Noemí.
Cuando Renata nos dijo que estaba embarazada hicimos una fiesta en casa para celebrarlo, ya que ellos habían comprado un apartamento con sus ahorros y no entrábamos todos.
Ella era realmente feliz y yo lo era por ambos.
Mi vida se basaba en acompañarlos en lo que pidieran y en divertirme. Vamos que tenía 24 años cuando nos recibimos. Me gustaban y me gustan las aventuras, nada serio. Cuanto menos compromiso es mucho mejor. Aún recuerdo aquella tarde en que me acorralaron en casa, frente a mis padres.
-Tienes que estar con alguien en serio, amiga. Sino nosotros vamos a ser unos viejos cuando te acompañemos a casarte. - Renata insiste en que siente cabeza.
-Eso es verdad, cariño- mamá le sigue la corriente.
-Oh no. No necesitan conservarse para una boda que solo está en sus cabezas- los señalo a cada uno de ellos.
-Pero papá quiere acompañarte al altar, Nic- se queja mi padre
-Y yo no puedo golpear personas si eres tú quien hiere sus sentimientos- me señala Anthony esta vez.
-Tu no me vas a llevar a ningún altar porque para eso tengo que estar drogada- señaló a mi padre comenzando a enojarme- y tu no vas a golpear a nadie porque yo no involucró mis sentimientos y ellos tampoco deben hacerlo- señaló a Tony.
Obviamente me quedé encerrada en mi cuarto, enojada porque siempre buscaban que estuviera con alguien, como si lo necesitará. Y ahora, justo en este momento que veo como está Anthony por otra persona mucho menos.
El embarazo iba fenomenal, los dos eran muy felices por ser padres y Guillermina y Dylan habían echo un acercamiento amistoso por tener cerca a su nieto. Pero todo se desmoronó el día del parto, donde una hemorragia masiva se llevó a mi amiga, al amor de la vida de Tony y a la mamá de Eze.
Sus padres conocieron a su nieto en medio de la tormenta y esperaron una semana para enterrar a Renata, ya que Eze quedó en incubadora por nacer unos días antes y por haber tragado líquido amniótico.
Cada dos por tres paso por su apartamento y lo ayudo con Ezequiel. Es muy fácil perderse en los ojos verdes que heredó de mi amiga al igual que el pelo castaño del abuelo Dylan, se que es el mejor recuerdo que tendremos de nuestra Renata.
Anthony se las ve de todos colores cuando sus suegros lo visitan y aunque no quiere hablar de ello, se a ciencia cierta que lo culpan de todo lo que pasó, aunque sea irracional siquiera pensarlo.
Ya pasaron dos meses de ese suceso y ver a mi pequeño ángel me recuerda que mi amiga siempre estará en mi corazón.
Conduzco con una sonrisa hacia su apartamento, ya que Anthony quiere descargar sus energías jugando al fútbol y soy su apoyo con el bebé.
-Pasa, Nic- abre la puerta para mi y ver los brazos de Ezequiel moverse dentro del coche me roban una sonrisa- lo vas a llenar de mañas, amiga.
-No te preocupes que la tía se lo lleva - bromeó mientras lo levanto en mis brazos- Hola mi pequeñín. ¿Quién extrañó a la tía?
Riego besos por sus mejillas y me pierdo en sus ojos.
-Voy a cambiarme y me voy- la voz de Tony se apaga entrando a su cuarto.
-Podemos ir contigo, así tomo aire y veo la ciudad. - casi suplico para mirar esos cuerpos sudorosos.
-Tu quieres ver a mis compañeros de equipo Nicole y ya hablamos de que son todos unos mujeriegos- me señala con su dedo a medida que vuelve a ingresar a la sala.
-Ya te dije que no hay problema por eso. No quiero nada enserio. Esta bien que me usen y recontra usen- lo miro sonriente porque se que le molesta.
-Deberías amarte más y no permitir eso, pero ya que. Igual necesito hablar contigo de algo importante- mira a Ezequiel en mis brazos y luego a mi- De verdad es importante.
-Ok. Ya me pusiste nerviosa- lo miro buscando indicios pero no dice más nada.
-Déjame descargarme y luego hablo. Todavía no puedo.
Luego de asentir nos montamos en mi coche y lo llevo a la cancha.
Ver todos esos cuerpos trabajados correr de un lado a otro me encienden a mil y juro que la temperatura de la tribuna subió drásticamente de los 20 grados a los 100.
Sebastián, si no me equivoco de nombre, está jugando sin remera y ver ese tono tierra y esos ojos verdes guiñarme, ponen mi imaginación a volar. Siempre quise entrarle pero mis amigos jamás me dejaron.
Puedo notar a mi amigo verdaderamente molesto, ya que comete una falta tras otra y no importa quien se cruza en su camino que arrasa con él.
El entrenador se harta de su actitud y lo manda a las duchas. Se que comprende en el lugar en que se encuentra, pero puede lastimar a alguien por el simple echo de sacar su furia.
Es un cuadro de categoría menor, pero en cualquier momento puede llegar alguien a reclutarlo de primera división y con esa actitud no va a durar mucho.
Cuando sale y se acerca con su bolso colgado al hombro, noto que finge una sonrisa, pero todo su cuerpo está rígido.
-Te invito que unas pizzas, vamos Nic. - toma el asiento de Ezequiel después de darle un beso y camina a mi auto.
Compramos pizza con pesto y con panceta y nos vamos a su apartamento después de pasar por unos refrescos ya que hoy no tomo porque manejo.
-Siéntate que yo le preparo el biberón a Ezequiel- le insisto para que trate de relajarse- ¡Y de verdad tendrías que ser buen amigo y pasarme el número de Sebastián!-grito desde la cocina.
-No te voy a pasar su número, Nic. Y menos con lo que tengo que pedirte- habla entrando a la cocina con Eze en brazos.
-Ya dilo- respondo ofuscada.
-Necesito que les digas a los Sosa que te vas a casar conmigo.