Todo lo que nos separa

Capítulo 5

Pasamos horas tumbados en la cama, observando el cielo estrellado a través de la ventana abierta. Era como si el tiempo se hubiera detenido y estuviéramos atrapados en una burbuja de intimidad, alejados del mundo exterior y de todos nuestros problemas.

Martin rompió el silencio suavemente: —Val, recuerdas aquella vez cuando éramos niños y soñábamos con escaparnos juntos, recorrer el mundo y mirar todas las estrellas que pudiéramos?—Asentí con la cabeza, una sonrisa nostálgica en mi rostro.

—Sí, cómo olvidarlo. Siempre hablábamos de eso.—Él tomó mi mano y la apretó suavemente.

—Sabes, en todos estos años, eso es lo único que nunca he dejado de desear.—

Me quedé sin aliento ante sus palabras y la mirada intensa que me lanzó. Ahora sabía que ambos teníamos sentimientos muy profundos el uno por el otro. Pero el miedo y la confusión todavía se interponían en nuestro camino.

—Martin, entiendo que no quieras apresurarte, que quieras ir despacio, pero no quiero perder esta oportunidad de estar juntos de nuevo. Hemos pasado tanto tiempo separados, y no quiero dejar que el pasado y el miedo nos detengan.— Él asintió con una expresión comprensiva en su rostro.

—Tienes razón, Val. No quiero que el pasado nos detenga tampoco. Pero, por ahora, permíteme disfrutar de este momento contigo. Estar aquí, a tu lado, es todo lo que he deseado durante tanto tiempo.— Me acurruque más cerca de él, sintiendo su calor y su presencia reconfortante. Pasamos el resto de la noche juntos, compartiendo historias de nuestros años separados, riendo y llorando, como solíamos hacer de niños.

Al final, cuando el cansancio finalmente nos venció, nos quedamos dormidos abrazados, con la promesa silenciosa de que el futuro aún tenía muchas estrellas por descubrir para nosotros. A pesar de los desafíos que enfrentaremos, estábamos dispuestos a enfrentarlos juntos, sin importar lo que el destino nos tuviera reservado. Era un nuevo comienzo para nosotros, y esta vez, iba a hacer todo lo posible porque esto funcionara, no iba a huir.

…

El sol me estaba quemando la mejilla, intenté taparme con la sábana, aunque no encontré ninguna. Cuando me moví sentí su cuerpo sobre el mío. Atrapándome en mi lugar, para que no fuera a ninguna parte. Estaba boca abajo y él con su cabeza en mi espalda, su brazo sobre la curva de mi espalda, un poco más arriba de mi trasero y su pierna entre las mías, su cabello me hacía cosquillas en el hombro. Sonreí, porque no quería moverme, no deseaba ir a ninguna parte.

Abrí los ojos de golpe.

—Maldita sea— exclamé, Martin jadeo sujetándome más contra él— Lobo— intente salir de debajo de él— es de día, se me ha hecho tarde– dije, se tomó su tiempo para moverse. Al quedar libre me puse en pie y me puse mis sandalias.

—¿A dónde vas? — levante la cabeza para mirarlo, lo observe unos segundos, apenas había abierto los ojos y la luz del sol le daba directamente en ellos, que los hacía ver más claros, su cabello estaba sobre la almohada en todas las direcciones.

—Es de día, papá va a matarme si se da cuenta. Es cierto que soy adulta ahora, pero no creo que le haga mucha gracia saber que he pasado la noche contigo— se asomó una sonrisa en sus labios, se movió en la cama y me atrapó por la muñeca, me jalo para que cayera en la cama.

—Buenos días— susurró antes de darme un beso. No pude ocultar mi sonrisita de tonta.

—Buenos días— le respondí antes de besarlo.

—¿Tienes muchas cosas que hacer hoy?

—No, solo unos trabajos que revisar y ayudar a papá en algo ¿Por qué? — me dio un corto beso en la mejilla derecha.

—Quiero llevarte a un lugar.— lo mire a los ojos por un segundo. ¿Cuántas veces había fantaseado con esto?

—Después que le ayude a papá podemos irnos.

—Bien, ponte ropa cómoda. —lo mire intrigada— sí, vamos a caminar mucho– suspiré ruidosamente.

—Está bien, ahora déjame ir o no iremos a ninguna parte.

—No quiero— lo volví a besar y aproveché para escapar. —no es justo— lo escuche gritarme desde el cuarto.

