Eres el culpable

1532 Words
Gabriel, desesperado por encontrar una solución, decidió contactar a un viejo amigo, un cirujano experto en cambios de identidad. Sabía que era una decisión arriesgada, pero no veía otra salida. Después de varias llamadas, finalmente logró conectarse con el cirujano, un hombre llamado Andrés, que alguna vez había sido su compañero de la universidad. —Andrés, necesito tu ayuda —dijo Gabriel, su voz llena de urgencia—. Emilia y yo estamos en una situación muy complicada, y necesitamos cambiar nuestras identidades. Hubo un silencio tenso en la línea antes de que Andrés respondiera. —Gabriel, he escuchado cosas muy preocupantes sobre ti —dijo Andrés, con tono serio—. Hay rumores de que mataste a tu hermano. No puedo involucrarme en algo tan peligroso. Gabriel sintió que el suelo se desmoronaba bajo sus pies. Sabía que Andrés estaba hablando de Alejandro, y las falsas acusaciones que Victoria había lanzado en su contra. Trató de mantener la calma mientras respondía. —Andrés, esos rumores son falsos —dijo con firmeza—. Alejandro era como un hermano para mí. Su muerte fue un accidente, causado por una enfermedad cardíaca que nadie conocía. Estoy siendo acusado injustamente, y ahora Laureano González está tratando de destruirme y a mi familia. Emilia y yo necesitamos desaparecer para sobrevivir. Andrés suspiró al otro lado de la línea, aún dudoso. —Gabriel, entiendo que estás en una situación difícil, pero las consecuencias de ayudarte son demasiado graves. Si me involucro, podría perder mi licencia, o algo peor. Gabriel cerró los ojos, tratando de encontrar las palabras adecuadas para convencer a su viejo amigo. —Andrés, por favor, somos amigos desde hace años. Emilia y yo no tenemos a nadie más. No te estoy pidiendo que hagas esto sin compensación. Te pagaré lo que necesites, pero te ruego que nos ayudes a comenzar de nuevo. El silencio que siguió fue interminable, hasta que Andrés finalmente habló. —Está bien, Gabriel. Te ayudaré, pero bajo una condición. Después de que cambie vuestras identidades, no quiero volver a saber de ti. No quiero estar involucrado en nada más relacionado con esto. Gabriel dejó escapar un suspiro de alivio. —Gracias, Andrés. No te decepcionaré. Haremos todo lo posible para mantenernos alejados y empezar de nuevo. Con la ayuda de Andrés, Gabriel y Emilia se sometieron a procedimientos que alteraron sus apariencias lo suficiente como para evitar ser reconocidos. Adoptaron nuevos nombres y se mudaron a una pequeña ciudad costera, lejos de las garras de Laureano y las acusaciones que los perseguían. Después de dos meses de vida relativamente tranquila en la pequeña ciudad costera, Gabriel y Emilia sabían que no podían bajar la guardia. Las amenazas de Laureano y las acusaciones en su contra los mantenían en un estado constante de alerta. Decidieron que la mejor manera de asegurar su seguridad era mudarse a otro país, lejos de cualquier posible alcance de sus enemigos. La ventaja para Gabriel era que había sido previsor. Antes de que todo el caos comenzara, había guardado un fondo considerable para su independencia. Este dinero estaba resguardado por un viejo amigo de confianza, alguien que no tenía ninguna conexión visible con Gabriel, lo que hacía imposible que Luis Carlos o cualquier otra persona rastreara sus movimientos financieros. Una noche, mientras se preparaban para la siguiente etapa de su viaje, Gabriel y Emilia discutieron los detalles de su plan. —Emilia, creo que mudarnos a otro país es la mejor opción —dijo Gabriel, mirando mapas y documentos de viaje—. Tenemos que desaparecer por completo. Emilia asintió, consciente de la gravedad de su situación. —Estoy de acuerdo, Gabriel. Pero, ¿cómo haremos para sacar el dinero sin levantar sospechas? Gabriel sonrió levemente, agradecido de haber pensado en esto mucho antes. —Ya lo he planeado. Mi amigo, Marco, tiene todo el dinero resguardado. No hay conexiones visibles entre él y yo, y puede transferir el dinero en pequeñas cantidades a una cuenta segura que abriremos en el nuevo país. Así no levantaremos ninguna sospecha. Con el plan en marcha, Gabriel contactó a Marco, quien estaba más que dispuesto a ayudar. En los días siguientes, Marco comenzó a transferir el dinero en pequeñas cantidades a una nueva cuenta en el extranjero. Simultáneamente, Gabriel y Emilia trabajaron en obtener nuevas identidades y documentación necesaria para su mudanza. Finalmente, llegó el día de su partida. Con sus nuevos pasaportes y billetes de avión en mano, Gabriel y Emilia dejaron atrás la ciudad costera que les había brindado un refugio temporal. Abordaron un vuelo hacia un país distante, uno donde podrían comenzar de nuevo sin las sombras