Capítulo 34

1534 Words
Orión En medio de la penumbra, la figura de Heider apareció silenciosamente, como una sombra moviéndose con un propósito. La esperanza que había comenzado a desvanecerse en mi pecho se reavivó al verla. Con movimientos ágiles y silenciosos, ella se acercó a nosotros y comenzó a sacar una serie de pequeñas herramientas de su mochila. Observé con asombro cómo sus manos diminutas, pero sorprendentemente hábiles manipulaban la lima y otros instrumentos, trabajando con meticulosidad en las cadenas que nos ataban. Jake y yo nos mantuvimos en silencio, conscientes de que cualquier ruido podría delatar nuestra esperanza de escape. La tensión en la habitación era palpable; cada raspado suave de la lima contra el metal resonaba en el espacio confinado, marcando el ritmo de nuestro creciente nerviosismo y expectativa. A pesar de su juventud, Heider trabajaba con una concentración y una eficiencia que desmentían su edad. Era evidente que había planeado este momento durante mucho tiempo. Mientras la observaba, no pude evitar sentir una mezcla de gratitud y admiración por la valentía y la astucia de esta joven que había vivido bajo la sombra opresiva de las Sombras Oscuras. Antes de que Heider pudiera terminar de romper las últimas cadenas, la puerta de la celda se abrió de golpe. Un guardia, el mismo que anteriormente me había cubierto con una sábana para darme algo de privacidad, se detuvo en el umbral, sus ojos recorriendo la escena con sorpresa y desconcierto. —¿Qué mierda? —susurró, casi para sí mismo, mientras observaba a Heider trabajando en las cadenas y a Jake y a mí en nuestro estado debilitado. En un instante que pareció eterno, todos nos quedamos inmóviles, sosteniendo la respiración, esperando su reacción. El guardia dio un paso adelante, pero para nuestra sorpresa, no fue para detenernos o alertar a los demás. En lugar de eso, se agachó junto a Heider. —En este estado no podrán avanzar mucho, —murmuró, tomando la herramienta de manos de Heider y empezando a trabajar en la última cadena que me retenía. Su ayuda inesperada fue un shock, y por un momento, no supe cómo reaccionar. Heider, igualmente sorprendida, se quedó mirando al guardia, pero no hizo ningún movimiento para detenerlo. Jake y yo intercambiamos una mirada de confusión y cautela. ¿Por qué este guardia, un m*****o de las Sombras Oscuras, nos estaba ayudando? El sonido de la cadena cediendo bajo la lima fue como música para mis oídos. Mis manos finalmente libres, masajeé mis muñecas doloridas, aún sin creer la vuelta que habían tomado los acontecimientos. —¿Por qué estás haciendo esto? —pregunté al guardia, mi voz ronca por la desconfianza y la sorpresa. El guardia levantó la vista hacia mí, sus ojos oscuros reflejando una complejidad de emociones. —No todos aquí estamos de acuerdo con lo que nuestro Alfa está haciendo, —dijo en voz baja. —Y nadie merece lo que te han hecho a ti. Aunque parte de mí quería cuestionar más, sabía que no era el momento. Cada segundo era precioso, y necesitábamos aprovechar esta inesperada oportunidad. Asintiendo en agradecimiento, aunque aún con cautela, me puse de pie con la ayuda de Jake. —Gracias, —le dije al guardia, sabiendo que esas palabras eran insuficientes para expresar lo que sentía. Heider, Jake, el guardia y yo intercambiamos una mirada rápida. Estábamos listos para intentar lo imposible: escapar de las garras de las Sombras Oscuras y volver a la luz. Con un nuevo aliado inesperado a nuestro lado, tal vez, solo tal vez, tendríamos una oportunidad. Con movimientos cautelosos y silenciosos, salimos de la celda, siguiendo de cerca a nuestro inesperado aliado. El guardia, se asomó por la puerta antes de salir, mirando a ambos lados para asegurarse de que el camino estuviera despejado. —Por cierto, me llamo Robert, —nos dijo en un susurro, introduciéndose formalmente mientras nos guiaba por el laberinto de pasillos de la mazmorra. Su voz era baja, pero había una firmeza en ella que nos daba una sensación de confianza, a pesar de las circunstancias. Nos deslizamos por los corredores oscuros, nuestras sombras fusionándose con las paredes de piedra. Cada eco, cada crujido en la distancia, nos hacía detenernos y escondernos. El corazón me latía fuerte en el pecho, no solo por el esfuerzo físico, sino también por la tensión de la situación. Jake, a mi lado, se movía con dificultad, apoyándose en las paredes y en mí para mantener el equilibrio. Heider seguía de cerca, sus ojos grandes y atentos escaneando cada sombra, cada esquina. Su juventud y su valentía en un entorno tan peligroso eran