—Me produjo más. —¿Más? ¿De verdad? —llevé una mano a mi entrepierna y comencé a acariciarla. —Claro que sí. Chupar conchas siempre tiene esa pequeña cuota de morbo extra. Además, sos mi hija... no podía creer que… En ese mismo instante dejé salir mis instintos sexuales, me zambullí entre sus nalgas y di una lamida a su v****a, saboreando sus flujos. Ella se sobresaltó y giró rápidamente en la cama, tuve que retirar mis dedos para no lastimarla. Me miró fijamente durante unos segundos, parecía confundida pero luego noté cierta decisión en sus ojos, abrió las piernas y presionó mi cabeza hacia abajo. —Dale, hermosa —dijo, entre jadeos—. Chupame la concha… como lo hiciste el otro día, junto con tu hermana. Ese fue uno de los momentos más hermosos y excitantes que pasé. Me agradó que el