Gabriela La conciencia me llegaba a ráfagas, cada momento de lucidez era breve y confuso, lleno del murmullo de voces y el tacto frío de manos desconocidas. La habitación estaba llena de actividad, un torbellino de preparativos que me rodeaba, pero del cual me sentía distante, desconectada. Mis párpados eran pesados, barreras inquebrantables que luchaban contra mi deseo de despertar por completo. ¿Qué sucedía? Antes no me sentía tan mal, solo cerré mis ojos un momento, vencida por el cansancio, pero ahora estaba peor. Finalmente, con un esfuerzo sobrehumano, logré abrir los ojos, solo para encontrarme con la mirada de aquel doctor que vi cuando llegué la primera vez a este hospital. Su voz, calmada y firme, cortó a través del caos, de mis dudas, mis preguntas, cada una de ellas marcada