Gabriela
Varios días antes…
Siempre pensé que las malas noticias llegaban con una tormenta, con el cielo llorando a cántaros, un día tan gris como jamás se haya visto, pero no.
Era un buen día.
Estaba sentada en una oficina impoluta, con un sol radiante afuera, cuando mi mundo comenzó a desmoronarse.
Cuando me levanté esta mañana, fui positiva, sonreí antes de poner un solo pie en el suelo y pensé en este momento, justo en este momento en el que estoy. Y creí que la noticia que me darían sería buena. ¿Por qué no? De vez en cuando era bueno aferrarse a las cosas positivas, incluso si tu mundo ya ha comenzado a caerse a pedazos. No cuesta nada ser un poco más optimista y eso fue lo que decidí hacer hoy.
No me sirvió de mucho.
El doctor Miralles, con su habitual bata blanca y esas gafas que siempre resbalaban por su nariz, me miró con una mezcla de compasión y profesionalismo, pero yo no veía más que lástima en sus ojos.
⏤Gabriela, hemos hecho todo lo posible, pero... tu hígado ya no responde como debería⏤ Hizo una pausa, quizás esperando a que yo asimilara la primera parte. ⏤Necesitas un trasplante.
Sus palabras cayeron sobre mí como un mazo.
Trasplante.
Una palabra que nunca pensé aplicaría a mí, a mis 22 años, con tantos sueños aún por cumplir. Sentí un nudo en la garganta, pero me obligué a sonreír, aunque mi mundo se estaba desmoronando.
¿Por qué demonios sonreí? Porque no me servía de nada llorar ahora. Tenía que asimilar sus palabras, comprenderlo todo, hacer las preguntas correctas con la cabeza fría y la mente tranquila.
Sí, toda esta situación me hacía un poco ajena a las emociones, como si pudiera tan solo controlarlas a mi antojo, pero esto no, no podía con esto.
Pasé mis dedos por mis mejillas y volví a sonreír, pero mis labios temblaron y yo sollocé, bajando la mirada unos segundos.
⏤Entiendo, doctor ⏤dije luego de unos largos segundos. ⏤ ¿Y cuánto... cuánto costaría algo así? ⏤ pregunté, intentando mantener la voz firme, pero solo salía temblorosa, asustada.
El doctor Miralles suspiró, una sombra de tristeza cruzando su rostro, era consciente de que mi estado económico había decaído considerablemente con cada tratamiento, mes tras mes, sin pausa, sin piedad, agotando todos y cada uno de mis recursos.
⏤Es mejor que hables con el departamento de administración. Ellos te darán todos los detalles. ⏤ En pocas palabras, no quería ser quien me diera otra mala noticia este día.
Me guió fuera de su oficina y me señaló el camino hacia el departamento financiero. Cada paso era más pesado que el anterior. Había gastado cada centavo en los tratamientos anteriores, vendido cosas que nunca pensé que vendería. ¿Cómo podría pagar un trasplante? Mi mente ya sabía que eso era imposible.
La señora detrás del mostrador en el departamento financiero no tenía la misma calidez del doctor Miralles. Me entregó una hoja con cifras, y cada dígito era como un golpe directo a mi esperanza.
Aquí acababa todo.
Sentí que me faltaba el aire al ver la suma total. Casi pude ver mi reflejo en esos números, una imagen pálida y temblorosa.
¿Cómo era esto posible? Jamás en mi vida había tenido tanto dinero, por lo que… no tenía cómo pagar esa cifra.
Era mi fin o el comienzo de mi agonía.
⏤Dios…⏤ no podía decir otra cosa, estos números me habían asombrado más que el mismo hecho de necesitar un trasplante.
⏤Su estado es crítico⏤ dijo la señora con una voz monótona; era algo que yo sabía de sobra, nadie mejor que yo. Se supone que los tratamientos iban a funcionar, era mi esperanza mejor planteada, resultó que no. ⏤Si no se actúa pronto, perderás movilidad y la situación empeorará rápidamente.
Salí de la oficina sintiendo el peso del mundo sobre mis hombros. La cifra del trasplante danzaba en mi mente, un recordatorio cruel de lo lejos que estaba de salvar mi propia vida. Mi vida, que mi vida continuara, ahora se resumía a números, solo eso.
Me apoyé en una pared, cerrando los ojos por un momento, todo me daba vueltas y no por la enfermedad, sino por el miedo a la muerte, la certeza de que jamás conseguiría ese dinero.