del pasado acechándolos. Luis Carlos, por su parte, seguía luchando contra las manipulaciones de Laureano. Aunque había logrado reunir algunas pruebas que exoneraban a Gabriel, sabía que encontrarlo y garantizar su seguridad seguía siendo una prioridad. Mientras tanto, Laureano no había cesado en su búsqueda. Frustrado por la desaparición de Gabriel y Emilia, comenzó a aumentar la presión sobre la familia García, buscando cualquier debilidad que pudiera explotar. En su nuevo país, Gabriel y Emilia empezaron a construir una nueva vida. Aunque siempre cautelosos, encontraron un pequeño apartamento y comenzaron a integrarse en la comunidad local. Gabriel tomó un trabajo modesto, mientras Emilia exploraba oportunidades para continuar sus estudios. Poco a poco, se adaptaron a su nuevo entorno, manteniendo la esperanza de que finalmente habían encontrado un lugar donde podían vivir en paz. Luis Carlos estaba en su despacho, absorto en sus pensamientos. La desaparición de Gabriel y Emilia lo inquietaba profundamente. Aunque la autopsia había revelado la enfermedad cardíaca de Alejandro, despejando cualquier sospecha de homicidio, el hecho de que Gabriel y Emilia hubieran huido sin dejar rastro era preocupante. Su intuición le decía que algo no cuadraba, y empezó a sospechar que Laureano González podía estar detrás de todo esto. Una noche, mientras revisaba los informes y correspondencia en su oficina, Martín entró discretamente. —Luis Carlos, hay algo que debes ver —dijo Martín, extendiendo un sobre. Luis Carlos tomó el sobre y lo abrió. Dentro había una serie de documentos que detallaban los movimientos de Laureano González en las semanas previas y posteriores a la desaparición de Gabriel y Emilia. Los documentos revelaban reuniones sospechosas y transferencias de dinero que no parecían tener un propósito claro. —¿Qué es esto? —preguntó Luis Carlos, frunciendo el ceño. —He estado investigando, como me pediste —dijo Martín—. Estos documentos sugieren que Laureano podría estar involucrado en la desaparición de Gabriel y Emilia. Está claro que ha estado moviendo dinero y reuniéndose con personas de dudosa reputación. Luis Carlos asintió lentamente, procesando la información. —Si Laureano tiene algo que ver con esto, tendría sentido que nos culpara a nosotros para desviar la atención de los medios y de las autoridades —murmuró, más para sí mismo que para Martín—. Necesitamos pruebas más contundentes. —Podría haber una forma de obtener más información —dijo Martín—. Pero será arriesgado. Luis Carlos miró a su leal amigo y asistente. —Estoy dispuesto a correr el riesgo. No puedo dejar que Laureano se salga con la suya. Necesito saber qué le pasó a Gabriel y Emilia. Martín asintió. —He conseguido el contacto de alguien dentro del círculo de Laureano. Un informante que podría darnos más detalles. Pero tendremos que ser muy cuidadosos. Luis Carlos se apoyó en el escritorio, su mente trabajando a toda velocidad. —Haz los arreglos, Martín. Y asegúrate de que nadie más se entere de esto. Días después, Martín se reunió con el informante en un lugar discreto. La información obtenida confirmó las sospechas de Luis Carlos: Laureano había planeado la desaparición de Gabriel y Emilia, y la acusación de secuestro no era más que una cortina de humo para desviar la atención. Armado con esta nueva información, Luis Carlos decidió confrontar a Laureano directamente. Sabía que debía ser cuidadoso y estratégico para no poner en peligro a Gabriel y Emilia, pero también sabía que no podía dejar que Laureano siguiera manipulando la situación. Al día siguiente, Luis Carlos organizó una reunión con Laureano en un lugar neutral. Cuando se encontraron, Laureano intentó mantener su compostura habitual, pero Luis Carlos podía ver una chispa de nerviosismo en sus ojos. —Laureano, creo que tenemos algunas cosas que discutir —dijo Luis Carlos, su voz firme y decidida. Laureano levantó una ceja, fingiendo sorpresa. —¿De qué estás hablando, Luis Carlos? Luis Carlos lanzó los documentos sobre la mesa entre ellos. —No juegues conmigo, Laureano. Sé que tienes algo que ver con la desaparición de Gabriel y Emilia. Y tengo pruebas. Laureano miró los documentos, su rostro palideciendo ligeramente. Intentó recuperar su compostura, pero Luis Carlos no le dio la oportunidad. —Voy a descubrir toda la verdad —continuó Luis Carlos—. Y cuando lo haga, te aseguro que pagarás por todo el daño que has causado. Laureano trató de responder, pero Luis Carlos se levantó, dejándolo con sus pensamientos y la creciente sensación de que su plan estaba empezando a desmoronarse. Luis Carlos salió de la reunión con una determinación renovada.
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