Mel me dejó solo en la cocina. Salí a tomar aire. Era increíble lo que me calentaba esa pendeja. Si me hubiera quedado un ratito más a su espalda, si hubiera puesto su boquita de nuevo tan cerca de la mía, si seguía mostrándome el orto… no sabía qué iba a hacer. Aspiré profundamente el aire frío, mientras veía la tormenta, imparable, seguir su curso. Sentí la dureza del celular en el bolsillo. Tuve que hacer un gran esfuerzo para no sacarlo y marcar al número de mi mujer. Estaba furioso con Daniela. Pero estaba con las manos atadas, totalmente impotente. Nuevamente pensé en que sería una excelente venganza cogerme a una de sus nenas. Aunque lo ideal sería que ella no se enterara, porque si lo hacía, tendría derecho de echarme a patadas, porque mi falta sería mucho más grave que la suya. P