Laureano González, astuto y calculador, vio en la relación entre Gabriel y Emilia una oportunidad para desestabilizar a Luis Carlos y tomar ventaja de la situación. Decidió sembrar discordia entre padre e hijo, comenzando a susurrar venenosas verdades a Gabriel.
Un día, mientras Gabriel estaba visitando la finca de los González, Laureano lo invitó a su despacho con una expresión solemne.
—Gabriel, hay algo que necesitas saber sobre tu madre, Lilith —comenzó Laureano, observando cuidadosamente la reacción de Gabriel.
—¿Qué más podrías saber tú sobre mi madre? —preguntó Gabriel, intrigado pero escéptico.
Laureano suspiró, como si estuviera cargando con un pesado secreto.
—Luis Carlos no te ha contado toda la verdad. Él y su familia no pudieron proteger a Lilith. Ella fue humillada y vendida como mercancía. Y todo por culpa de su incapacidad para mantenerla a salvo.
Gabriel sintió un nudo formarse en su estómago. Las palabras de Laureano comenzaron a plantar semillas de duda y rencor.
—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó Gabriel, su voz tensa.
—Tu madre, Lilith, sufrió mucho a causa de la debilidad de tu padre. La familia García la trató como una carga y nunca la respetaron. Finalmente, fue vendida y su vida se convirtió en un infierno. Todo esto sucedió bajo la nariz de Luis Carlos, y él no hizo nada para evitarlo.
Laureano hizo una pausa, dejando que sus palabras calaran hondo en Gabriel.
—Quiero que sepas la verdad, Gabriel. No te lo digo para causarte dolor, sino porque mereces saber lo que realmente sucedió.
Gabriel se levantó, con la cabeza llena de pensamientos oscuros y conflictivos.
—Necesito tiempo para pensar en esto —dijo, saliendo apresuradamente del despacho de Laureano.
Esa noche, Gabriel confrontó a Luis Carlos en la mansión familiar.
—Padre, tenemos que hablar —dijo Gabriel con firmeza, su rostro serio.
Luis Carlos lo miró, notando la tensión en su hijo.
—¿Qué sucede, Gabriel?
—Hoy hablé con Laureano. Me dijo cosas terribles sobre cómo trataste a mi madre. Dijo que fue humillada y vendida porque tú no pudiste protegerla. ¿Es cierto?
Luis Carlos sintió un golpe en el pecho, la furia y la tristeza mezclándose en su interior.
—¿Laureano te dijo eso? —preguntó Luis Carlos, su voz temblando ligeramente—. Gabriel, las cosas no son tan simples. Hice todo lo que pude para proteger a tu madre, pero las circunstancias eran extremadamente complicadas. La familia González jugó un papel en su sufrimiento.
Gabriel lo miró con desconfianza, sus ojos llenos de dolor y rabia.
—Entonces, ¿admites que no pudiste protegerla? ¿Que permitiste que la vendieran?
Luis Carlos se levantó, su propio temperamento empezando a hervir.
—¡No! No permití nada de eso. Me enfrenté a innumerables obstáculos para mantenerla a salvo. La verdad es que todos fallamos, pero no por falta de intentos o de amor.
Gabriel sintió que la ira crecía dentro de él. Las palabras de Laureano resonaban en su mente, socavando su confianza en su padre.
—No puedo creer que después de todo este tiempo, todavía no puedo obtener una verdad clara de ti. ¿Cómo se supone que confíe en ti ahora?
Luis Carlos se acercó a su hijo, sus ojos llenos de desesperación.
—Gabriel, sé que estás herido y confundido. Pero no permitas que Laureano te manipule. Él siempre ha tenido sus propios motivos oscuros. Por favor, confía en mí.
Pero las dudas ya habían sido sembradas profundamente en el corazón de Gabriel. Decidió que necesitaba distanciarse para aclarar sus pensamientos.
Luis Carlos, consciente de la influencia que Laureano ejercía sobre Gabriel, decidió que era hora de confrontar a su viejo rival directamente. Sabía que la situación no podía continuar como estaba, con su hijo dividido entre la lealtad a su familia y las manipulaciones de los González. Decidió reunirse con Laureano en un lugar neutral para evitar que la situación se intensificara más de lo necesario.
Eligieron una finca en las afueras de la ciudad, un lugar apartado donde podían hablar sin interrupciones. Cuando Luis Carlos llegó, Laureano ya estaba allí, esperándolo con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.
