—¿Vas a poder volver solo? —preguntó Mel. —Yo te puedo acompañar con la linterna de mi celu —se ofreció Mimi. —No se preocupen. Como no tengo apuro, voy despacito hasta mi cuarto —respondí. La verdad era que no quería que Mimi viera la tremenda erección que tenía. Por otra parte, era una lástima que Mel no fuera lo suficientemente rápida como para ofrecerse ella misma a acompañarme. Pero viéndolo ahora, eso fue lo mejor. Porque si nos íbamos juntos, ahí sí que no iba a poder contenerme. Ni siquiera podría esperar a llegar a mi cuarto. Me la cogería en el pasillo oscuro. Tardaríamos más de la cuenta y las otras sospecharían. Además, Mimi, con lo pegada que estaba a mí, seguramente iría a ver qué pasaba. Fui avanzando lentamente, apoyándome en las paredes. La absoluta oscuridad podía ser