Gabriela
El nudo seguía en mi garganta, todo el miedo paralizándome.
⏤¿Quieres tomar algo? ⏤Esa voz… Limpio mis ojos llorosos para ver el rostro del hombre. Y es él, el del hospital. Eso no hace que me tranquilice, sino que me dé más miedo, más cuando reconozco la misma frase que usó aquel día en el pasillo del hospital cuando lo rechacé.
Era él, me había estado siguiendo, ahora sabía dónde vivía y no se conformaba con mirar, había hecho que me entraran al coche.
Sentía que estaba en graves problemas, de esos que sabes que no vas a salir bien parada porque no tienes idea de cómo librarte.
⏤Usted⏤mi intento de voz salió horrible, ronca, temblorosa. Ese día no me percaté de él o de nada de mi alrededor, acababa de ver la mayor cifra de mi vida y se supone que eso valdría para salvar mi vida, dinero con el que no contaba. Mi mundo se caía a pedazos cuando se supone que debía de estar mostrando mejorías, ¿Cómo iba a detenerme a ver a un hombre que chocaba mi hombro y luego de darle una disculpa me invita a tomar algo? Solo me quedé con su cara, pero mirándolo ahora, observándolo de cerca, era un señor de más de sesenta años, su cabello blanco lo llevaba muy corto, sus ojos eran verdes grisáceos y tenía una barba bien cuidada que cubría su rostro, se quitó los lentes y me sonrió, haciendo que mi cuerpo se entumeciera cuando tocó mi rostro.
⏤Te vi aquel día, Gabriela Smith⏤Sabía mi nombre, todo esto era muy perturbador. ¡Sabía mi nombre completo! ⏤. Te invité a salir porque…⏤llevó una mano a su barbilla, como si estuviera pensando en una razón, ¿cómo creería que iba a salir con un hombre de su edad? Incluso mi padre podría lucir más joven que este señor, no solo era su edad, era todo de él⏤. Te vi y quise invitarte a salir, obtener tu rechazo tan espontáneo y ver tu completa falta de interés, no fue algo que me dejara con un buen sabor de boca. Luego te fuiste. Definitivamente ese día parecías descompuesta. Sabía que te había visto en otro momento, en ese mismo hospital. Y lo recordé. Varios meses antes, tengo que ir cada tres meses por unas malditas pruebas, hace tres meses te vi. Recuerdo la ropa que llevabas, un vestido verde de flores, tacones y una carpeta amarilla pegada contra tu pecho, sonreías, recuerdo que sonreías. Me quedé pensando en ti por mucho tiempo, hasta que te volví a ver, pero ya no eras la misma.
⏤Por favor, no sé de qué me habla, solo quiero llegar a mi casa⏤moví mi mano y la dejé en la puerta, mi mente iba despertando y ahora en todo lo que pensaba era en ver la manera de salir del coche y correr lejos, encerrarme en mi casa y llamar a la policía, a solo un par de casas había una cámara de seguridad, lo sé porque la señora Méndez me avisó cuando la colocó, dijo que el barrio estaba siendo muy peligroso y que le daba miedo que la asaltaran frente a su casa y no saber quién era el desgraciado, me dijo que tomaba un ángulo exacto, pidiéndome que tomara ese camino por si pasaba algo para que su cámara pudiera captarlo. No sé por qué todas estas cosas llegaban a mi cabeza, supongo que porque podrían servirme de algo⏤. Todo esto me está asustando.
⏤Solo quiero que vayamos a tomar algo⏤Parecía obsesionado con lo de tomar algo, como si mi rechazo de esa vez le hubiese afectado hasta el punto de seguirme a mi casa en varias ocasiones, confirmar donde vivo y hacer esto⏤. Hace tres meses no lucías así, por eso no te reconocía de una vez. Tu cara, tú, era más diferente, viva, hermosa. Miré tu informe, vi que mueres.
⏤¿Mi… informe? ¿Usted cómo ha tenido acceso a eso?
⏤¿Importa la manera en la que lo hice? ⏤pregunta, mostrando de nuevo esa sonrisa.
Me asusta, todo de ese hombre me asusta.
⏤¿Qué es lo que quiere? Dígame y acabemos con esto.