Corrí todo el trayecto hasta la casa de la abuela y la encontré sentada en la terraza tomándose una taza de café, me detuve de golpe al verla, ocultó su sonrisa detrás de la taza blanca, pero vi como levantaba las cejas.

—Abuela— susurre, subiendo los escalones.

—Sí, cariño— bajo la taza y pude verla con una sonrisa.

—¿Papá está despierto?

–Creo que no, no lo he escuchado levantarse— continuaba con su sonrisa, aunque intentaba disimular.

—¿Podrías no decirle nada de esto? —ella se hizo un zíper en la boca, le sonreí, me acerque a ella y la bese en la mejilla— eres la mejor.

—Lo sé— entré en la casa y fui a la habitación para bañarme y ponerme ropa, antes de que papá despertara.

...

Me pasé la mañana revisando mi correo, respondiendo algunos, corrigiendo varios artículos en los que estaba trabajando, y leyendo los comentarios en mi revista digital. Estaba trabajando en el nuevo número, pero me faltaba una historia que le diera un giro diferente a este número, seguía sin tener ninguna buena idea, quería un artículo especial, algo que signifique algo para mí. Levante la mirada cuando capte movimiento por el rabillo del ojo. Martin estaba apoyado en el marco de la puerta, con sus brazos cruzados. No nos habíamos visto desde que escapé esta mañana de sus brazos, me sonrió, comenzaba a amar aquella sonrisa que no solía dar.

—Hola— dije, me quité los audífonos. él me miró fijamente unos segundos, luego su mirada se desvió hacia abajo y su sonrisa desapareció.

—Hola— no había ninguna emoción en su rostro, eso era de las cosas que más me intrigaban. Cómo podía dejar su rostro tan sereno, pero que a la vez sus ojos dijeran tanto. Iba vestido como siempre, un suéter n***o, pantalones cortos y unas converse negras, con el cabello recorrido en un chongo. Se había afeitado. Quise levantarme y cruzar esa distancia para que me abrazara y besara. —¿Dónde está tu anillo? —señalo mi mano, para mis 15 años me regaló un anillo hecho por sus propias manos en madera de coco, el cual tenía estrellas que él le dibujó. Me miré la mano. Olvide por completo que no lo llevaba, que no me lo lleve a España porque sería un recuerdo muy doloroso.

—Mamá me lo guardó— asintió—se lo dejé a ella porque sabía que me lo guardaría.

—Ya veo— quería decirle porque no lo llevaba puesto, pero mis hermanos salieron de la casa en ese momento y lo saludaron. —¿Nos vamos?

–¿A dónde van? – les pregunté.

—Martin va a llevarnos a comprar unas cosas. —Dan fue el que respondió.

—¿Por qué no me dijeron? — los mire a los tres.

—Es un viaje de chicos— Dan me sonrió, Dios, se parecía tanto a su padre cuando sonreía así.

— papá te espera en el estudio.— me giré al escuchar la voz de mi pequeño hermano.

—No es justo—me quejé, cerré la laptop antes de pararme y entrar en la casa.

Papá estaba de pie en medio del estudio, había movido los muebles.

—Hey— me pare a su lado— ¿Qué haces? — le pregunté, tenía las manos en sus bolsillos delanteros, se encogió de hombros y suspiro.

—Son míos— dijo, seguía mirando los estantes— todos ellos, mi papá me los heredó, pero nunca tuve el valor para moverlos de su lugar— le pasé el brazo por la cintura. —pero ya es hora de hacer algo con ellos. ¿Quieres alguno de ellos? —mire los libros.

—No lo sé, tendría que verlos más detalladamente.

—¿Quieres ayudarme a empacarlos? —asentí, me dio un beso en la frente.

—Claro que sí.

—Voy a quedarme con algunos y los otros los llevaré a escuelas públicas.

—Manos a la obra, entonces. ¿Podemos poner algo de música? — lo solté y me dirigí a la estantería más cercana.

—Eso no se pregunta– sonreí, papá fue a poner música. Una de las cosas que heredé de él, fue su gusto por la música, que fue heredado del abuelo y me encantaba compartir eso con él. Esa afinidad nos ha unido para siempre, antes, cuando era niña vivía cantándome para que yo dejara de llorar o me llevaba a dar largos paseos en su Jeep mientras escuchábamos música, sin la necesidad de hablar.

Esa misma relación construí con Martin, yo me le aparecía en su casa por las tardes y pasábamos horas escuchando música sin tener que hablar, en las noches nos recostábamos en la hierba a mirar las estrellas, con los auriculares puestos, contando y nombrando cada una de ellas.