—Laureano, gracias por aceptar esta reunión —dijo Luis Carlos, su voz firme pero calmada.
—Luis Carlos, siempre es un placer verte. ¿Qué puedo hacer por ti hoy? —respondió Laureano, con un tono de falsa cordialidad.
—Sabes muy bien por qué estoy aquí. Has estado manipulando a Gabriel, sembrando dudas y rencor en su corazón. Necesito que esto termine.
Laureano se recostó en su silla, su expresión cambiando a una de fingida inocencia.
—¿Manipulando? Solo le he contado la verdad sobre su madre. Es una verdad que tiene derecho a saber, ¿no crees?
Luis Carlos se inclinó hacia adelante, sus ojos llenos de una ira contenida.
—Lo que le has dicho no es toda la verdad. Has distorsionado los hechos para voltear a mi hijo contra mí. Sabes muy bien que hice todo lo posible para proteger a Lilith. No puedes usar su memoria para tus propios fines.
Laureano levantó una ceja, fingiendo sorpresa.
—¿Mis propios fines? Luis Carlos, simplemente le he dado a Gabriel la información que tú le ocultaste. Si eso causa problemas entre ustedes, no es mi culpa.
Luis Carlos apretó los puños, esforzándose por mantener la calma.
—Lo que estás haciendo es despreciable, Laureano. Estás usando a Gabriel como una herramienta en nuestra vieja rivalidad. ¿Es eso lo que quieres? ¿Ver a mi familia destruida?
Laureano se inclinó hacia adelante, su expresión ahora más seria.
—Luis Carlos, siempre has sido un hombre de principios. Pero a veces, esos principios te ciegan. La realidad es que en este mundo, solo los fuertes sobreviven. Gabriel tiene derecho a saber quién es realmente su padre y por qué su madre sufrió tanto.
Luis Carlos se levantó, su paciencia finalmente agotada.
—No permitiré que sigas manipulando a mi hijo. Le contaré la verdad completa, y él decidirá por sí mismo. Pero ten por seguro que no te quedarás con la victoria, Laureano. No permitiré que destruyas lo que queda de mi familia.
Laureano sonrió, como si hubiera esperado esa respuesta.
—Haz lo que debas, Luis Carlos. Pero recuerda, una vez que la verdad salga a la luz, no habrá vuelta atrás. Estás jugando un juego peligroso.
Luis Carlos salió de la finca con una resolución renovada. Sabía que tenía que actuar rápidamente para salvar su relación con Gabriel y proteger a su familia. Decidió que era hora de reunir a todos y contarles la verdad, sin ocultar nada.
De regreso en la mansión, Luis Carlos llamó a una reunión familiar urgente. Isabel, Victoria, Martín, y Gabriel se reunieron en el salón principal. La tensión era palpable mientras todos esperaban que Luis Carlos hablara.
—He convocado esta reunión porque hay algo que todos deben saber —comenzó Luis Carlos, mirando a cada uno de ellos a los ojos—. Es hora de que escuchen la verdad completa sobre lo que sucedió con Lilith.
Gabriel cruzó los brazos, aún sintiendo el rencor alimentado por Laureano.
—¿Y cuál es esa verdad, padre?
Luis Carlos respiró hondo y comenzó a relatar toda la historia, desde cómo conoció a Lilith hasta los intentos desesperados por protegerla y el trágico final que sufrió. No omitió ningún detalle, incluso aquellos que lo mostraban en una luz desfavorable.
Cuando terminó, la sala quedó en silencio. Gabriel bajó la mirada, procesando todo lo que había escuchado. Finalmente, habló.
—Padre, entiendo que cometiste errores, pero también veo que intentaste proteger a mi madre. Es mucho para asimilar, pero agradezco que finalmente me hayas contado todo.
Luis Carlos se acercó a Gabriel, colocando una mano en su hombro.
—Gabriel, lamento mucho todo el dolor que esto te ha causado. Quiero que sepas que siempre estaré aquí para ti y que nunca dejaré de luchar por nuestra familia.
Gabriel asintió lentamente, sintiendo que el rencor comenzaba a desvanecerse.
Laureano, al enterarse de que Luis Carlos había revelado la verdad, supo que había perdido una gran oportunidad de dividir a la familia García. Sin embargo, no estaba dispuesto a rendirse tan fácilmente. Sabía que aún podía manipular la situación a su favor, pero por ahora, tendría que ser más cuidadoso.