¿También tú?

1719 Words
Advirtiendo una vez más que debe estar más atenta de su seguridad, Altair decidió apuntar en su móvil los números de una empresa de transporte privado para evitarse cualquier riesgo, además de cuidar de estar fuera de casa después de ciertas horas. Constantemente recuerda las palabras de Leroy cuando le aconsejó que tuviera mucho cuidado porque ellos no estaban cerca, y en cierta forma lamenta estar tan sola en un país desconocido. Los riesgos que ha corrido le han hecho comprender que si la vida de una mujer no es fácil, con su condición es aún peor. Agradece a su curiosidad haberla llevado a no quedarse en el mundo color rosa y cursillos en el que sus padres la obligaban a mantenerse, entiende ella para evitar que viera la vida que los rodeaba, además de evitar ponerla en peligro, supo aprovechar esos momentos de encierro porque no solo aprendió muchas cosas técnicas sino también asimiló otros conocimientos que estaba segura le servirían para enfrentar la vida en cualquier momento, y pensando en ello, al día siguiente del incidente con los dos estúpidos, al no tener gran cosa que hacer, decidió buscar un empleo de medio tiempo temporal. Necesitada mantenerse ocupada y al mismo tiempo hacer un ingreso adicional para evitar que sus padres se dieran cuenta del gasto que ha venido haciendo, comenzó a revisar opciones de búsqueda de empleos que encajen en su perfil. Pasó varias horas al frente de su tablet y aunque ubicó algunas, ninguna de ellas le llamó la atención, y aun así sin mayor motivación continuó revisando. Así se mantuvo varios días, y estando a punto de salir buscando tener suerte caminando en los alrededores, el sonido del repique de su móvil le anunció la entrada de una llamada, por lo que cerró la puerta principal y se regresó al centro de la sala de estar. —Hola —saludó al ver que era la chica que salvó en San Petersburgo. —Hola, pensé que me llamarías ¿Cómo has estado? —inquirió la morena. —Bien, bien —contestó con algo de desánimo. —Cuéntame, ¿Qué has hecho? —le preguntó la morena. —Por ahora, no gran cosa, me vine a Alemania —le anunció. —¡Qué bien! —exclamó la chica al otro lado de la línea—. ¿Por qué no me habías llamado? ¿Tienes a alguien aquí? ¿Algún familiar? —A nadie —respondió Altair—. Tengo pocos días aquí, estoy tratando de organizarme, por eso no he llamado a ninguna de las personas conocidas, ni a mis padres. —Humm, ¿dónde estás? —inquirió la morena. —En Heilbronn. —Estamos relativamente cerca, yo en Stuttgart —le informó la morena. —Hey, cuando llegué lo hice a esa ciudad —comentó Altair. —Sí, aquí cerca está el aeropuerto más cercano. Planifiquemos vernos un rato. Para que no te hagas un rollo, yo me acerco, solo dime donde nos podemos ver —propuso la morena. —Podemos quedar en un café, sería bueno hacerlo estos días, estoy buscando empleo y esperando una entrevista para ingresar a la escuela de ballet —explicó para justificar su sugerencia. —Perfecto —la chica accedió—. Por cierto mi nombre es Lorena, nunca nos dimos siquiera los nombres. —La verdad es que no le di importancia, he tenido la cabeza hecha un revuelo. El mío es Altair… De este modo intercambiaron sugerencias y al final Altair sugirió encontrarse justo en el mismo café donde se topó por primera vez con el hombre rubio, lo cual fue aceptado por la otra mujer. Siendo las once de la mañana del día siguiente, con la intención de ser puntual, Akais salió hacia el café, al final ella y Lorena quedaron el almorzar juntas para darle tiempo a Lorena de llegar dado que desde el lugar donde se encuentra debe viajar alrededor de una hora y media. —Pensé que no llegaría —le dice la morena resoplando al quedar parada en frente de ella al pie de la mesa que Altair había seleccionado. —Calma, toma asiento, ya estás aquí —le dijo alentando a respirar. —No se si tomas licor pero yo si quiero una cerveza —le dijo la morena. —No, yo no tomo licor —manifestó Altair. —¡Wow! Una chica juiciosa —le dijo Lorena. —Juiciosa, no, solo que no me gusta, y créeme tengo motivos de sobra para que pudiera gustarme, vengo de una familia que pareciera vivir todo el año de fiesta —le dijo recordando a su tía Ingrid por sobre todo. —Me llevaría bien con toda tu familia, entonces —adujo la morena y le guiñó un ojo. —Ya sé de donde vino el que el hombre ese intentara abusarte ¿andabas de fiesta? —cuestionó Altair. —No, si supieras que cuando viajo sola no abuso en ese sentido, viajé por