Celia caminó mecánicamente al día siguiente. No pudo evitar pensar en el hombre peligrosamente guapo, el hermano de Apolo.
Fue uno de los encuentros más extraños que había tenido, pero al mismo tiempo, no pudo evitar sentirse extraña por toda la prueba. Cuando se separó de él, esperaba algún tipo de alivio al poder alejarse del hombre que literalmente gritaba peligro, en lugar de eso, sintió un arrepentimiento instantáneo.
Su beso había encendido algo dentro de ella y aunque era de las que analizaban demasiado cada pequeña cosa, era un rasgo de su persona, no podía mantener un pensamiento coherente en su mente. Todo lo que podía hacer era reproducir la escena una y otra vez.
Fue a clases, habló con sus pocos amigos y se fue a su casa, era su rutina habitual pero esta vez se sentía fuera de lugar. No podía explicar por qué de repente se sintió así, pero sabía que tenía mucho que ver con dos ojos azules profundos. Quizá el hecho de que muchas mujeres del pueblo, como Rachel y Marta, sus únicas amigas, siguieran comentando la belleza del ejemplar, la había ayudado a profundizar más en esta situación.
Pasaron los días y poco a poco retomó su rutina habitual. Descartó todo tipo de pensamientos traviesos y se concentró en su tarea y lectura.
No se había atrevido a poner un pie en el puente. Seguía preguntándose qué pasaría si regresaba allí y lo encontraba.
¿La besaría de nuevo? Y sobre todo, ¿lo dejaría?
XXX
Punto de vista de Axel
Axel levantó la vista del Mini Cooper abollado en el que estaba trabajando cuando escuchó que alguien lo llamaba. Suspiró molesto y se alejó del auto. Cuando comenzó a caminar hacia el frente de su estudio, notó la silueta de la mujer que lo llamaba por su nombre.
Era alta y delgada, con su largo cabello atado con fuerza en una cola de caballo. Estaba igual que el día que la vio por última vez, tal vez incluso más joven. Axel no pudo evitar levantar una ceja ante la apariencia de Marissa, desde su rostro y maquillaje hasta la ropa que vestía. Una camiseta sin mangas y una falda que apenas llegaba a su muslo eran las únicas prendas que cubrían su cuerpo.
Cuando lo vio, una sonrisa lobuna apareció en su rostro.
—Bueno, si no es más que el ídolo de la ciudad— lo saludó. Su voz era suave y tersa, pero para los oídos de Axel bien podría haber sido navajas de afeitar contra una pizarra.
—Mari— respondió con frialdad.
Sus labios hicieron un puchero y lo miró con picardía.
Algunas cosas nunca cambian...
—Axel, ¿te mataría ser un poco más cálido con una vieja amiga? Vine tan pronto como supe que saliste de prisión.
—No somos amigos— le recordó él, pero por supuesto ella optó por ignorar su declaración.
Ya no miró a la hermosa rubia, encontró inútil la acción. En cambio, su atención estaba cautiva por una mancha en su camisa, una mancha que estaba decidido a mirar hasta que ella desapareciera de su vista.
—Oh, es cierto, esa noche fue una clara indicación de que no somos amigos— extendió la mano y tocó su brazo desnudo y musculoso, dejando que sus uñas se deslizaran sobre su piel, dejando líneas rojas que quedaron marcadas segundos después de que sus uñas se arrastraran hacia abajo por su brazo— Has sido demasiado terco desde entonces.
—Quita tus garras de mi cuerpo, no estoy de humor para ti— Su mano agarró su muñeca y la apartó de su cuerpo.
Ella no estaba acostumbrada al rechazo y por eso no permitió que su orgullo admitiera la derrota con este hombre, así que, naturalmente, lo intentó de nuevo. Sacó la mano de su agarre y la presionó contra su pecho cubierto. Sus dedos se deslizaron dentro de sus jeans negros, pero antes de que pudiera agarrar su virilidad, Axel la apartó de nuevo. Esta vez con un poco más de vigor.
—No me toques. No me repetiré de nuevo— No levantó la voz, no necesitaba hacerlo. El mensaje fue alto y claro, no era alguien a quien quisiera poner en su lado malo y por eso renunció.
—Pero Axi, ¿no extrañas estar con una mujer?
¿Axi? ¿En serio? Casi se estremeció ante el apodo.
Miró su entrepierna y se lamió los labios provocativamente. No hace falta decir que la acción aún no le atraía, sino que le resultaba bastante repulsiva.
—Pasamos una noche juntos, ni siquiera eso, unas horas como mucho, y eso fue hace más de seis años. Aprende a rendirte, la desesperación no atrae.
Ella lo miró fijamente. No había cambiado mucho, seguía siendo el mismo tonto obstinado. Pero todavía lo quería. Había probado este poderoso cuerpo y aunque había durado seis años, quería más. Quería estar debajo de él otra vez.
Con un resoplido de frustración, giró sobre sus talones y salió de su taller.
Axel negó con la cabeza y caminó hacia el auto. Empezó por quitar el parabrisas, sus movimientos fluidos y precisos. Lanzó los clavos alrededor del borde del parabrisas, quitó la moldura y retiró lentamente la ventana con ventosas, pero antes de que pudiera pasar a colocar la nueva parte, escuchó otra voz que lo llamaba.
Suspiró molesto. Incapaz de creer lo terca que era la mujer, se limpió las manos sucias en su camiseta blanca y se dirigió de nuevo al frente de su taller.
—¿No te dije que la desesperación no es atractiva?
—¿Perdón?— Gritó una voz femenina.
Axel la alcanzó en segundos y casi al instante sintió que el aire abandonaba sus pulmones. Esta vez no fue Mari. De pie allí, con un vestido n***o y botas con tacos, estaba la mujer que había dejado libre unas noches antes.
No la había visto desde el incidente en el puente, pero ciertamente no la había borrado de su memoria. Había seguido su consejo esa noche y había ido al pub local después de que lo dejara solo en el puente como un idiota. El resto de su noche fue insatisfactoria, por decir lo menos.
La mujer que había traído a casa era una cabeza hueca, su voz aguda y sus gemidos lo habían apagado después de unos minutos. Se detuvo lo más rápido que pudo y le devolvió su ropa mientras ella intentaba volver a ponerlo en la cama. Él se había ofrecido a llevarla a casa, pero se negó, así que le ofreció dinero para un taxi pensando que debía estar avergonzada por su insuficiencia, pero la mujer anónima solo lo miró y salió de su casa con sus tacones magenta abrazándola.
Las desesperadas, no eran realmente su tipo.
XXX
Punto de vista de Celia
—¿Qué haces aquí?— Sus ojos se abrieron como platos y se sorprendió. Celia no podía creer que lo había vuelto a encontrar.
Sin embargo, eso no debería haber sido increíblemente impactante, la ciudad no era tan grande.
Axel se rió de su confusión.
—Trabajo aquí— Hizo un gesto hacia el resto del sitio mientras explicaba.
Los labios de ella formaron un pequeño y tonto 'oh' y miró a su alrededor, dejando que incluso los pequeños detalles se hundieran en su mente.
—Bueno, mi auto se descompuso y me preguntaba si podrías arreglarlo.
El asintió.
—Por supuesto, tendré que echarle un vistazo primero, pero no hay muchas cosas que no pueda arreglar.
Ella se rió de su tono arrogante. ¿Honestamente pensó que era estúpida por irse esa noche? La idea de dejar que este hombre jugara con su cuerpo sería lo suficientemente satisfactoria como para ayudarla a olvidar, al menos por unos momentos, todo lo que la perseguía... Era ridículo de su parte.
Pero, por el momento, se arrepintió de no haber cedido.
Tal vez si volviera a surgir la oportunidad, podría intentar un enfoque diferente.
Quería golpearse la cabeza contra la pared repetidamente por tener esos pensamientos, pero su negativa a aceptar su deseo no le ofreció ningún consuelo.
El dolor había regresado en el momento en que lo vio.