Su sobrino la estaba sujetando desde atrás, por la cintura. Era obvio que le estaba restregando el bulto contra la cola. —No te hagás la difícil, putita. Te morís de ganas de probar una buena poronga. —Ahora no, ya te dije… Pamela apuró el resto de la copa porque la garganta se le puso seca. No podía creer que un pibe le hablara así a su propia tía. ¿Qué clase de pervertidos eran los Evanson? Y la situación se puso aún más picante cuando Ariel sacó una de las tetas de Magda del vestido y empezó a acariciarla. Su otra mano se perdió bajo el vestido y allí Pamela pudo corroborar algo que ya venía sospechando: la muy puta no tenía ropa interior. Ya le parecía que había visto su concha cada vez que se agachó un poco; pero fueron movimientos tan rápidos que no podía asegurarlo. Los dedos de