Capítulo 4

1561 Words
—¿Trabajo de laboratorio? —inquiero con ironía—¿Es en serio? —vamos de regreso a la mansión después de despedirnos de mi madre y mi padrastro. Arslan suelta una carcajada. Sentado en la parte de atrás de la camioneta. —Tienes que admitir que estuvo bien—miro al frente negando. Su mano se posa en mi muslo—Cariño. No tienen ni la más mínima idea de lo que hago. Asiento, pensativa. —Arslan… —Mmm. —Roger quiere una respuesta y, no hemos discutido el asunto—le recuerdo refiriéndome al protocolo al que, de seguro tendré que acostumbrarme. Veo como su expresión se endurece y sé que no le gusta lo que tengo en mente. Roger, es el dueño del segundo bufete de abogados de la ciudad y, me quiere en su equipo de trabajo. Algo que, al parecer a Arslan lo tiene algo incómodo. —Edén—suspira—No necesitas trabajar—me dice por milésima vez. —No es el punto—replico—Sabes que me gusta mi profesión. —La respuesta es no—abro la boca incrédula ante el tono inflexible de su parte. Respiro profundo. —En realidad, no te estoy pidiendo permiso, solo quería que me apoyaras. —Lo hago—replica—Te apoyo cuando me ayudas en trámites legales. —¡Bastardo! —le doy un golpe al hombro—No son legales si, me consultas todo lo que sería indetectable para el sistema. —Edén… —No—lo corto—Quiero seguir trabajando porque me gusta lo que hago y, soy malditamente buena en lo que hago. Me enderezo en el asiento. —Ahora, hay muchas cosas en las que debemos pensar—niega—Tu seguridad es importante. El coche se detiene. —También es importante que sea feliz. Lo que me hace feliz, es trabajar y, lo haré. —Maldita sea—gruñe al tiempo que bajo de la camioneta y entro a la mansión. —Edén. —¡Jódete, Arslan! —gruño. —¡Eres mi mujer! ¿Entiendes? Tú. Eres mía para protegerte—me detengo en medio del salón y lo enfrento con mala cara—Todo lo que tienes, te lo he dado. —Bueno, ¡Gracias! —mi voz destila ironía—¿Las quieres de vuelta? —arrojo el bolso a sus pies. Detrás de Arslan, Fran y Norman, los hombres de mi marido están imperturbables. —No te pases—sisea. —Sí. Todo lo que tengo ahora me lo has dado tú. Pero, siempre he trabajado por lo mío —me saco los aretes y los zapatos. —¿Qué haces? —Devolverte todo—digo. Él me mira incrédulo. —¡No es lo que quise decir! —su tono voz es exasperada. —Ah, ¿no? Bajo el cierre del vestido y me lo saco ante su expresión de sorpresa. El mismo termina en el piso, a sus pies. Junto a lo demás. —¡Largo! —grita Arslan, sin voltearse a los hombres presentes cuando me quedó en ropa interior Fran y el otro guardaespaldas salen rápido. —Ahí lo tienes—digo en voz baja—Si voy a estar encerrada y esperar a que tú ¡Oh todo glorioso Arslan! Me proporcioné lo que deseo, entonces puedes irte al carajo. —¿Te hace sentir mejor este berrinche? Le hago una peineta antes de irme a la habitación pisando fuerte. En el pasillo, me encuentro con Eros que, al verme, abre sus ojos como si no diera crédito de lo que ve. —Cuñada—dice en tono seco. Sin mediar palabra, entro a la habitación y tiro la puerta dejando claro mi sentir. Me siento en la cama cuando la puerta se abre y, Arslan entra cargando mis cosas en sus manos. Las arroja sobre la cama y, se queda de pie con las manos en las caderas en silencio. —Edén. —No entiendes—susurro mirando al frente—No es cuestión de dinero. Es que, este encierro me está volviendo loca. —Lo siento—dice. Da un par de pasos y se pone de cuclillas frente a mí— No quiero mantenerte en una jaula—niega—Es solo que, tengo miedo que pueda sucederte algo. Miro sus ojos grises. —Arslan. Esteban me saco de esta casa—le recuerdo—Lo que va a suceder, sucederá. Su gesto se endurece. Se pone de pie y sin decir una palabra sale de la habitación. Maldigo. Me dejo caer sobre la cama y trato de no sentirme mal. No sé, cuánto tiempo estoy ahí, sin encontrar la manera de hacerle cambiar de idea a Arslan respecto a mi trabajo en el bufete. No