Habiendo pasado la barrera, el postillón se encontraba ya fuera de Londres, siguiendo la ruta de Normandía, hacia el mar. El conductor dejaba resbalar su látigo de vez en vez sobre los caballos instándole a ir más deprisa, el primer relevo estaba cerca por lo que aspiraban con tranquilidad sabiéndose cada vez más alejados de esa vida que les separa. Lady Elizabeth se sentía dichosa, el conde parecía alcanzar la gloria mientras la llevase de su mano y le proclamará cada palabra de amor y adhesión total. —¡Ah! —dijo Elizabeth respirando profundamente—, ya estamos fuera de Londres. —Sí, amiga mía, el rapto es bello y bien consumado, sin demoras y con todo éxito —respondió el conde embriagado por la felicidad que le recorría. —Sí, pero sin violencia ―susurro ella. —Lo haré valer como circ