Lady Elizabeth no contaba con que a todas horas ella era vigilada por uno de los empleados de su esposo, Edward de York, quien no perdía ni un solo detalle de los movimientos de ella, así es como el magistrado del rey se enteró de la entrevista secreta que Elizabeth le solicito al conde de Oxford. Saber de qué se trataba aquel secretismo era ahora el punto vital a descubrir. ―Investiga todo lo referente a ese conde, ya sabes a qué me refiero si está involucrado en asuntos poco lícitos que yo me encargo de los infórmenes que me puedan dar sus casas ―dijo el procurador con acento letal. ―Cuente usted con eso, mi señor, en dos días le tendré todos los infórmenes correspondientes ―contesto el codicioso empleado, que habiendo percibido el olor de un excelente negocio ponía mayor empeño en com