La espera se había hecho un poco larga, pero para Karina había valido la pena, porque en cuanto el sonido del camión estacionándose fue como música para sus oídos. Ella abrió de inmediato y les indicó que habían llegado al lugar correcto.
Karina y Evie esperaban en la sala, mientras los fontaneros, que eran dos hombres de mediana edad con uniformes azules, comenzaron a revisar las goteras en el dichoso pasillo que conducía al sótano.
La joven se tomó el trabajo de explicarles con nerviosismo sobre la situación, mientras intentaba no respirar el persistente olor metálico que se impregnaba en el aire. Los dos hombres entraron hasta el sótano para revisar y analizar una muestra del líquido que caía con lentitud, pero constante. Al salir del sótano se dispusieron a hablar.
—Señorita, por lo que nos dice, parece que hay alguna fuga de agua que desprendió óxido en las tuberías —comentó el fontanero más alto—. Necesitaremos revisar el segundo nivel para confirmar si solo es de esa área o se está expandiendo a toda la tubería general.
—Claro, hagan lo que sea necesario, ustedes son los que saben, nosotras solo queremos saber cómo solucionar el problema —dijo Karina, aliviada de que la opinión de los hombres fuera óxido, lo cual era lo más lógico y al fin pudo respirar mejor. A lo mejor el hedor metálico se debía a la antigüedad de dicha construcción.
Fue tanto el alivio de Karina que se reclinó al lado de Evie, quien le dio unas palmaditas amistosas para mostrarle apoyo, mientras los fontaneros subían las escaleras para disponerse a dar un mejor diagnóstico. Las dos mujeres caminaron detrás de ellos, con la curiosidad invadiéndolas, Karina subía con dificultad pero lograron llega hasta allí.
—Ya verás que todo tendrá una buena solución —susurró Evie, mientras caminaba al lado de Karina.
—Yo sé que esto se solucionará, Evie... si la remodelación de este lugar está en camino, pero esto solo me dice que tendremos que comenzarla ya y de raíz —comentó Karina.
—¿De veras van a remodelar? —Evie agrandó sus ojos con sorpresa.
—Sí, ya no puedo esperar porque esta casa sea otra, en serio, creo que ahora puedes comprenderme, obviamente —se quejó Karina, entre risas.
—Por supuesto... es razonable —musitó Evie con seriedad.
Justo cuando los dos hombres, comenzaron a acercarse al cuarto de baño para poder dar una mejor explicación y sugerir posibles soluciones, la puerta principal se abrió y Abel entró a la casa con paso rápido y una expresión alterada en su rostro.
Él subió corriendo las gradas y alcanzó a todos allí arriba, su respiración era fuerte y Karina miró sus ojos, porque conoció el estado casi afligido de su prometido.
—Buenas tardes a todos, mi amor —dijo Abel para saludar a su prometida con un beso en la frente y entró al cuarto de baño.
Karina quería entender qué le pasaba, pero no podía leer del todo sus acciones e intenciones, otra vez su comportamiento era fuera de lo normal.
—Disculpen, señores, agradecemos su tiempo, se les pagará por eso, pero no necesitaremos sus servicios hoy —dijo Abel, con tono decidido y en parte, demandante.
Los fontaneros detuvieron su labor, un poco descolocados. Evie levantó una ceja y observó como Karina miraba a Abel con la confusión llenando todos sus sentidos.
—Pero, ¿qué está haciendo? —preguntó Karina a Evie entre susurros, mientras se acomodaba su corto flequillo, en reflejo de su nerviosismo.
Ella, decidida entró al cuarto de baño para incluirse en la plática.
—Mi amor —Karina sonrió con suavidad para ocultar su consternación—. Como puedes ver, ellos están aquí para arreglar las tuberías.
Los dos hombres asintieron casi en sincronía.
—Así es, señor, ya casi identificamos el problema y creemos que les podemos dar una solución efectiva —aseguró el hombre más bajo de estatura, mientras se sobaba la barba.
