Azrael
Mi vida ha sido normal, supongo.. bueno eso depende de lo cada uno conozcamos como normal. Soy hijo de un demonio y una humana.
Casi toda mi vida la he pasado aislado, junto a las demás mujeres y sus hijos, siempre sentimos curiosidad por saber cómo eran las niñas ya que aquí no había ninguna.
Tampoco podíamos salir, por las palabras de mi madre nos podían buscar y hacer daño, pero llegó un momento que los mayores querían volar, querían ver mundo y por supuesto querían experimentar el amor.
Todo el amor que un híbrido de demonio pueda albergar en su mitad humana, por supuesto.
Mi madre y Margaret viven juntas al principio solo eran amigas, compañeras de desgracias, las dos venían de la misma aldea y compartieron casa en el Inframundo.
Años después de nuestra llegada aquí, se dieron cuenta de que otros sentimientos florecían, tardaron en aceptarlos pero el día que lo hicieron las dos se convirtieron en almas gemelas.
Tener dos madres no está mal, pero siempre soñé con tener un padre, el único hombre que conocía era Belfegor, de él sabía que era un ángel que velaba por nosotros, tiempo después descubrí que él fue uno de los siete príncipes del Inframundo, un ángel caído. En ese momento sentí rabia hacia él. Mamá me hizo recapacitar todo el mundo tiene derecho a redimirse, esas palabras que tanto me decía resonaban en mi mente, el había pagado su castigo y el mismísimo Dios le había devuelto las Alas.
Así que quién era yo para juzgarlo! Desde que quito el campo de protección apenas lo había vuelto a ver. Ahora éramos mayores y teníamos derecho a equivocarnos, caer y levantarnos.
Hoy cuando vuelva del trabajo estará en casa para cenar, mamá me ha dicho en la mañana que hoy vendrían Belfegor y su hija mayor Heba, mamá dice que la he visto varias veces cuando era pequeño, no lo se.. simplemente no la recuerdo.
Hoy el trabajo en la fundición está resultandome pesado, supongo que no tengo la cabeza donde debería, solo puedo pensar en Heba, como será, se parecerá a su padre, será agradable y guapa? Menudas tonterías pienso, quién me creo que soy para que ella que es como de la realeza si quiera me vaya a mirar?
Por culpa de estos pensamientos, he dejado trabajo atrasado mis hermanos ya se han marchado, ni siquiera se han percatado de mi ausencia, andan tan enamorados que solo piensan en ellas.
Normal si yo también tuviera una compañera olvidaría a todo y a todos. Tengo que darme prisa, ya conozco a mamá se que se va a enfadar y más si tenemos invitados en casa.
Llegó bastante tarde, al final he tardado más de lo que había previsto..
Mamá está en la puerta y tiene cara de pocos amigos.
— Mamá lo siento, tuve mucho trabajo.— digo en tono de disculpa.
— Ya hablaremos después, ahora pasa. — Dice notablemente enfadada.
Paso con ella, algo es diferente, algo dentro de mi me dice que ella está aquí, la puedo sentir, mis ojos se clavan en los de la morena de ojos azules que hay sentada junto a Belfegor.
Es ella, es su hija, Heba es mi compañera! Una oleada de tristeza llena mi cuerpo. Se que me va a rechazar, como podría ella aceptarme? A mi a un don nadie. Hijo de un simple demonio y una humana. Ella es de sangre real..
Yo en cambio no tengo nada que ofrecer, soy un simple peón, en una fundición. Solo puedo ofrecerle mi amor..
Salgo de mi ensoñación, me siento a su lado y comienzo a jugar con la comida, antes de llegar me moría de hambre, en cambio ahora parece que tengo una bandada de mariposas en el estómago.
Noto como me mira de reojo y eso me pone aún más nervioso, siento un deseo incontrolable por besarla, pero me convenzo de que eso no puede pasar.
Terminamos la cena, apenas si he tocado mi plato, todos se dirigen a la sala, mamá y Margaret han preparado café y unos dulces.
Heba se excusa un momento y pide ir al servicio, no puedo evitar dar un suspiro, estar cerca de ella me está matando y eso no es lo peor, está noche la van a pasar aquí. Oh dios dame fuerza para contener al demonio que llevo dentro...
Le he pedido a mamá recoger la mesa, ella me ha tomado la temperatura con la mano en mi frente.
— No mamá no tengo fiebre, está mal que un hijo quiera ayudar a su madre?— Le digo serio.
— No, no claro que no. — Dice ella sonriendo — pero no te tardes.— Argumenta desde la puerta de la cocina.
Para que nos vamos a engañar ha estado a punto de pillarme, en mi vida he recogido la mesa sino ha sido obligado, lo se no soy el hijo del año!
Pero necesitaba escapar de ella un rato, tenerla tan cerca, no me deja pensar con claridad.
— Te ayudo a fregar.— Dice la voz más dulce del mundo a mi espalda.
Me quedo en shock, no se como reaccionar, yo que pensaba escapar de ella y no he echo otra cosa más que atraerla a mi lado.
— Puedes secar los platos.— Le digo intentando no atragantarme con las palabras, no entiendo lo que me pasa, su sola presencia hace que mi corazón quiera salir por mi boca.
— Sabes que te llamas como el gato de los Pitufos?— Dice ella sonriendo.
En serio tenía que decir eso?? No se si sentirme estúpido u ofendido, pero no creo que ella lo haya dicho con maldad. He pasado toda mi infancia recibiendo burlas por el estúpido nombre que me puso mi padre.
— Heba, ya sabes lo que somos, no tienes por qué perder tu tiempo conmigo, si quieres rechazarme puedes hacerlo ya? Para mí sería menos humillante que lo hicieras a solas, que delante de todos.— Digo triste pero seguro de mi mismo. Cuanto antes termine mejor.
Ella me mira confundida, deja el plato sobre la encimera y se queda mirándome un buen rato, en silencio, un silencio que me ahoga y me desespera...