Capítulo 17

1447 Words
Orión Una suave voz femenina que no reconocí llegó a mi oído desde atrás de mí, como un susurro etéreo que se colaba en el silencio. Las palabras que pronunció helaron mi sangre, envolviéndome en una sensación gélida y sobrenatural. —Esto no es real, despierta Alfa —me susurró la voz, y cada sílaba resonó como un eco fantasmal en el aire. La realidad a mi alrededor parecía desdibujarse, como si estuviera atrapado en un sueño perturbador del cual no podía escapar. En ese instante, todo a mi alrededor se detuvo. La realidad quedó suspendida en el tiempo, como si el universo mismo contuviera la respiración. Lucas, que estaba a medio camino con una expresión de horror grabada en su rostro, quedó congelado en su lugar, capturado en un instante que se prolongaba indefinidamente. El mundo se volvía surrealista, y la voz fantasmal resonaba en mi mente como un eco persistente. Cerré los ojos, luchando contra la sensación de irrealidad que se apoderaba de mí. La suavidad de las palabras contrastaba con la inquietante atmósfera que se cernía sobre nosotros, como si estuviera en medio de un cruce entre dos realidades, ambas luchando por reclamar su dominio. La voz, aunque suave, llevaba consigo un matiz de advertencia, como si fueran las palabras de un espectro que buscaba desvelar la ilusión que me rodeaba. Mi mente se debatía entre aceptar la realidad distorsionada y aferrarse a la certeza de lo que conocía como verdadero. En medio de ese instante suspendido, la figura de Lucas se volvía un testigo mudo de la desconexión entre lo tangible y lo etéreo. La expresión en su rostro, atrapada en una mueca de horror congelada en el tiempo, añadía un elemento macabro a la escena surrealista. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal, y la noción de que algo fundamental se tambaleaba en el tejido de la realidad se apoderó de mí. La suavidad de la voz contrastaba con la inquietante sensación de que las reglas del universo estaban siendo desafiadas. Abrí los ojos, enfrentándome a la paradoja de la quietud que me rodeaba. La voz, aunque ajena, resonaba como una melodía disonante que se negaba a ser ignorada. En ese momento detenido en el tiempo, la realidad se volvía un lienzo en blanco, esperando ser revelada o distorsionada por las palabras de la voz fantasmal. De repente, todo se volvió n***o, y me envolvió una oscuridad total. Un dolor sordo pulsaba en mi cuerpo, y moví la cabeza instintivamente, arrepintiéndome en el mismo instante en que lo hice. Una oleada de dolor profundo y paralizante recorrió mi cuerpo, como si cada nervio y músculo protestara por el tormento al que estaban siendo sometidos. Mis manos estaban atadas sobre mi cabeza, y me di cuenta de que estaba de rodillas en el suelo irregular bajo ellas. Poco a poco, recobré la conciencia. Me encontraba en una mazmorra, similar a la que tenía en mi ciudad, pero era evidente que no era la misma. La penumbra se extendía por las húmedas paredes de piedra, y un olor a humedad y desesperanza impregnaba el aire rancio. El silencio era opresivo, interrumpido solo por el sonido lejano de goteo de agua. —Al fin despiertas, Alfa... —una voz que reconocí de inmediato se acercó desde las sombras. La oscuridad parecía ceder ligeramente, revelando la figura de Samuel emergiendo de la penumbra como un espectro de la traición. Su figura, antes un m*****o de confianza de la manada, ahora se perfilaba como el arquitecto de mi cautiverio. Las sombras danzaban a su alrededor, proyectando una imagen distorsionada que reflejaba su papel en este retorcido escenario. El sonido de sus pasos resonaba en la fría piedra mientras se acercaba, y pude sentir la intensidad de su mirada fija en mí. A pesar de la penumbra, sus ojos destilaban una frialdad calculada, un indicio de la traición que había estado maquinando en las sombras. —Tú... siempre fuiste el más ambicioso, Samuel —dije, mi voz quebrada por el dolor y la traición. —Y tú siempre demasiado ciego para ver la realidad, Orión. Nuestra 'fraternidad' nunca fue más que una ilusión para ti —respondió Samuel, su tono mezclando sarcasmo con una amargura antigua. —Quedaron unos traidores a los que no prestaste atención. Fue un rescate épico, si me lo preguntas. Sus