—Sí, ya lo sé y se los agradezco, pero... —Abel hizo una pausa para buscar las palabras adecuadas—. Prefiero encargarme personalmente por ahora y más adelante les prometo llamarlos para zanjar este problema.
—Pero, cariño... ¡Ellos pueden dar la solución ahora mismo! —respondió Karina, rayando en la desesperación.
—Amor, confía en mí, ¿quieres? —dijo Abel entre dientes y parpadeó un par de veces para hablar a Karina en un lenguaje no verbal—. Podemos manejarlo nosotros ahora.
Abel miró a Karina con suavidad y determinación, tomó sus manos para intentar calmarla.
—Bueno, señor... como usted quiera —dijo uno de los fontaneros con un dejo de incredulidad—. Si cambia de opinión, llámenos.
Los fontaneros comenzaron a recoger sus herramientas, mientras Karina y Evie los miraban en silencio. Abel no soltaba las manos de Karina, no deseaba aturdirla más de lo que ya se encontraba y con la misma la abrazó para hablarle al oído.
—Karina, sé que esto te pareció extraño, pero necesito que confíes en mí —dijo y la resonante voz de él la relajó un poco más.
—Está bien, Abel, solo espero que sepas lo que haces —respondió Karina, en un suspiro de resignación.
Todos comenzaron a bajar las gradas para despedir a los fontaneros, Abel cargó a Karina y Evie iba detrás de ellos. Los hombres al fin se retiraron y la atmósfera en la casa quedó cargada de tensión entre Abel que sostenía en brazos a Karina; se miraban intensamente, teniendo una especie de discusión con la mirada.
Evie se sintió un poco fuera de lugar y carraspeó para llamar la atención de la pareja de enamorados.
—Si necesitan ayuda, ya saben que estoy acá al lado, no duden en llamarme —intervino Evie, con suavidad en su voz.
Ambos voltearon a ver a la rubia y Karina se golpeó con suavidad la frente, cayendo en cuenta que ella seguía allí. Abel fijó la mirada en Evie y ella también le sostuvo la mirada.
—Abel... ¿no vas a saludar a Evie? —inquirió Karina, apenada por tanto silencio de por medio.
Él sacudió un poco su cabeza, como volviendo en sí de alguna especie de trance.
—Lo siento, hola Evie, cuánto tiempo, sigues igual, no has cambiado nada —dijo Abel con seriedad mientras extendió la mano a su vecina sin soltar a Karina.
—Sí, eso mismo opino —respondió Evie, con una sonrisa relajada—. Solo quise ayudar a tu novia, eso es todo.
Abel asintió, pero por alguna razón ambos se quedaron viendo fijamente. Karina sintió aquella tensión extraña e intervino con una risa suave para hablar.
—Es que en serio, no sabía a quién recurrir y has sido un gran apoyo en mis crisis cuando Abel no ha estado en casa —Karina dijo un poco cohibida, no quería ser una molestia para nadie, menos para la amable rubia.
—No ha sido nada, Karina, para eso estamos los vecinos, para apoyarnos —asintió Evie para comenzar a caminar hacia la salida.
—Muchas gracias por cuidar de ella —respondió Abel con un tono seco.
Karina le pidió a Abel que la bajara para encaminar a Evie hasta la salida. Ambas se despidieron con un abrazo y la joven cerró la puerta y se giró para recostarse en ella y así quedarse parada mirando con seriedad a su prometido desde la distancia para confrontarlo.
—Abel, ya no más secretitos ¿Crees que no me doy cuenta de lo distinto que estás? Necesito que me expliques qué es lo que pasa ¿Qué te pasa a tí? —Karina se cruzó de brazos con el ceño fruncido, ya no deseaba respuestas esquivas, exigía la verdad.
Abel tragó grueso para preparar su respuesta.
—Y, ¿si te digo la verdad, me comprenderás? Quizá no te guste y eso es lo que temo —soltó Abel y eso solo afligió más a Karina.