⏤Te estás muriendo⏤toca mi mejilla, yo echo mi cabeza hacia atrás, su mano está fría y no quiero que me ponga sus dedos encima, me da asco, todo de él me repugna, no puedo evitarlo, solo sucede. Pensar que este hombre está obsesionado, me asusta⏤. Quiero ayudar a la mujer que será mi esposa. ⏤¿Su esposa? Frunzo el ceño, mis latidos van muy deprisa y siento esa inquietud en mi pecho, sabiendo que sus palabras están dichas con seriedad, casi suena a una promesa⏤. Te salvaré la vida, Gabriela. ⏤Se acerca, su cuerpo casi ocupa mi asiento, yo voy echando hacia atrás, pero no queda espacio⏤. Pagaré todos y cada uno de tus cuidados médicos, hasta que vuelvas a ser la mujer que eras antes. Y entonces… serás mía.
Suya… De eso se trata.
Su cara intenta llegar a la mía, busca mis labios, quiere besarme, su mano reposa en mi hombro y yo me debato entre alejarlo o aprovechar esta oportunidad para salir corriendo.
Con mi mano, que ya estaba en la puerta, abrí con rapidez y por intentarlo salir rápida, caí sobre la acera, no me importó el daño en mi rodilla o el rasguño en mi mano, me puse de pie antes de que el gigante de antes me alcanzara y corrí, corrí en dirección contraria a mi casa, hacia donde la señora Méndez, porque en el tiempo que tardaría en abrir la puerta, con mis manos temblorosas, sé que ese hombre me atraparía.
Lo mejor era alejarme, buscar más seguridad.
⏤¡Ábrame, señora! ¡Ábrame! ¡Me persiguen! ⏤grito desesperada, apenas con algo de fuerza, necesito ayuda, que alguien me ayude; miré hacia atrás, temerosa de que ese hombre me siguiera los pasos, pero no lo hizo.
El coche ya no estaba.
La señora no tardó en abrir la puerta, yo me resguardé dentro, sentada en el suelo mientras lloraba y mi mano sangraba.
⏤¿Pero qué ha sucedido? ⏤Acariciaba mi cabello con preocupación.
⏤Me… Me han estado siguiendo y un hombre me entró a un coche a la fuerza y luego…
⏤Llamaré a la policía⏤dice de inmediato, sabiendo que la situación lo amerita.
⏤Por favor.
⏤Vamos, niña. Toma asiento en el sofá, te atraeré un poco de agua.
Miré mi mano, de ser tan solo raspón, ahora no dejaba de sangrar, me puse de pie para buscar algo de papel y no mancharle el sofá a la señora Méndez.
El mundo me dio vueltas, mi cabeza sintió ese golpe y luego el pitido, no me podía poner de pie, pero sentía el caliente de la sangre que me bajaba de la nariz.
Intenté llamar a la señora, ya ella venía, mis labios no llegaron a decir nada, vi su expresión de preocupación, decía algo, tenía el teléfono en las manos y no sé, no sé qué pasó después.
Estaba tan cansada, cansada de todo.
Quizás solo quería cerrar los ojos y no volver a abrirlos, saltarme toda esa etapa de dolor y agonía, morir ya. ¿Sin luchar? ¿Sin intentar ver hasta dónde puedo llegar?
No llegaría a ningún lado, solo sería esperar a que todo me superara, que mi cuerpo no aguantara y mi vida terminara sin más.
¿Qué más da si muero ahora? ¿Y si muero ya?
Quería decir que tenía miedo, que estaba asustada, que no deseaba morir. Pero… frente a sufrir lentamente para luego, de todos modos, morir, prefería algo rápido, mientras dormía, mientras pensaba en algo agradable.
Los abrazos de Jackie, lo buena que siempre había sido, su sonrisa, los maravillosos momentos juntos, su voz, su comida, cada vez que me peinaba, ocultaba la tristeza de su rostro y aun así sonreía. Después estaba esa noche con Oliver.
No había nada más.
Podía morir tranquila, sin necesidad de pensar en las cosas que pude hacer o no se dieron, sin tener que recurrir a la tortura de lo que podría haber sido de mi vida.
Yo solo quería pensar en los momentos agradables.
¿Esos momentos en los que la pista de patinaje era solo mía? Deslizarme por el hielo como si flotara, las luces, la gente, los gritos, aplausos, las miradas, todas y cada una de las flores, eso ya estaba en el pasado y no eran agradables, porque luego pensaba en las cosas que no podría volver hacer jamás.
Prefería los recuerdos con Jackie, la noche con Oliver.
Me deslizaba sobre ellos, dejando que me envolvieran.
Si pudiera sonreír mientras moría, este era el momento perfecto, porque me iba en calma, sin dolor.
Solo quería morir.
Huir del dolor.
Pero no estaba muriendo.
Sentí ese pinchazo en mi brazo, la voz de la señora Méndez de fondo y unas sirenas fuera.
Había llegado la ambulancia.
Íbamos hacia el hospital.
Todavía no iba a morir.