¿Cómo había llegado a esto? ¿Cómo podía seguir adelante?
Las lágrimas no dejaban de bajar de mis ojos, como si me sirvieran de consuelo. Las personas que pasaban a mi lado no dejaban de mirarme, pero poco me importaba en este momento.
Mi mirada estaba clavada en el suelo, escuchando cómo caían a trozos las paredes que sostenían toda mi estabilidad, mi confianza y mi fe.
Ya no quedaba nada.
Necesitar un trasplante… era como apresurar mi muerte.
Mientras recorría los pasillos, mi hombro chocó con algo, alguien, no lo sé, no me interesaba, ya nada me importaba.
Sentí una presión en mi brazo que me hizo levantar la mirada, volver a la realidad, pero eso solo logró que todo fue más doloroso.
Alguien me sujetaba, ¿quién?
Las lágrimas en mis ojos me impedían ver con claridad.
Con mi mano libre retiré un poco de aquel líquido que ahora estorbaba mi vista.
Un señor, con más fuerza de la que parecía tener, sujetaba mi brazo.
⏤¿No te disculpas? Me has chocado, ¿qué tipo de educación tienen los jóvenes hoy día? ⏤ sonaba molesto, ¿tan solo porque mi brazo chocó con el suyo?
⏤L-Lo siento…⏤ pero no lo sentía, no me importaba nada, esas palabras solo eran para que me dejara en paz.
⏤Bien, mira por donde caminas. ⏤pareció más tranquilo, incluso me sonrió. Pretendía seguir mi camino, pero él volvió a sujetarme cuando me di la vuelta. Sus ojos verdes se quedaron observándome demasiado tiempo, más del que debería, comencé a sentirme incómoda, no solo por su mirada, también por su mano que aprisionaba mi brazo. ⏤ Te he visto antes⏤ dijo.
⏤Puede ser, casi vivo en este hospital.
⏤Ah, estás enferma.
⏤Pronto no⏤ dije con una sonrisa fingida, recordando mi tragedia.
⏤¿Quieres tomar algo?
¿Qué se supone que pretendía?
¡Obvio que no quiero tomar nada! Tan solo necesito llegar a mi casa, arrojarme en la cama y llorar hasta que se despeje mi alma.
⏤No, gracias.
Él me sonrió de una manera extraña, soltó mi mano y yo me apresuré a irme de allí.
(…)
Presente…
Me aferraba a un recuerdo hermoso, una noche con Oliver, aunque esa noche no empezó siendo perfecta, terminó de la mejor manera.
Había perdido mi virginidad con un apuesto hombre, joven y hermoso, tan sensual como el mismo peligro y… todo un semental.
Mis mejillas se sonrojaban al pensar en esa noche.
Al salir del hospital, veo un coche blanco en la puerta, bajan la ventanilla con vidrios tintados y veo el rostro de aquel hombre, el de hace unos días, quien sujetó mi mano en el pasillo y me invitó a tomar algo. ¿Es que era paciente aquí o qué?
Rodeé el coche para poder seguir mi camino, ignorándolo completamente.
Me dirijo a la parada de taxi. Detrás de mí suena un claxon, miro hacia atrás, viendo de nuevo el coche blanco. ¡¿Pero qué es lo que quiere?! Mi tarea es seguir ignorándolo hasta que un taxi se detiene y yo subo apresuradamente, un poco de miedo me recorre y esa sensación detrás de mi nuca. Le doy la dirección al taxista, respirando profundo.
Le envío un par de mensajes a Jackie sobre mi cita médica de hoy, nos veremos para el almuerzo, pero primero debo pasar por casa a tomar una ducha y hacer algo de tiempo antes de que llegue la hora. Ella desea que nos veamos en persona para contarle con lujos y detalles lo que pasó en mi noche con Oliver.
Oliver.
El taxi se detiene en la puerta, saco el dinero y las llaves, le p**o y bajo con lentitud.
Cuando pongo un pie en la acera, siento de nuevo esa sensación en mi nuca que hace que se me ericen todos los vellos, miro hacia los lados y… allí está, el coche blanco que vi en el hospital.
Mi corazón late con prisa, alarmándome de que esto no es bueno, las llaves tiemblan en mis manos y yo me apresuro a ir al portal.
Esto solo puede ser una coincidencia, otro coche igual.
Entro rápidamente y me encierro en mi casa, sin que esta sensación se vaya de mí.
¿Era el mismo hombre del otro día?
¿Me había seguido hasta mi casa?