Martín no perdió tiempo en asegurarse de que Gabriel, o mejor dicho, Luis Carlos, recibiera la mejor atención médica. Consultó con especialistas y le realizaron múltiples exámenes. Finalmente, descubrieron la causa de su amnesia: una combinación de trauma cerebral y estrés postraumático que, con el tratamiento y los medicamentos adecuados, podría revertirse.
Martín estaba decidido a ayudar a Luis Carlos a recuperar su memoria y su vida.
—Señor, he hablado con los médicos. Creen que con el tratamiento adecuado puede recuperar su memoria —dijo Martín, entregándole un frasco de medicamentos.
Luis Carlos, aún aturdido por la revelación de su verdadera identidad, tomó el frasco con manos temblorosas. —Esto es... increíble. ¿Realmente soy un hombre millonario?
—Sí, y no solo eso. Es el dueño del grupo internacional García —respondió Martín con una sonrisa alentadora. —Tómese su tiempo, pero necesitamos que recupere su memoria y vuelva a tomar las riendas de su vida y de la empresa.
Mientras tanto, la familia de Lilith estaba inmersa en sus propios planes. Sabían que quien consiguiera un contrato de 100 millones de dólares con el grupo García se convertiría en el nuevo CEO del grupo González. Esto generó una competencia feroz dentro de la familia.
—Tenemos que conseguir ese contrato a cualquier costo —dijo el padre de Lilith en una reunión familiar. —La persona que logre esto se convertirá en el nuevo CEO del grupo González.
Lilith, ajena a los planes de su familia, estaba preocupada por Gabriel. No lo había visto desde que dejó la casa de sus padres y temía por su bienestar.
—¿Alguien ha visto a Gabriel? —preguntó Lilith una tarde, notando la incomodidad en el rostro de sus padres.
—No te preocupes por él. Está bien donde está —respondió su padre evasivamente, evitando mirarla a los ojos.
Lilith no quedó satisfecha con esa respuesta y decidió investigar por su cuenta. Mientras tanto, Gabriel comenzaba a someterse al tratamiento. Con el tiempo, empezó a recordar fragmentos de su vida pasada: reuniones importantes, decisiones empresariales y, finalmente, el accidente que lo llevó a perder la memoria.
—Martín, estoy empezando a recordar cosas. Es... abrumador —dijo Gabriel un día, durante una de sus sesiones.
—Eso es un buen comienzo, señor. Tómelo con calma. Recuperará todo a su debido tiempo —respondió Martín, alentándolo a seguir adelante.
En paralelo, la competencia dentro de la familia González se intensificaba. Cada m*****o intentaba usar sus contactos y habilidades para asegurar el contrato de 100 millones de dólares con el grupo García. Sin embargo, ninguno de ellos sabía que el verdadero Luis Carlos García estaba a punto de recuperar su lugar.
Un mes después, los recuerdos de Luis Carlos se habían restablecido en gran parte. Decidió volver a la oficina del grupo García, listo para asumir nuevamente su rol.
—Gracias por todo, Martín. No sé cómo podré compensarte —dijo Luis Carlos, estrechando la mano de su fiel ex-secretario.
—Verlo de vuelta es la mejor recompensa, señor —respondió Martín con una sonrisa.
Luis Carlos se dirigió a su antigua oficina, donde todos lo recibieron con asombro y alegría. Pronto se enteró del plan de la familia González y de la competencia por el puesto de CEO.
—Parece que hay muchas cosas que han sucedido en mi ausencia —dijo Luis Carlos, observando los informes sobre la mesa.
—Sí, pero ahora que está de vuelta, todo puede volver a la normalidad —dijo Martín.
Luis Carlos reflexionó unos momentos antes de responder.
—Martín, quiero que mantengamos mi regreso en secreto por ahora. Continuaré bajo el nombre de Gabriel Hernández. Quiero observar a la familia González sin que sepan quién soy en realidad.
Martín asintió, entendiendo las implicaciones. —¿Y sobre el contrato de 100 millones de dólares?
—Cancélalo. No concedas ningún contrato con el grupo González y cancela todos los activos que tengamos con ellos —ordenó Luis Carlos, con determinación en su voz. —Quiero que sientan las consecuencias de sus acciones.
Martín sonrió, satisfecho con la dirección que su jefe había decidido tomar. —Así se hará, señor.
Después de más de un mes fuera, Gabriel regresó a la casa de los González. Llevaba consigo 10,000 dólares en efectivo. Encontró a Lilith en el salón y se acercó a ella.
—Lilith, he vuelto. Hice un trabajo y gané este dinero —dijo Gabriel, entregándole el fajo de billetes.
Lilith lo miró con asombro y alivio. —¡Gabriel! Estaba tan preocupada. ¿De dónde sacaste todo este dinero?
Antes de que Gabriel pudiera responder, el padre de Lilith entró en la sala y vio el dinero.
—¿Qué es esto? —preguntó, tomando el dinero de las manos de Lilith y examinándolo.
—Es dinero que gané trabajando, señor —respondió Gabriel, tratando de mantener la calma.
El padre de Lilith frunció el ceño y arrojó el dinero al suelo. —Lárgate de aquí con tu dinero sucio. Nuestra familia está pasando por dificultades y lo último que necesitamos es dinero de dudosa procedencia. No queremos que traigas más problemas.
Gabriel se sintió herido y furioso, pero decidió no revelar su verdadera identidad aún. Sabía que tenía que seguir con su plan.
—Lo siento, Lilith. Intenté ayudar —dijo Gabriel antes de salir de la casa, dejando a Lilith sorprendida y confundida.
Afuera, Gabriel se prometió a sí mismo que haría pagar a la familia González por todo el dolor y humillación que le habían causado. La venganza estaba en marcha, y nada lo detendría.
Después del enfrentamiento con el padre de Lilith, Gabriel decidió alejarse para planificar sus próximos movimientos. Sin embargo, al cabo de unos días, recibió una llamada de Lilith.
—Gabriel, ¿podemos vernos? Necesito hablar contigo —dijo Lilith, con una mezcla de urgencia y preocupación en su voz.
—Claro, Lilith. Dime dónde y allí estaré —respondió Gabriel.
Se encontraron en un pequeño café en el centro de la ciudad, un lugar discreto donde podrían hablar sin ser interrumpidos.
—Gabriel, siento mucho lo que pasó en casa. Mi padre estaba muy alterado —dijo Lilith, tomando sus manos entre las suyas.
—Entiendo, Lilith. Pero necesito que sepas que el dinero que traje no era sucio. He estado trabajando como seguridad privada en el Grupo Internacional García, y allí conseguí el dinero —explicó Gabriel, buscando su mirada.
Lilith frunció el ceño, aún incrédula. —¿Seguridad privada? ¿En el Grupo Internacional García? Pero, Gabriel, alguien en tu puesto difícilmente podría conseguir tanto dinero