Cuatro reinos vivían hechos y acontecimientos llenos de dolor, desgracia y sufrimiento, el inicio de una aventura por la verdad estaba por empezar, Kailto, Nafar, el Reino olvidado y el bosque de los pantanos, serían los escenarios donde ocurrirían las tragedias que empujarían al elegido o el salvador para descubrir la verdad; sin embargo, los procesos se convertirían en una difícil travesía, que podrían dejar traumado al príncipe Jack, pues durante años crecería rodeado mentiras y creyendo lo que realmente era falso ante sus ojos. Jamás entendería que tierra pisaba, qué era y por qué todo ser ya muerto al tocarlos, volvían a la vida.
OCHO AÑOS DESPUÉS
Las estaciones llegaban con el tiempo extraño, la primavera no parecía primavera, sino tiempo de días oscuros y noches de días calurosos, así eran todas, según el tiempo y el clima, durante ocho años no hubo guerra entre Reinos, el oro, diamantes y joyas habían dejado de ser objetivo de obsesión, las riquezas habían dejado de ser explorados por campesinos en las cuevas bajo la superficie, en la que solo murciélagos habitaban, los Reyes y Reinas tuvieron paz durante ocho años, el oficio de gobernar tierras ricas en cultivo, los había llevado a dejar las batallas donde solo la muerte, era la evidencia de la violencia, y pues no era acto de un Reino que con un acuerdo de paz, llevaron a cabo la tranquilidad.
—¡Miguel! ¡Miguel ¡¿Dónde estás niño?! —gritaba Fátima angustiada—, ¿Dónde se habrá metido este muchachito?
—A que no me encuentras —dijo una voz
—¿Miguel? Sal de donde estés escondido, ahora no estoy para juegos niño, ¡Sal! Sal o tu padre se enfadará
Fátima caminó hasta unos arbustos junto a las paredes traseras del castillo, ya estaba tan molesta que puso ojos de perro bravo, en su mente decía que le jalaría las orejas para que dejara aquella manía que cultivó desde los cinco años, ocultándose para que ella lo encontrara.
—¡Miguel! ¡Sal ahora!
—¡Boooh! —le gritó él por la espalda asustándola
—¡Aaaah! ¡Miguel! Me asustaste niño
—Ja, ja, ja, ja, te asusté, te asusté
—Entremos, tu padre está por salir con tus hermanos y te va a decir algo
Jack Fhatercul ya era un niño de ocho años, tenía el cabello largo hasta sus hombros, sus ojos más azules que nunca, era tan noble, ejemplar, decente y bondadoso, a diferencia de sus hermanos Jacok y Jacob, quienes iban cada mañana con su padre al bosque. Siempre se preguntaba por qué su padre el Rey prefería a sus hermanos aún con el mal comportamiento que los caracterizaba, hubo ocasiones en las que trató ser como ellos, para que Ildico lo tomara en cuenta y no lo viera como el más débil de todos, Jack nunca imaginó que era más fuerte de lo que él pensaba, algo que solo Fátima y su padre guardaban como un secreto, que más adelante se convertiría en verdad.
—¿Por qué mi padre nunca me lleva, Fátima?
—Miguel…
—¡No me llames Miguel! Soy Jack, no entiendo porqué me llamas así
—Escúchame Miguel, eh, perdón, Jack, tu madre, la Reina Tahara, te colocó ese nombre antes de morir
—¿Por qué me lo dices ahora?
—Porqué ya eres grande y debes saberlo, en cuanto a lo de tu padre, él no te lleva porque eres el menor, y muy especial
—Daría lo que fuera para conocer a mi madre. Pero mis hermanos me molestan
—Donde sea que esté, Tahara te ve y te ama, ¿Qué es lo que dicen tus hermanos?
—Que soy un bobo y que mi padre me odia y no me quiere
—Hablaré con ellos, para que dejen de molestarte ¿Bueno?
—Muchas gracias Fátima
—Bueno, ahora sí entremos
Mientras entraban al castillo, Fátima con su mirada hacía el suelo, pensaba que ya estaba cansada de tanto mentir, se había encariñado tanto con Jack, que se sentiría mal si la llegará a odiar, el día que descubriera la verdad, de que creció engañado, de que había crecido pensando que su padre, era un ser tan bueno como él y que de él había heredado sus buenos pensamientos, pues todo era heredado de su madre, quien lo bendijo en su vientre, aunque algo si era seguro, las criaturas de los pantanos seguían haciendo de las suyas, este era el motivo por el que Ildico no lo llevaba junto consigo y sus dos hermanos al bosque, ya que temía de sufrir un atentado, en el que le arrebatarían a quien mantiene sus cultivos más grandes que nunca.
—Jack, Fátima ¿Por qué tardaron?
—Lo siento papá, ¿Irán al bosque otra vez, cierto?
—Así es, por favor, obedece a Fátima
—¿Y por qué no puedo ir esta vez?
—Porqué no, Jack, no quiero escuchar otra pregunta relacionada al por qué no puedes ir con nosotros
—Vamos niños, los espero a afuera
Fhatercul bajó las escaleras, abrió las puertas y salió del castillo, mientras que Jacok y Jacob, se le acercaron al pobre de su hermano menor, para humillarlo una vez más como solían hacerlo.
