—Si se terminó el vino, yo me voy a dormir —mi tío apoyaba la moción. —Pero yo quiero seguir jugando —dije. —Ya es tarde, Gabriela. Otro día lo seguimos —agregó mi papá. Intenté convencerlos de que reanudáramos el juego, incluso Magnus se puso a mi favor; pero fue inútil, los adultos habían tomado una decisión y ésta era irrevocable. Resignados, abandonamos la mesa dejando todo tal y como había quedado con la promesa de limpiar cuando nos levantáramos. Me gustó que cada uno fuera hasta su cuarto sin molestarse en vestirse. Tal vez, después de esta intensa noche de juego el nudismo familiar se convierta en una realidad. A mí me importaría poco que los demás miembros de mi familia me vieran desnuda, aunque no estuviéramos jugando al póker. Antes de acostarme enjuagué mi boca con abund