llena de miedo y preocupación. El horror de lo que había hecho, de lo que casi hago, me inundó. Retrocedí, tropezando y cayendo al suelo. —Lo siento, —balbuceé, mi voz quebrada por la culpa y la vergüenza. —No sé qué me pasó... No quería... No era yo... Octavia, recuperando su compostura, se acercó lentamente, sus ojos aún cautelosos. —Lucien, ¿qué te ha pasado? ¿Qué hiciste? Mi mente era un torbellino de emociones y recuerdos confusos. La sangre del ciervo, la fiebre, la transformación... todo se mezclaba en una pesadilla que no lograba entender. —No lo sé, —admití, sintiendo una profunda desesperación. —Algo... algo en mí ha cambiado. Octavia se arrodilló a mi lado, su mano tocando mi hombro con cuidado. —Vamos a averiguarlo, —dijo con una voz más calmada. —Pero primero, necesitas descansar y recuperarte. Me quedé allí, en el suelo frío de la cueva, luchando por asimilar lo que había pasado y lo que había llegado a ser. La certeza de que había cruzado un umbral del que no podía volver era abrumadora. La luz del amanecer se filtró lentamente en la cueva, y cuando los primeros rayos del sol tocaron mi piel, un ardor insoportable me recorrió el cuerpo. Paralizado por el dolor, miré con horror cómo mi piel se quemaba bajo la luz del sol. Rápidamente, retrocedí al interior oscuro de la cueva, lejos del alcance de los rayos solares. Octavia, con una preocupación evidente en su rostro, se mantuvo a una distancia prudente. —¿Te has enfermado? Tal vez la daga tenía algún tipo de veneno... —sugirió, su voz teñida de inquietud mientras caminaba de un lado a otro. Negué con la cabeza, sintiendo una mezcla de miedo y frustración. —No, esto es otra cosa, cielo, —exclamé con un grito ahogado, tomando una botella de agua y tratando de limpiar las quemaduras de mi piel. —Maldita sea. Octavia me observó con un semblante serio. —Tendremos que esperar a que baje el sol. No puedes exponerte a esto, —dijo, su voz firme pero llena de preocupación. Mirándola a los ojos, supe que debía tomar una decisión difícil. —Cielo, necesito que salgas de aquí hasta que baje el sol, —susurré, la culpa y la vergüenza inundando mi voz. —No soy capaz de controlarme contigo tan cerca. —La escena anterior, donde había perdido el control, me perseguía, recordándome que era un peligro para ella. Octavia se detuvo, su mirada llena de conflicto. —Lucien, no puedo dejarte solo en este estado, —respondió, su voz mostrando la lucha interna entre su deseo de ayudarme y su necesidad de seguridad. —Por favor, Octavia, —insistí, mi voz quebrándose. —Es por tu bien. No sé qué me está pasando, pero no quiero... no puedo arriesgarme a hacerte daño.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD