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Segundas Oportunidades

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Blurb

Las aventuras de una noche están destinadas a ser simples, sin complicaciones.

Pero cuando él regresa a su hogar despues de salir de prisión, una noche con ella se convierte en algo más. Consumido por el deseo de poseerla y buscar venganza, descubre que las cicatrices de aquella mujer están más grabadas que las de su alma.

Siguelos en su viaje para descubrir que el amor puede más que una venganza.

Y esperemos que lo descubran antes de que sea demasiado tarde.

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Encuentro
Bellas lectoras por favor leer la nota de autor. XXX "Diría que mi tema siempre ha sido el paraíso perdido, siempre la causa perdida, el líder perdido, la utopía perdida". -Marguerite Young. Celia estaba sentada en el auditorio, en un asiento cerca de la gran ventana que le permitía contemplar el cielo del atardecer. El objeto de su fascinación había sido pintado con una mezcla de colores pastel y había aparecido un arcoíris tras la continua lluvia. Casi se rió de la falsedad de esta imagen. En la vida real, la lluvia representaba los problemas que seguían a las personas, no se disolvía en la belleza sino en el dolor. Ella, por desgracia, lo sabía demasiado bien. Echaba mucho de menos la lluvia, a pesar de que vivía en Inglaterra y como sabemos, en el país no falta la llovizna. Tal vez sería justo decir que extrañaba la lluvia casi tanto como extrañaba su antiguo hogar. Lo extrañaba terriblemente, pero no era algo por lo que pudiera morir. Era consciente de que no había estado prestando atención a las palabras que salían de la boca de su profesor de filosofía, solo había recogido fragmentos del tema de la conferencia y en lugar de preocuparse por la diferencia entre Aristóteles, Platón y cómo su enfoque diferente de ciertos temas creó una era completamente nueva de puntos de vista filosóficos, pensó en su hogar. El lugar que había dejado cinco años antes de instalarse en un pequeño pueblo en las afueras de Londres. Acababa de cumplir dieciocho años cuando se vio obligada a comenzar una nueva vida lejos de todos los recuerdos tóxicos que el viejo lugar tenía para ofrecer. Viajó mucho por Europa, durante aproximadamente un año, dejándose caer dónde se sintiera más cómoda para empezar de nuevo. Aprendió mucho sobre las culturas mediterráneas, siendo mitad italiana, siempre había sentido un profundo anhelo en su corazón cada vez que miraba las aguas azul oscuro del Mediterráneo y, sin embargo, no eligió un entorno familiar. Se enamoró de los cielos grises, las calles gráficas y la arquitectura de Inglaterra. Todo le resultaba familiar, y en la primera oportunidad que se le presentó, se matriculó en una universidad para estudiar filosofía, como siempre lo había planeado. Lo primero que le preguntaron fue cuál era su ambición al estudiar allí. Ella había tratado de ser lo más honesta posible y dijo que no tenía ninguno, que solo quería vivir tranquila y nunca soñar en grande, porque eso era lo que le habían pedido desde el principio en una edad más joven, ademas los sueños son frágiles y pueden desmoronarse fácilmente como hacen las personas que se permiten soñar. Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando el profesor levantó la vista de sus notas y comenzó a hablar de nuevo. —Todos los grandes filósofos se han preocupado de alguna manera. Todo genio está un poco loco, por decir lo menos. Todos llevamos un equipaje emocional, algunos de ustedes pueden saberlo por experiencia personal y de ahí es de donde extraemos el arte. Dolor, miseria, locura, violencia. ¿Alguna vez han escuchado que el arte nace de los corazones, las flores, de la paz o del amor? Dejenme decirles que el verdadero arte, no lo hicieron de esta forma porque no puede retratar la verdadera escencia del ser humano, el verdadero arte es parte de tu alma y si la pierdes, nunca la recuperas. ¿Adónde voy con esto? Bueno, quiero enfatizar que la filosofía es un arte— dijo el Sr. Ross. Celia por lo general nunca se molestaba en aprender los nombres de sus maestros, creía que como ellos nunca la conocerían ni recordarian su cara, no tenía que aprender nada más sobre ellos. Sólo le importaba lo que pudiera aprender. A ella se le consideraba solo un número en un expediente y algunos datos básicos, su educación previa, su acta de nacimiento y demás datos sin sentido, no era una persona con pensamientos y pasiones. Pero con este profesor no podía dejar de saber ese detalle, su nombre era algo que podía recordar fácilmente, ya que era el único maestro que tenía un conocimiento profundo de las cosas que enseñaba. Otros no eran como él. Ella no culpó a nadie por eso, sinceramente, así funcionaba el sistema educativo. Tal vez solo estaba amargada, por lo que no podía soportar cuando sentía que sus deseos eran reprimidos. Le gustaba la filosofía pero odiaba a la gente que tomaba los mismos cursos que ella, esos cabrones pretenciosos que se creían saberlo todo, en fin, se odiaba a sí misma porque ¿quién podía ser más pretencioso que una joven de convicciones tan fuertes? Celia se dio cuenta de que se había alejado de la conferencia nuevamente porque estaba perdida en sus pensamientos y volvió su atención al profesor. —Las próximas cinco conferencias se centrarán en situaciones difíciles en las que las personas continúan encontrándose y nosotros contaremos con cinco ponentes diferentes que vendrán aquí a hablarles de cada situación para que estén mejor preparados. Bien, la clase terminó, pueden irse. Se levantó lentamente, todavía un poco aturdida, y se puso su chaqueta de cuero negra antes de tirar sus libros desordenados en su mochila y salir. Empezó a caminar por las calles llenas de gente, sin un destino específico en mente, dejando que sus ojos color avellana escanearan algunas tiendas y sus escaparates durante unos segundos antes de seguir adelante. No pudo caminar por más de cinco minutos cuando se encontró afuera de su salón de tatuajes favorito, Olimpo. Abrió la puerta y entró. Un silencio ensordecedor llenó sus oídos. No era posible, Apolo siempre escuchaba música cuando trabajaba. Se acercó a la recepcionista, Rachel, y le explicó que quería terminar su media manga. Rachel la miró sorprendida. —Lo siento muñeca, el jefe no está aquí hoy. ¿No lo sabes?— Celia negó con la cabeza — Bueno, su hermano llega hoy a casa y se tomó el día libre. —¿Hermano? Apolo le habría dicho que tenía otros hermanos además de Eros, ¿no? Después de todo, eran amigos. Los ojos de Rachel adquirieron un brillo que solo podría describirse como travieso y sonrió. —Oh sí, el todopoderoso Axel, un chico muy guapo. Me sorprende que nunca hayas oído hablar de él, es bastante famoso por aquí... O sería apropiado decir bastante infame— añadió después. Celia no sabía que decirle a la recepcionista pelirroja, parecía estar en un estado de sueño, probablemente pensando en ese tal Axel. Tuvo que resistirse a poner los ojos en blanco, encontraba increíblemente tonto cuando las mujeres halagaban a los hombres. No podía ser tan especial. Se aclaró la garganta, tratando de llamar la atención de Rachel nuevamente. La recepcionista la recompensó con un grito de sorpresa, como si acabara de notar su presencia. —Seguro que es genial, Rachel. ¿Podrías decirle a Apolo que quiero una cita para terminar con esto?— Hizo un gesto hacia su brazo izquierdo cubierto. Raquel asintió. —Claro muñequita, le diré cuando vuelva. Celia sonrió con placer. —Gracias, nos vemos luego— Saludó a Rachel antes de dirigirse a la salida. Ni siquiera observó dentro de la tienda, se sabía cada pequeño detalle de memoria. Sabía que había pinturas decorando el pasillo, gracias a uno de los compañeros de clase de Apolo y pintor de fama mundial, Miguel Vasquez. Sabía cuánto amaba los viejos discos de vinilo que tenía esparcidos por la habitación donde pasaba la mayor parte del tiempo. También sabía cómo cada tatuaje que creaba se recreaba en un lienzo, dejado en el desván. —Cuando quieras muñeca— Gritó Rachel, esperando que su voz llegara a la joven antes de irse. Rachel era consciente de que era poco probable que Celia la hubiera oído, la mujer ya debía haberse puesto los auriculares. Amaba tanto la música que no podía salir de su casa sin agarrar su viejo reproductor de mp3, era más una necesidad para ella que cualquier cosa que la gente pudiera apreciar. Y por supuesto, no había escuchado una palabra. Siguió caminando, pasando a través de las personas que la hacían sentir increíblemente pequeña. Finalmente, llegó a su vecindario, pero antes de que pudiera cruzar la calle, una motocicleta salió de la nada y casi la atropella. La calle estaba prácticamente desierta, pero el conductor del vehículo actuó como si estuviera huyendo de alguien, o tal vez de algo. Tal vez estaba buscando la libertad. El conductor se detuvo después de casi golpear a la joven. Se quitó el casco y lo dejó caer sobre la grava antes de correr hacia la belleza de cabello oscuro que miraba la acera con incredulidad. —¿Estas bien?— Preguntó mientras se acercaba a su lado. Debería haberse enojado porque ella estaba cruzando la calle sin mirar si venía alguien, pero cuando la mujer lo miró, todo lo que pudo hacer fue mirar esos hermosos ojos color avellana que parecían los de un ciervo. Oh vamos chico, prepárate para una buena pelea con esta belleza, hijo de puta. La mujer lo miró fijamente, la ira escapando de ella. —¿Que si estoy bien? Casi me matas, maníaco. —Bueno, si estuvieras mirando por dónde ibas, tal vez no hubieras estado en peligro— dijo, su acento se hacía un poco más fuerte cuando se enojaba No pudo evitar mirar al hombre. No quería apreciar la belleza de un hombre tan arrogante como él, pero no podía evitarlo. Sus ojos eran de un azul brillante, casi eléctrico, y su cabello era n***o como la tinta que llegaba hasta el cuello de su chaqueta de cuero. Su nariz estaba un poco torcida, pero eso solo se sumó a su atractivo y la mirada seductora que llevaba sin esfuerzo. No tenía nada que envidiar al David de Miguel Ángel ni a ninguna otra representación de la perfección masculina. Se obligó a cerrar los ojos para salir de la pequeña neblina de ensueño en la que acababa de encontrarse. —Oh vete a la mierda…— dijo mientras sus palabras se registraban en su mente. Él la estaba culpando de casí matarla y ella lo comparó con una obra de arte. Celia se alejó del hombre sin nombre y comenzó a caminar en dirección a su destino deseado. Axel se rió entre dientes cuando la pequeña cosita se alejó de él. —Ten cuidado con los maníacos— le gritó, mientras desaparecía de su vista.

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