Más acciones.

1782 Words
Salimos en una segunda cita. Y una tercera, una cuarta y una quinta. Las cosas entre Issa y yo van muy bien, o no tanto…, no lo sé. Por un lado, recuperamos la confianza y la forma increíble de relacionarnos, nunca había tenido esta clase de química con nadie; pero, por otro lado, aún no sé cómo debo comportarme cuando se trata de conquistarla o… sí, lo físico. Una vez, estando en mi departamento cenando, hablamos sobre el hijo de puta de Alex, el proceso que llevó Issa en Londres para tratar su estrés postraumático y el proceso que sigue haciendo aquí en New York con su terapeuta, me lo contó todo y de forma muy calmada, cruzamos esa barrera y no hubo nada que no supiera. Pero no fue fácil. Me habló sobre algunas cosas de las que le hizo Alex, me confesó que él fue quien mandó a golpearme; nada de lo que me pasó a mí significaba algo en comparación a lo que vivió Issa. Y, sin embargo, conocer algunos de esos detalles nos sirvió para acercarnos, confiar, abrirnos. Fue bueno escucharla porque así me di cuenta de que Issa había volado como un ave fénix; que, si antes era capaz, ahora se había convertido en una persona imparable. Nadia ni nadie, y mucho menos yo, íbamos a impedir que ella volara con toda su capacidad. Desafortunadamente, también me hizo tener aún más precaución de hacer las cosas de forma incorrecta porque no quería dar un retroceso o hacer cualquier mínima acción que le trajera malos recuerdos. —Me gusta esta ¿Qué opinas? Miro la pintura que señala Issa y la observo con atención, tratando de ver lo que la hace tan especial. —Bueno, me gusta la combinación de colores —respondo de forma sincera y sin saber mucho de arte—. ¿La quieres comprar? —Sí, está la hizo Ella —me cuenta—. La exposición es de Ella y un par de amigas. —Es muy buena y vino bastante gente. —Asiente sonriente, pero un poco ausente. Doy un par de pasos alrededor de ella y observo con curiosidad la forma en la que mira todo—. Nunca me has dicho si tú quieres hacer una exposición. Estudio el rostro de Issa y nos detenemos a la mitad de la sala mientras se toma el tiempo para contestar mi pregunta; el cabello lo trae recogido y hace ver su cara más libre, el dije de ave fénix que le regalé en su cumpleaños cuelga de su cuello. —Sí, me gustaría —responde—. Mi tía Miranda enviará mis cuadros esta semana y tardarán en llegar, pero creo que tengo todo el resto del semestre para poder organizar algo, de esta forma puedo hacer una tesina. ¿Sabes? Creo que estoy lista para que las personas me conozcan desde mi arte, creo que puedo exponerme al mundo de esa forma. De hecho, últimamente pienso más sobre lo que haré después. — ¿Después de acabar la universidad? Asiente. —Antes pensaba unirme a una galería de arte, pero ahora… no quiero estar detrás, lo quiero todo. Pintar, exponer y dejar una marca. Acomodo un mechón de cabello detrás de su oreja y le sonrío. —Estoy muy orgulloso de ti, Issisita —juro—. No es que mi opinión importe, pero estoy orgulloso y quiero que lo sepas. —Importa tu opinión —asegura; se acerca a mí y toma mi mano. No, no puede hacer eso porque quiero seguir comportándome bien—. Me gusta que me digas esas cosas, y también puedes decirme las malas. Y viceversa. Ya va un mes desde que Issa volvió y aún no he podido tocarla como quiero. Issa se acerca a mí un poco más y agita sus pestañas de forma coqueta. —Ah… ahí viene Ella —digo, apartándome de Issa, aunque lo que quiero es todo lo contrario. Issa me fulmina con la mirada y no entiendo por qué ese repentino cambio de humor; pero se da la vuelta y saluda a Ella con normalidad. — ¡Ella, hola! —La abraza con cariño y su amiga le devuelve el gesto—. ¡Felicidades! Es una magnífica exposición. —Ay, muchas gracias, Issa. Gracias por estar aquí. —Él es Mat, ¿lo recuerdas? Mi amigo —pronuncia la última palabra mirándome con cierto rencor. Decido ignorar eso porque mi cerebro no es tan grande y no lo entiendo. —Felicidades —le digo a Ella—. Esto es algo increíble. —Muchas gracias —responde ella, sonriente—. Espero que puedan recorrer todo, atrás hay otra pequeña salita. Ah, miren… ella es Mirelle, otra de las artistas… ¡Mirelle! —Una segunda chica se acerca hasta donde estamos y se presenta