Me doy un último repaso frente al espejo del vestidor y, me aseguro que me veo bien.
Llevo unos pantalones, color n***o ajustados. Un top blanco escote halter. El atuendo lo completo con una americana rosa pálido y zapatos de tacón, color nude.
Hoy es mi primer día de trabajo en el bufete. Después de mi pelea con Arslan hace un par de días, llame al hombre y me espera.
Sé que ha cedido para hacerme feliz, ya que no está de acuerdo con que me “exponga”
Satisfecha con mi atuendo. Tomo mi bolso y, salgo de la habitación. Cuando llego al comedor ambos hombres están sentados a la mesa. Eros silba con una sonrisa mientras Arslan me observa en silencio.
Tomo asiento al lado de Arslan.
Poso mi mano en su antebrazo.
—¿Estás bien? —inquiero.
—Por supuesto.
—Está bien—digo antes de servirme café.
—Creo que te sentara bien distraerte—comenta Eros, ganando una mirada asesina de Arslan.
Lo ignoro.
—La verdad. Es que, más que salir. Ejercer lo que me gusta, me ayudara.
—Velo del lado positivo, hermanito— mira a Arslan—Tu esposa no es abogada penalista.
—¿No tienes que ir al almacén? —gruñe.
Eros se ahoga de la risa cuando lo escucha. Sin embargo, se pone de pie.
Se ajusta las mangas del polo n***o que lleva y mete su móvil en los vaqueros. Su cabello rubio está atado en un moño que, no sé cómo logra no lucir afeminado.
Sale silbando del comedor.
—No tenías que ser así con él.
—Es un idiota
—Arslan.
—Fran ya sabe que hacer—dice sin más—Él, te llevará y traerá de regreso.
—Está bien—murmuro—Solo, quita esa cara—alargo la mano y la poso en su rostro con mimo.
Él, la toma y deja un beso en la palma de mi mano.
—Lo intentaré. Por cierto, este fin de semana tendremos que asistir a una reunión de casa de Dominic
El hombre no estaba en grandes términos con Arslan, pero sabe cuándo bajar la cabeza. Su mujer, Linda no es mi fan y la verdad es que yo no la soporto.
Cuando salgo de la mansión, lo hago con Fran de chofer. Pero, sé con quién estoy casada así que supongo que Fran tendrá refuerzos en los alrededores del edificio.
Veinte minutos estoy entrando al edificio. En el vestíbulo me dan acceso y subo al elevador.
Al entrar al piso superior donde está el bufete. Roger me espera en la puerta de su oficina. El hombre es alto y robusto. Tiene una sonrisa fácil y, soy afortunada de haber podido ser su alumna en la universidad.
Pero, no me dejo engañar, es un tiburón
—Roger—digo en modo de saludo cuando llego hasta él.
Alrededor puedo sentir las miradas del resto sobre nosotros.
—Cuando me llamaste para aceptar, debo decir que me emocione—dice antes de hacerme pasar—He revisado tus casos y necesito a alguien como tú—me siento frente al escritorio. Él, rodea el mismo y se sienta en su silla.
Dejo a un lado el bolso.
—¿Cómo, yo? —cuestiono.
—Alguien que no suelta su presa, hasta dejarlo en la lona.
Me rio entre dientes.
—Aprendí de ti a no soltar las presas.
—Por eso mismo pensé en ti. ¿Cómo estás? —me mira fijamente.
Sé que, está preguntando por los acontecimientos. Tuve suerte, ante la prensa quedé como la exnovia que desconocía el embrollo en que su novio estaba involucrado.
Asiento.
—Bien. Es un tema superado. Esteban y yo no estábamos juntos en ese entonces, pero de igual forma me sorprendió que terminara siendo una rata de alcantarilla. Al igual que nuestro intachable fiscal de distrito.
—Si—se reclina en la silla y ajusta la corbata negra sobre su camisa celeste—Yannick fue una vergüenza para todos. Esperemos que la nueva fiscal al mando, sea menos incorruptible.
Marcela Grey. Era la mujer designada para el puesto que ocupo Yannick. Es una mujer de la vieja escuela y, es conocida entre el gremio por ser un profesional con mano de hierro.
—Entrando al tema en cuestión—dice—Te llamé porque, hay un caso del que quiero que te hagas cargo.
—¿A ver? —lo miro curiosa.
—Es el caso Wagner.
—La esposa quiere la custodia—afirmo.
—El padre, él quiere la custodia absoluta de la hija—me informa—nosotros defenderemos los intereses del padre y es un caso importante.
—Con todo respeto, Roger. Voy a necesitar información. Si voy a luchar por la custodia de una niña y arrebatársela a su madre debo saber más.
—Maximiliano Wagner. Es un médico cirujano, muy conocido dentro del gremio—Alarga la mano y me tiende una carpeta. —Su mujer es alguien muy difícil y no solo descuida a la niña. Si no que, tiene problemas de depresión.
Paso las hojas de la carpeta y veo las diferentes evidencias.
—Aquí dice que, la niña ha sufrido varios accidentes al cuidado de la madre—murmuro.
—El más grave sucedió el mes pasado.
Asiento.
—Sufrió una fractura de cubito—digo—¿Cómo una niña de siete años se fractura el cubito?
—Eso también me sorprende—niega—Mis nietos son terribles y, aun así. Nunca han tenido un accidente tan grave bajo la supervisión de un adulto.
—Negligencia, ¿Tal vez?
—El padre asegura que, la madre es una alcohólica.
La fotografía de un hombre de unos cuarenta años y, una niña posando en un parque, llama mi atención.
Es un hombre bien parecido. De ojos y cabellos negros. La niña tiene el cabello rizado, castaño y está aferrada al cuello del hombre con una sonrisa infantil.
—¿Qué me dices, Edén? ¿Te interesa unirte a este caso?
Cierro la carpeta y lo miro.
—Después de hablar con el señor Wagner te haré saber mi decisión.
—Me parece justo—asiente—Lo voy a llamar y veré que disponibilidad tiene para hoy—se pone de pie— Vamos, quiero mostrarte la oficina que ocuparas.
—Gracias digo poniéndome en pie y siguiéndolo.
Se siente bien estar de regreso.
Soy feliz junto a Arslan, pero estando aquí, me siento en el lugar correcto