un recordatorio constante de la injusticia que representaban las Sombras Oscuras. Robert se movía con una seguridad que solo podía venir del conocimiento íntimo del lugar. A pesar de ser parte de las fuerzas enemigas, su decisión de ayudarnos parecía genuina. —¿Cómo sabemos que podemos confiar en él? —murmuró Jake, su voz teñida de duda. —No lo sabemos, —respondí en voz baja, igualmente cauteloso. —Pero no tenemos muchas opciones. Además, parece conocer bien estos pasillos. El pasillo nos llevó a una serie de escaleras que descendían aún más en las profundidades de la fortaleza. Cada paso nos alejaba de la celda, pero nos acercaba al peligro desconocido. Finalmente, llegamos a una puerta que parecía conducir a los túneles de servicio. Robert se detuvo y nos miró. —Por aquí, —susurró, indicando la puerta. —Este camino nos llevará fuera de la mazmorra y hacia las áreas menos vigiladas. Abrimos la puerta con cuidado, preparándonos para enfrentar lo desconocido, nuestra libertad al alcance de la mano, pero aún tan lejana. Una vez fuera de la mazmorra, nos encontramos en los confines más oscuros de la ciudad. Las calles estaban bañadas en sombras, con solo el resplandor ocasional de una farola distante. El aire nocturno era frío y húmedo, un marcado contraste con el aire viciado de la celda. A pesar del dolor y el agotamiento, sentí una oleada de alivio al respirar aire fresco. Robert, con una fuerza sorprendente, me cargó sobre su hombro. Aunque el orgullo en mí quería protestar, sabía que en mi estado era imposible avanzar por mi cuenta. "Gracias," logré murmurar, agradecido por su apoyo inesperado. A nuestro lado, Heider ayudaba a Jake, quien se esforzaba por mantenerse en pie. A pesar de su debilidad, había una determinación férrea en sus ojos. Estábamos todos unidos por un objetivo común: escapar y sobrevivir. Nos movíamos con cautela, evitando las calles principales y optando por los callejones más oscuros y las rutas menos transitadas. Robert nos guiaba con una eficiencia que hablaba de su conocimiento del área, pero incluso él se movía con una tensión palpable, consciente del riesgo que corríamos. Finalmente, después de lo que parecieron horas, llegamos a una parte de la ciudad menos vigilada, donde las sombras eran nuestras aliadas y el silencio reinaba. Robert me bajó con cuidado, y todos nos tomamos un momento para recuperar el aliento. Miré a Robert, Heider y Jake, sintiendo una profunda gratitud. A pesar del peligro que aún enfrentábamos, había una chispa de esperanza. Juntos, habíamos logrado lo imposible: escapar de las garras de las Samuel. Ahora, el desafío era mantenernos libres y encontrar el camino de regreso a nuestra manada, a nuestra familia. El sonido distante de una sirena perforó la noche, aún no estábamos fuera de peligro. Ese sonido nos impulsó a continuar la marcha, pero mi cuerpo estaba llegando a su límite. Cada paso era una agonía, y a pesar de la determinación de seguir adelante, finalmente, al llegar al límite de la ciudad, mis piernas cedieron. Nos ocultamos entre unos árboles, donde la oscuridad nos ofrecía un respiro temporal. Mi respiración era pesada y forzada, luchando por llenar mis pulmones con el aire que parecía negárseme. El frío de la noche se mezclaba con el calor de mi agotamiento, creando una sensación de mareo y debilidad que me inundaba. Robert, con una mirada preocupada, observaba el paisaje que se extendía más allá de la ciudad. —Hay un pasaje a través de las montañas, —dijo, su voz baja pero firme. Sus ojos se desplazaban de la ciudad, ahora una silueta en la distancia, a las imponentes montañas que se erguían ante nosotros. Heider se acercó a mí, su rostro reflejando una mezcla de preocupación y resolución. —Necesitamos un lugar donde descansar, —susurró. —Alfa no puede avanzar en ese estado. Miré hacia las montañas, sabiendo que ese camino representaba nuestra mejor oportunidad de escapar por completo. Sin embargo, también era consciente de mi propia debilidad y del peligro que representaría para todos si continuábamos sin descansar. —Tenemos que encontrar un refugio, —dije, la voz ronca. —Algo temporal, solo para recuperar fuerzas. Robert asintió, comenzando a escanear el área en busca de cualquier señal de un lugar seguro. Con la ayuda de Robert y Heider, me puse de pie lentamente, preparado para continuar, aunque fuera a un ritmo más lento. Juntos, con cautela y esperanza, nos adentramos en la oscuridad, en busca de un refugio y un momento de descanso antes de enfrentar el desafío de las montañas.
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