Samantha Lucas, al ver mi estado, dejó lo que estaba haciendo y se giró hacia mí, sorprendido por mi repentino arrebato. —¿Qué está pasando, Sam? —preguntó Lucas con la mirada llena de inquietud. Le entregué la carta de Octavia, temblando mientras la sostenía. Lucas la tomó con manos firmes y comenzó a leer. A medida que sus ojos recorrían las líneas, su expresión se transformaba en una mezcla de incredulidad y angustia. —Mierda, mierda —murmuró Lucas, dejando la carta sobre el escritorio. La realidad de la partida de Octavia se aferraba a nosotros como un puñetazo en el estómago. La oficina quedó envuelta en un silencio tenso, solo interrumpido por el susurro de la hoja de la carta. Mis pensamientos se agolpaban en mi mente, buscando respuestas, pero solo encontraban el eco vacío de