Era una tortura estar cerca de ella y no poder llevar lo que había sucedido al siguiente nivel. Mimi me ayudaba a juntar los vidrios rotos del piso, iluminando con la vela para asegurarnos de que no quedara ningún pedacito de cristal sin levantar. Creo que era la primera vez que lamentaba tener a la pequeña rubiecita tan cerca de mí. Fernanda, con Rita en brazos, estaba cuchicheando con Mel. A pesar de que todos estábamos en un espacio muy reducido, no entendía lo que decían, debido a que el cielo no paraba de tronar y la lluvia se escuchaba muy fuerte en esa parte de la casa. De todas formas, me daba la impresión de que estaban hablando sobre algo que solo les incumbía a ellas. Cuando tiré el vidrio roto adentro de una caja, para no mezclarlo con el resto de la basura, miré de reojo a Mel