—Tía política —le recordó mi padre—. No hay ningún vínculo sanguíneo entre ellos… no empieces a ser la amargada de siempre, Analía —mi papá podía ser muy cortante si se lo proponía. —No soy amargada, es sólo que… Se quedó muda cuando vio a mi madre arrodillándose debajo de la mesa y sin perder tiempo le daba una larga lamida al tronco de Ariel, él volvió a abrir sus ojos al máximo evidenciando que nunca había imaginado que esa noche su bella tía Magdalena le chuparía la v***a. —Cronometrá ocho minutos, Gabriela —me ordenó mi padre—. A ver si el pendejo puede aguantar tanto. —Sí que aguanto —lo desafió él. —Si no aguantás, te doy el desafío por perdido y vas a tener que hacer otra cosa. Mi mamá fue suave con el muchacho, supe de inmediato que su idea no era hacerlo acabar ya que sus