trabajo. Una de mis jefes me envió para resolver algo personal —aclaró—, ya no volveré a ir a ese país sola —dijo esto y le hizo seña a la mesera que había atendido a Altair al llegar, pidió cerveza y luego dejó su bolso en la silla contigua—. Ahora que recuerdo, dijiste ayer que estabas buscando empleo, ¿qué tal te ha ido con eso? ¿Has pensado en algún lugar en especial? —No, apenas conozco un pedazo de esta ciudad y a ti, he buscado a ciegas pero no he conseguido nada. —¿En qué área tienes destrezas? Conozco personas a ver si entre ellos te puedo ayudar a conseguir algo —propuso la morena—. Mi jefe tiene varias empresas y varios negocios, solo dime qué haces mejor y hablo con una de los otros jefes a ver qué dice. —Se computación, algunas tareas que tienen con actividad virtual, entre otras cosas, ah y soy bailarina profesional —se frenó como si recapacitara esa afirmación—, bueno, estaba a punto de graduarme, iba a comenzar el cuarto año y todo se fue al carajo —culminó con amargura. —Ay, ¿cómo que hay algo de resentimiento en ese punto? —Algo así, pero ya ha ido pasando —admitió Altair. —¡Qué bien eso de que seas bailarina! —de pronto guardó silencio por un rato prolongado como si pensara—. Creo que te tengo una idea, pero tendrás que viajar a Stuttgart. —¿A qué? —inquirió Altair. —¿Quiéres o no trabajar? —le preguntó la morena en forma tajante. —Sí, pero estoy buscando algo de medio tiempo. Si me admiten en la escuela no podré trabajar todo el día —expresó —Tranquila, en eso puede haber solución, solo es cuestión de que te adaptes al trabajo —le dijo Lorena haciendo gestos de pacificador. Altair se le quedó viendo de lado y frunciendo el ceño en desconfianza. —Tranquila que no es nada malo, te lo juro, me salvaste la vida y no te voy a apagar haciéndote un mal, al contrario —Se tomó un sorbo de la cerveza—. A ver cuéntame por qué no continuaste estudiando. —Porque me menospreciaron por mi condición, ya sabes, esas estupideces de las apariencias, de los estereotipos, como no soy alta ni estilizada me sacaron de la compañía —culminó con una mezcla de tristeza y amargura en su voz. —Personas estúpidas —acusó la morena—, pero no le des importancia, tal vez te cerraron una puerta, pero ¿sabes qué? detrás de ellas la vida siempre te abre miles, así que no le des importancia, no es el fin del mundo. —¿Cómo no lo va a ser? —inquirió Altair en un tono de voz exagerado— Estaba en la escuela del Ballet de la Ópera de París. —¡Wow! —exclamó la morena—. Casi nada —agregó—. eres de las que dispara alto ¿no? Te gusta jugar en las grandes ligas, dirían en mi país. Te metes en problemas enormes. Mis respetos. —Tampoco así —le dijo Altair para minimizar la importancia de la grandeza que Lorena ve en ella—. Es un sueño que tengo desde niña, solo eso —manifestó en un susurro. —Ajá, pero no te desanimes, hay otras escuelas, otros lugares donde puedes darle forma a ese sueño y hasta hacerlo realidad —la animó. —¿Cómo darle forma? —Altair no le entendió. —Déjame hablar con mi jefa y te llamo para vernos en Stuttgart —propuso. Altair accedió y ordenaron el almuerzo, el cual terminaron entre una anécdota y otra. Así se les hizo la hora en la que Lorena debía regresar pues iría directo a su trabajo que hasta ese momento ella no le dijo a Altair en qué consistía y ella tampoco se molestó en preguntarle. Al día siguiente, siendo las nueve de la mañana Lorena la llama. —¿Podrías estar aquí al mediodía? —Sí, yo creo que sí, sí tomo un transporte privado, creo que sí —afirmó Altair. —Bueno nos vemos en dos horas y media —Aclaró Lorena y le dio la dirección exacta del lugar al que el chofer debía llevarla. Se apresuró para desayunar y prepararse para estar puntual en el lugar, antes contrató el servicio del transporte. Una hora y media después, estaba a bordo del automóvil rumbo a Stuttgart. —Hola —la saludó Lorena al verla bajar del auto. —Hola. Hubo una pequeña tranca en la autopista pero aquí estoy —le dijo Altair—. Vamos, que llegaremos tarde —le pidió mirando a los lados—. ¿En qué nos vamos a ir? Le hubiéramos dicho al señor que me trajo. —No es necesario —le dijo Lorena—. Ya estamos en el lugar —adujo señalando la entrada de un negocio bastante llamativo pero por su elegancia en la fachada. Altair en seguida, sacó cuentas, dos más dos es… —¿Eres prostituta? le preguntó sin el mayor cuidado en sus palabras ni en el tono—. ¿También tú?
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