—Que lastima hermanito, nuevamente no vas con nosotros
—Deberías decirle a mi padre que me lleve, Jacob
—Ja, ja, ja, ¿Estás loco Jack? Jamás haría eso, ¿Escuchaste lo que dijo este inútil, Jacok?
—Sí, ja, ja, ja, ja, olvídate de eso, nunca convenceremos a papá que te lleve con nosotros, estamos mejor sin ti, soportamos tu presencia aquí, no la queremos soportar en el bosque. Además, él te cuida más que a nosotros, ni siquiera a mí que soy el mayor me cuida como lo hace contigo
—Bueno basta ya, dejen de tratar a su hermano así —les dijo Fátima
—Tú no te metas sirvienta
—Tus palabras me resbalan Jacok, además yo no vivo de tus mugrosos insultos
—Cállate o le diré a mi pa…
—¿A tú papi? Oh, pobre, quien se cree la gran cosa no sabe defenderse solo
Jacok se puso tan enojado y a la vez se sentía humillado, que las palabras de Fátima lo habían dejado sin palabras, aceptaba que ella tenía la verdad.
—Vámonos Jacob, papá nos espera
—¿Vas a dejar que te trate así?
—¡Vámonos! ¿Qué no escuchas?
—Está bien
Los dos se fueron junto con su padre, aunque Jacok tenía en mente hacerle la vida imposible a Fátima, se había sentido mal por las palabras que le había dicho y peor aún, frente a su hermano menor, a quien trató de humillar, burlar y ofender, y todo aquello le salió mal cayendo en su contra.
—Fuiste muy valiente en hacer eso, pero sabes que en cualquier momento se lo pueden decir a mi padre
—¿Y qué? Tu hermano siempre ha sido un fastidioso, pero bueno, olvidemos, ven, vamos a la cocina
Todo marchaba bien Kailto, sin embargo Fer, el pequeño pueblo donde una iglesia y un orfanato eran habitados por muchos niños y pocos adultos, pasaban por una momento difícil, el último cerdo, que era el doble del grande y gordo que dos, fue sacrificado al nacer Bruno, el hijo de Morse, la carne había durado semanas, esto calmó al hambre de todos por poco tiempo, pues lágrimas que caían al suelo eral la evidencia de dolor de estómago de los niños, al sentir sus intestinos pedir consumir alimento.
—Ya no tenemos nada Morse, los niños siguen llorando, ¿Qué puedo hacer? ¿Qué?
—No te desesperes Leticia, por favor, no me gusta verte estresada
—Pero, es que...
—Estoy pensando en ir a Kailto
—¡¿Qué?! —exclamó ella
—No tengo más opción
—Claro que sí, ve a Nafar, la Reina Zaya quiso brindarte su ayuda, y claro, tú de orgulloso no aceptaste, porque pensaste que con la carne de los cerdos lograríamos salir adelante
—Hay que aceptar que los últimos cerdos calmaron el hambre, además, a veces siento que Dios me está castigando
—¿Ah, sí? ¿Por qué? ¿Por casarte conmigo? ¿Es eso? Dime
—No amor, claro que no, si no renuncio a ser monje, jamás me hubieras dado ese hijo tan hermoso
—Es una bendición
—Sí, así es, una bendición, yo a ti te amo, nunca lo dudes
—¿Y Tahara? ¡Ay no! perdóname, no debí mencionarla
—¿Sigues dudando de mi amor por ti? ¿Cuántas cosas tengo que hacer para que te quede claro que solo te amo a ti?
—Nada
—¿Entonces?
—Es que bueno...
—Yo la amaba
—Sí
—Eso quedó en el pasado
—Yo sí amé a Tahara, pero ella no, prefirió a Ildico
—Perdoname
—Ya olvidemos
—¡Papá! ¡Mamá! —llamaba un niño asustado
—¿Qué quieres hijo? ¿Qué ocurre? —preguntó su madre
—Un niño está mal
—¿Qué?
Aquella noche cuando Leticia y Morse se dejaron llevar por la pasión y el amor, después del placer tan hermoso que ambos vivieron, ella le dio la noticia que un pedacito de vida crecía en su vientre, esto fue lo mejor que le había pasado a Morse, desde entonces se convirtió en el mejor padre. Llamaron a su hijo Bruno, por cuanto ”Bru”, significaba Brujo y “no”, que daba Brujo no, es decir, el pequeño Bruno, era bendecido y nunca sería lastimado por un ser que manejara la magia negra, hechicería o brujería, como los tantos que habitaban en ese mundo. Bruno era chico similar a Jack, tenía tantas cosas en común que parecían hermanos, el físico y sus pensamientos eran iguales, solo el color de piel los diferenciaba, ya que Bruno era piel morena y Jack, piel blanca.
—¡¿Qué es lo que sucede?! —preguntó Leticia
Un niño lloraba tirado en el suelo, sus ojos estaban en blanco, su cuerpo desgastado, sus labios secos y su piel estaba estirada, como la de un anciano de noventa años.