La familia Cardani llegó a las ocho en punto, como si se hubieran bajado del más puntual de los trenes ingleses. Lourdes estaba nerviosa, sabe que los Evanson pueden ser impredecibles. Cuando ella misma les abrió la puerta supo que había cometido un error: los Cardani estaban usando la misma ropa de la iglesia. Los cuatro miembros, al unísono, apartaron la mirada de los pechos de Lourdes y se les enrojecieron las mejillas… pero no tanto como a la propia Lourdes. «Carajo… ¿qué hice? ¿Por qué no me puse algo más decente?». —Adelante, por favor… bienvenidos a la casa de los Evanson. Lourdes mantuvo una sonrisa forzada. Presentó a los recién llegados comenzando por el padre. Gonzalo Cardani era delgado, de cuerpo fibroso, como quien se pasa muchas horas a la semana trotando. Pero no tenía l