En el momento que llegue a casa luego del trabajo estaba con Mabel pero ella encendió el televisor.
“Graves enfrentamientos en Granada, mil setecientos muertos por las represalias del Frente Árabe para la liberalización de Al-Andalus. Un total de mil setecientos muertos han sido contabilizados hasta ahora durante el último ataque del Frente Árabe para la liberalización de Al-Andalus, para hacer frente a estos ataques, la confederación de estados euro-asiáticos han decidido resolver dicha crisis con la introducción del virus ébola entre la población.” — Mabel, quita eso que me estoy volviendo loco.
—M: Pero si son las noticias. —
—J: Precisamente, no pretenderás que me concentre en lo nuestro escuchando las noticias. —
—M: Está bien... ¿prefieres esto? — preguntó, mientras cambiaba el canal y ponía los dichosos documentales sobre animales extinguidos.
—J: Mabel, no puedo estar a lo que estamos, si tengo una vaca holográfica pariendo en nuestra habitación. —
—M: De acuerdo... ya sé lo que quieres ven... — Se deslizó hacia abajo y empezó a hacerme sexo oral con una fuerza desmesurada.
—J: Tranquila mi amor, lo único que vas a conseguir es que absorba la sábana por el trasero pero que bestia eres, —
—M: ¿lo hago con toda delicadeza? —
Me levante de la cama y pensé “Un fracaso más, ¡Qué horror!, no sé cómo acabará esto”. De todas formas, me acerqué al cuarto de baño, me senté en el inodoro y me puse a reflexionar. Encima del lavabo, fijé mi vista en el estuche conteniendo las lentillas que me había regalado Beatriz. Lo abrí y me las coloqué. Me senté de nuevo en el inodoro y empecé a relajarme como ella me había dicho. Cerré los ojos y comencé la cuenta atrás, cuando quise darme cuenta ya estaba de nuevo, ahí estaba ella en mi habitación, entraba como una bocanada de aire fresco, yo estaba tumbado, leyendo el periódico, ella se acercó y me preguntó:
—¿Qué haces? —
— Esperarte. — Le dije yo, inmediatamente, ella empezó a reír con esa risa fresca que ella traía. Se sentó a mi lado y suavemente empezó a besarme el cuello, la nuca, los hombros, siguió bajando hasta mi pecho, yo cerré los ojos, y ella apretó mi pezón derecho entre sus labios. El periódico había volado. ¿Te gusta? Me gusta más mirarte, eres preciosa. Ella volvió a reír. —Tengo una sorpresa para ti. — Me dijo — He venido con una amiga, entra Mabel. —
Aquí estaban las dos, Mabel estaba magnifica, tenía el pelo suelto, la llegaba hasta la cintura, se acercó a Beatriz y la acarició el pelo, fue bajando su mano, acariciándola, hasta la espalda. Se sentó a horcajadas encima de ella y la empezó a besar. Yo estaba observando la escena, como distante mientras ellas dos se besaban y acariciaban con sensualidad.
Entrelazaron sus lenguas en un largo y húmedo beso. Mabel fue recorriendo su esbelto cuerpo hasta llegar al ombligo, donde le dio otro magnifico y húmedo beso, Beatriz gemía bajo los efectos de la lengua de mi mujer.
Giró la cabeza y me miró, mientras mi mujer empezó a realizar un delicioso c*********s, Beatriz, con la mirada me ordenó que me acercara y la besara. Así lo hice. Mientras la besaba, una cuarta persona entró en la habitación, era un tipo bien constituido, venía con unos vaqueros y una camiseta blanca. Beatriz me preguntó:
— B: ¿Te importa que tenga relaciones con tu mujer? —
—J: En absoluto. —
Efectivamente, el magnífico amigo de Beatriz, se quitó los pantalones, y mientras Mabel le comía que digo comer, la absorbía completamente a Beatriz, éste abrió las piernas de mi mujer y empezó a su vez con sexo oral. Mabel se movía como una anguila, se la veía gozando como hacía mucho tiempo que no lo hacía, a mí eso me excitó muchísimo, Beatriz lo notó, ya que empecé a mordisquear suavemente su pezón izquierdo, sumando sus estremecimientos a los que yo le producía.
Mi mujer levantó la cabeza y se dio la vuelta, agarró el pene del invitado y empezó a chupárselo con la agresividad que la caracteriza, cosa que al tipo no le importó, todo lo contrario. Mientras Beatriz procedió a lo propio, introdujo poco a poco mi pene en su boca, rememoré la visión de la mañana, pero amplificada en un cien por cien. Beatriz y Mabel, trasero con trasero, estaban allí, chupándonos como si fuéramos una tabla de salvación. Cuando pensé que iba a eyacular, Mabel cambió su posición y ofreció al extraño su hermoso trasero, éste lo tomó entre sus manos, abrió sus piernas y fue introduciéndosela poco a poco, la cara de ella lo decía todo, la quería tener hasta dentro, me miraba fijamente a los ojos y me sonreía:
— ¿Te importa? — me preguntó, Beatriz se giró sobre sí misma y me ofreció su precioso pandero a mí, se la metí hasta dentro y respondí: —En absoluto. —
Estuve cabalgando unos cinco minutos y cuando Beatriz había llegado a su primer orgasmo, se la sacó y se la volvió a meter en la boca, diciéndome antes:
— Lo que más me gusta es saborear mis propios orgasmos. —
Mabel ya había alcanzado dos y estaba machacándosela al suyo, cuando éste llegó al orgasmo, salpicando a mi mujer en la cara, los hombros, los brazos, las manos, ella, aviesa de sexo, se la volvió a meter en la boca y saboreó todo lo que pudo. Justo en ese momento yo también llegué, Beatriz se movió ágilmente, se colocó encima de mí y se la metió de un golpe hasta el fondo, mientras giraba suavemente las caderas, mi orgasmo fue fuera de lo común.