Eiron, observante estaba el otro extremo de la mesa. Totalmente atento veía divertido el rostro enrojecido de Altair. Las facciones del perfecto rostro aniñado de la chica estaban totalmente tensas y los labios tan apretados como si quisiera acabar con el mundo y el no poder hacerlo le causaba cierta impotencia que se reflejaba en sus gestos. Su mirada era centellante. El color avellanado de sus ojos en medio de la tenue luz que apenas los iluminaba, estaban tan brillantes que le daba a entender el nivel de enfado que le hizo ganar.
Se sonrió porque igual era algo que no le importaba, pues sin querer logró algo que solo hasta el momento en que sus labios quedaron unidos, él no sabía que quería volver a experimentar, y para su sorpresa lo poco que obtuvo en ese breve contacto le gustó, y
