La desesperación bullía en el pecho del conde, los sentimientos de angustia, terror y dolor se apoderaban de su mente mientras sentía la presencia de la muerte instalarse una vez más en medio de los dos, temía que ya hubiesen arrancado la vida de Elizabeth que se mantenía con los ojos cerrados, sin embargo, el color de sus mejillas la alertaba de la vida aun corriendo en sus venas. Tiraba una y otra vez tratando de liberarse, pero todo era en vano, sus fuerzas no eran suficientes, al igual que el dinero y el oro que le vendieron, la falsa promesa de que esta vez todo, sería diferente. ―No, conde, ella aún vive, quiero que veáis el miedo en sus ojos, quiero que sintáis la misma frustración que yo cuando me entere de la traición ―comento el procurador, mirando la manera en como el conde es