Rubí subió a su auto, pero no arrancó de inmediato. Se quedó un momento mirando la casa familiar desde la distancia, respirando hondo para dejar salir toda la amargura y tristeza acumuladas. El dolor seguía ahí, pero mezclado con una determinación silenciosa. Su vida no podía depender más de personas que no le ofrecían amor ni apoyo. A partir de ahora, viviría por sí misma.
Esa noche, decidió no volver al departamento que aún compartía con Emily. No había ningún lugar donde se sintiera segura, pero sabía que podía encontrar algo mejor por su cuenta. Encendería una nueva chispa en su vida, lejos de las sombras de su familia.
Mientras el auto avanzaba por las calles de la ciudad, Rubí pensó en las opciones que tenía. Podía ir a la policía, denunciar lo que le había sucedido, contarles sobre el hombre que la había lastimado y buscar justicia por sí misma.
Sin embargo, Rubí sabía que el camino no sería fácil. Conocía bien el poder de su familia y el prestigio que tenía el apellido Gibson en la ciudad. Si intentaba exponer la verdad, era probable que ellos intentaran silenciarla o manipular la situación a su favor, como lo habían hecho tantas veces antes. Marcia siempre había tenido una habilidad siniestra para torcer la verdad y convertir a Rubí en la villana de cada historia.
Rubí manejó sin rumbo por las calles de la ciudad, aún sacudida por la escena en casa de sus padres. La marca en su mejilla ardía con el recuerdo de la bofetada de Efraín, y las palabras frías y acusadoras de Marcia seguían resonando en su mente como ecos de una pesadilla. Pero al mismo tiempo, sintió una libertad desconocida, una sensación que, aunque mezclada con dolor, la hacía respirar con más ligereza.
Después de varios minutos conduciendo, estacionó frente a un parque vacío. Apagó el auto y cerró los ojos, tratando de aclarar su mente. Pensó en lo que había dejado atrás y en el futuro que tenía por delante. Se daba cuenta de que la decisión de alejarse de su familia sería difícil, especialmente sin el respaldo económico que había tenido toda su vida. Pero también era una oportunidad para comenzar de nuevo, lejos de las sombras de los Gibson y de su manipuladora hermana.
"Pero ya no voy a ser la víctima de nadie," se prometió a sí misma. Había llegado el momento de armarse de valor y defenderse, de recuperar el control sobre su vida y su dignidad. En su mente, comenzó a formarse un plan. Sabía que necesitaba pruebas para exponer la verdad y desmantelar la imagen de víctima que Marcia había construido. Si podía encontrar alguna evidencia del abuso o manipulación de Marcia, tendría una oportunidad de hacer justicia.
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Rubí pasó las siguientes horas encerrada en su habitación, dejando que las lágrimas fluyeran sin restricción. A pesar de su determinación de mantenerse fuerte, el peso de todo lo que le había ocurrido la sumía en una profunda tristeza. Las palabras de su padre, la fría indiferencia de su madre y la crueldad de su hermana Marcia se entrelazaban en su mente como espinas, haciéndole imposible descansar.
En un momento de agotamiento, escuchó un golpe suave en la puerta de su cuarto. No había respondido, pero la puerta se abrió de todos modos. Era Emily, su compañera de cuarto y, en los últimos años, su amiga y confidente.
Emily entró sin decir nada, observando a Rubí con una mezcla de compasión y furia contenida. Sabía que su amiga estaba atravesando una tormenta, pero verla en ese estado le revolvía el estómago. Se acercó lentamente y se sentó junto a Rubí en la cama, rodeándola con un brazo en un gesto silencioso de consuelo.
—Rubí… ¿quieres contarme qué ha pasado? —preguntó con voz suave, dándole el espacio para desahogarse.
Rubí, al principio, dudó. Pero luego, la calidez y comprensión en los ojos de Emily rompieron las barreras que había construido, y comenzó a narrarle todo. Le contó de la emboscada de Marcia, de la traición de sus padres y del horror que había sufrido en aquel hotel. Las lágrimas volvían a brotar de sus ojos mientras hablaba, y Emily, apretando su mano, se sentía cada vez más enfurecida con Marcia.
Cuando Rubí terminó de hablar, Emily la miró con una mezcla de tristeza y determinación.
—No puedo creer la crueldad de esa mujer… ¡Tu hermana es despiadada! No sé cómo tus padres pueden defenderla después de todo lo que ha hecho. —Emily respiró hondo, tratando de calmar la indignación en su voz.
Rubí la miró, sintiéndose un poco más tranquila al ver que alguien comprendía su dolor. Emily siempre había sido una persona independiente, que a pesar de provenir de una familia adinerada, había preferido vivir lejos de la presión y control de su apellido. Fue por esa razón que ambas habían decidido compartir el departamento, buscando alejarse de sus respectivos mundos familiares y vivir según sus propias reglas.
Emily le dio un apretón en el hombro.
—Escucha, Rubí. Vas a salir de esto, y yo voy a ayudarte. Si necesitas trabajo, podemos buscar juntas. No tienes que enfrentar todo esto sola. —Emily sonrió suavemente, tratando de transmitirle algo de esperanza—. Conozco a algunas personas que podrían darte una oportunidad de empezar de nuevo, y hasta podría hablar con mis padres para ver si hay alguna posición temporal en su empresa. Al menos hasta que consigas estabilidad.
Rubí se secó las lágrimas, sintiendo que, al menos por unos momentos, el peso sobre sus hombros era un poco más liviano. Emily estaba dispuesta a ayudarla, a acompañarla en este nuevo comienzo que se avecinaba. Aunque el futuro era incierto, contar con una amiga así le daba fuerzas para seguir adelante.
—Gracias, Emily… No sabes cuánto significa esto para mí. No pensé que alguien realmente me apoyaría después de todo lo que ha pasado.
—¿Qué? ¿No eres consciente de lo increíble que eres? Rubí, te han hecho creer que no vales nada, pero eso es una mentira. La mujer que eres merece respeto y dignidad, y eso no cambiará solo porque una familia malvada ha intentado convencerte de lo contrario. —Emily le dedicó una mirada firme—. Eres más fuerte de lo que crees, Rubí. Y si ellos no pueden ver eso, es su problema, no el tuyo.
Por primera vez en mucho tiempo, Rubí sintió una chispa de esperanza en su interior. Aunque le quedaba un largo camino por recorrer, ya no estaba sola en esa lucha.