deseo sentirme perdida. Después de todo lo que hemos pasado para estar juntos uno pensaría que ya tengo todo lo que quiero. Me pongo de pie, busco en mi armario unos vaqueros desteñidos y un jersey suave, color blanco, antes de salir de la habitación. Camino por la mansión sin saber qué hacer. Patético. Odio esta mierda. No hay mucho que pueda hacer. Paso por el pasillo que da a la oficina de Arslan y no me sorprende escucharle gritar enojado. Suspiro. Pobre Eros. Niego antes de continuar mi camino. —Señora—me detengo cuando escucho la voz de Laura, la señora que nos ayuda en la cocina. La mujer es la esposa de Fran. Ella sin duda ha sido investigada. Además de que Fran es leal hasta límites insospechados a Arslan. —¿Sucede algo? Me brinda una sonrisa amable. La mujer está en los cuarenta, tiene el cabello castaño y ojos color ámbar. —La verdad es que, temprano hice un Brownie y, me preguntaba si desea un trozo. —Las penas con pan son menos ¿cierto? Ella se ríe entre dientes. La sigo a la cocina que es grande, estilo industrial con hornos doble y encimeas de granito. Me sirvo un trozo considerable de la bomba calórica. Laura me sirve un vaso de leche y me encamino a la sala de televisión. Una vez dentro, me siento frente al televisor y después de mirar la programación me resigno viendo un viejo episodio de Grey's Anatomy. —¿De verdad, a esto se resumió tu vida? —susurro—¡Diablos, Edén! Como un trozo. —¿Edén?—me pongo rígida cuando escucho la voz de Arslan. Como otro poco de mi plato. ¡Jesús! —¿Qué haces? —cuestiona entrando a la sala de televisión, cerrando detrás. —Hinchándome de calorías—gruño—Digo. Si después necesito sacar algo de grasa que importa. Tengo un marido que me da todo. ¡Yupi! —digo con ironía—Creo que mataría el aburrimiento. Sí, comienzo a hacer compras y no sé, tal vez. Comenzar a meterme al mundo de los procedimientos estéticos, así tendrías la perfecta muñeca inflable que supongo quieres. Mis palabras son dichas sin apartar la vista del programa. Como otro poco, antes de que el plato me sea arrebatado. Arslan, lo deja sobre la mesa ratona frente al sofá antes de fulminarme con la mirada. —¡Ya está bien! Edén—gruñe Arslan. Lo miro con la ceja arqueada. —Esa mirada, tal vez funcione con el resto del mundo—cuchicheo—Conmigo…—bufo —Sabes, si no te amara como lo hago. Ya te habría ahogado desde hace mucho—maldice—Pones a prueba mis límites. No te permito que seas irreverente frente a mis hombres, cuestionándome. Puedes chillar y maldecir cuando estemos a solas, pero, no te permito que seas una mocosa malcriada. Hago una mueca porque, así no quiera aceptarlo, Arslan tiene algo de razón. Es solo que, no sé cómo lidiar con la situación. —Acepto mi culpa—digo en voz serena y calmada. Me pongo en pie. —No te he dicho que puedes irte—dice en tono plano. Me detengo y lo miro. —No te pases—gruño y veo como rompe a reír antes de rodearme por la cintura y acercarme a él. —Perdón, es que no pude evitarlo—ríe entre dientes—Tu cara se vuelve asesina. —Arslan—me quejo. —Llama a Roger—dice antes de soltar un suspiro resignado—Dile que puedes comenzar a trabajar con ellos. —¿En serio? —pregunto sorprendida. —Si me regalas otra sonrisa. Si Sonrió en grande antes de rodear su cuello con mis brazos y besarlo. Me separo y lo miro. —¿Quién dijo que no eres buen esposo? —murmuro. —Eso no pensabas hace unos minutos—pone los ojos en blanco. —Arslan. —¿Qué? —Cállate—apenas digo las palabras, me hace retorcer de risa cuando sus manos me hacen cosquillas. Cuando deja la tortura, resoplo y lo amonesto con la mirada. Él me ve con una sonrisa. Esa que hace su gesto más ligero que, el serio gesto perpetuo que todos sus enemigos conocen. —Vamos a la cama—murmura. Me hago a un lado, apago la televisión y lo tomo de la mano sacándolo de allí. ¿Quién soy yo para no acatar los designios del rey?
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