palabras eran afiladas como cuchillas, cortando cualquier esperanza de comprensión. La traición de aquellos en quienes confié, la traición que permití que floreciera en las sombras, se materializaba frente a mí en la figura de Samuel. Cada palabra cargada de su voz resonaba en la mazmorra, recordándome la vulnerabilidad en la que me encontraba. El agotamiento pesaba sobre mí como una losa, y la simple acción de mantener los ojos abiertos se volvía una tarea monumental. Mis fuerzas se agotaban, pero una llama persistente dentro de mí se aferraba a la resistencia, incluso en la oscuridad de la traición. En un acto de desafío, escupí a sus pies. La saliva aterrizó con un sonido sordo en el suelo de piedra, un gesto de repudio y resistencia. Mi cuerpo anhelaba el cierre de los ojos, la escapatoria temporal de la pesadilla que se desplegaba ante mí. Mi mente se movía con rapidez, evaluando la situación. Estaba prisionero en un lugar desconocido, atado y vulnerable ante el traidor que alguna vez llamé hermano. La oscuridad de la mazmorra parecía reflejar la incertidumbre que se cernía sobre mi destino, y la voz de Samuel resonaba como el eco de una alianza quebrada. La realidad de mi captura se asentaba con cada latido doloroso en mi cuerpo. Estaba lejos de casa, en manos de aquellos que habían tramado en las sombras. La resistencia se forjaba en mi interior, una chispa de determinación que se negaba a ser apagada por la oscuridad que me rodeaba. —¿Puedo volver a probarlo? —Preguntó una voz femenina que resonaba débilmente en las profundidades de mis recuerdos. La reconocí vagamente, pero mi mente luchaba por enfocarse en la identidad detrás de esa voz. Ella se acercó a Samuel y entrelazó sus brazos con los suyos, una figura borrosa en las penumbras de la mazmorra. —¿Adriana? —Susurré con dificultad, tratando de reconciliar la voz con un nombre de mi pasado. —No, mi amor, aún está débil de la última vez que te alimentaste de él. No nos servirá de nada si lo matas —respondió Samuel con una extraña dulzura en su tono, como si estuviera cuidando de algo valioso. Ella hizo un puchero, una expresión infantil que contrastaba con la oscura aura que la envolvía. Luego, su rostro se iluminó con una sonrisa diabólica que mostraba unos colmillos largos y afilados, mientras que sus ojos se tornaban de un rojo intenso. —Déjame presentarte a mi compañera, hermano. Ella es la creación más eficiente de la bruja de mi padre... —No. Es. Lobo —logré articular con mucha dificultad, mi voz resonando débilmente en la mazmorra. —Claro que no —Samuel se rio con arrogancia—. Es aún mejor, mejor que tu pequeña compañera. Las palabras de Samuel resonaron en mi mente, revelando la verdad detrás de la figura que se perfilaba en la penumbra. Mi mente luchaba por aceptar la realidad de la creación de la bruja, una compañera de Samuel con características que desafiaban la naturaleza misma de nuestra existencia como lobos. La mención de Octavia me hizo arder por dentro; el miedo y la preocupación por ella crecieron como una tormenta en mi interior. Sentí temblores recorriendo mi cuerpo, y la oscuridad parecía reclamarme nuevamente. Apenas logré escuchar las últimas palabras de Samuel antes de dejarme arrastrar por las sombras. —No te preocupes por ella, Orión. Pronto estará con nosotros, y verás que mi camino era el correcto —Samuel murmuró, su voz un susurro cruel que parecía esconder una pizca de duda. —¿Qué has hecho, Samuel? ¿En qué te has convertido? —pregunté, sintiendo una mezcla de ira y dolor. Las palabras eran como cuchillos que reflejaban nuestra historia compartida, llena de conflictos no resueltos. —Me dará el heredero que necesito, y después terminaré con su sufrimiento... La idea de Octavia siendo arrastrada a este oscuro destino, utilizada como un peón en los retorcidos planes de Samuel, encendió un fuego ardiente dentro de mí. Aunque mi cuerpo estaba debilitado y atrapado en las sombras, la determinación se alzó como una llama rebelde contra la oscuridad que me rodeaba. La lucha por proteger a Octavia se convirtió en un objetivo primordial, una llama de esperanza en medio de la penumbra que amenazaba con devorarme por completo.
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