con una sonrisa—. Mirelle, ella es una de mis amigas de la universidad, Issa, y él es Mat. Mirelle ladea la cabeza y me observa con atención. Incómodo. — ¿No te conozco de algún lado? Espero que no porque sería aún más incómodo ahora que creo que Issa está molesta. —Creo que no, lo siento… — ¡Sí, te vi con Red Crossroads! —exclama. Issa y yo nos miramos con sorpresa—. Fui a dos presentaciones suyas y me encantaron. Vi que van a tocar el 14 de febrero y obligué a mi novia a comprarnos entradas. Issa sonríe todo lo que yo no puedo por la sorpresa. —Pues… gracias por comprar boletos —digo—. No conocía a nadie que lo hubiera hecho, muchas gracias. —No tienes que agradecer, me encantan sus canciones. —Alguien llama a las chicas y ambas se dan la vuelta, distraídas—. Lo siento mucho, tengo que irme. Fue un placer conocerlos, nos vemos en el concierto. —Igualmente, muchas gracias. —También tengo que irme, chicos —dice Ella—. Sigan viendo por aquí y díganme si necesitan algo. Me dio mucho gusto verlos. Issa y ella se despiden y poco después volvemos a quedarnos los dos juntos. Me río e Issa se lanza a mi cuello con emoción. — ¡La gente compra boletos para ir a verte! —exclama—. En tres días darás tu primer concierto. Issa no me suelta y yo mantengo mi mano en su cintura, pocos centímetros son los que nos separan. —Se siente irreal. —Es real, créelo —afirma, sonriente. Mira mis labios y se acerca un poco más a mí, sin importarle que alguien pueda vernos o que sea nuestro primer beso. —Creí que querías comprar la pintura —interrumpo sus intenciones. Y quiero patearme la cara por ser tremendo imbécil—. Deberíamos ir. La expresión de Issa cae y me suelta de inmediato, pero luego me mira con enfado y se cruza de brazos. — ¿Qué pasa? —pregunta sería—. ¿Tus intenciones cambiaron? Porque deberías decírmelo desde ahora. Miro a nuestro alrededor porque no quiero dar ningún espectáculo. —No cambiaron, Issa —aseguro—, pero te mereces más. No quiero hacer las cosas rápidamente o asustarte, o… —No soy de cristal, Mat. —Lo sé, estás hecha del fuego que nunca se apaga. Sólo quiero hacer las cosas bien. Issa frunce el ceño y no tengo idea de cómo arreglar la situación. Al final dice que irá a pedir la pintura que le gustó y que puedo esperarla aquí. Me quedo solo, maldiciéndome. Nunca había actuado así con una chica que me importara tanto. —Dicen que me la enviarán a mi casa —me cuenta Issa una vez que está de vuelta—. Podemos irnos ya. —Tengo que ir a la disquera a un ensayo o algo así ¿Quieres ir? —No puedo —responde; quizá esté un poco molesta, pero no creo que me mienta—. Necesito ir a comprar unos materiales, pero te llamo esta noche. Caminamos hasta la avenida principal para que Issa pueda tomar un taxi y espero con ella en la esquina. Me siento derrotado, como si hubiera caminado hacia atrás en lugar de atreverme a dar el paso. —Issa —llamo con suavidad, tomándola por el codo—, sólo quiero hacerlo bien. Sabes que me gustas. —Quizá no está bien que me trates con tanta delicadeza, Mat —dice con la voz neutra—. Sólo trátame como siempre. — ¿No es lo hago? —pregunto confundido. —No —responde con firmeza—. Antes no hubieras dudado ni un segundo. —Un taxi se detiene justo al frente y abre la puerta—. Adiós, Mat. Hablábamos luego. Mucha suerte en el ensayo. —Te quiero, Issa. Lo sabes, ¿no? Issa se toma un segundo para mirarme antes de entrar al auto. —Y yo te quiero a ti. Pero a veces necesitamos más acciones. Una vez dentro del taxi, levanta su mano para despedirse y hacerme sentir como un idiota, más de lo que ya me siento. Reviso el reloj de mi teléfono y me doy cuenta que debo darme prisa para ir al ensayo. Estos días han sido una locura, entre fotos, promociones, ensayos y más juntas aburridas comienzo a notar el peso de la firma sobre un simple papel. Y aún con todo esto, lo que más me desconcierta es Issa. Tomo otro taxi para ir a mi destino y, una vez que voy en camino, marco el número de Dave. — ¿Dónde estás? —En el trabajo —responde sin entender—. ¿Íbamos a reunirnos y lo olvidé? —No, pero vamos a tomar esta noche… —Es que… —Güey, es importante. Suspira al otro lado de la línea. —Sale pues —acepta—. Mándame la dirección. —Te veo en la disquera, güey —contradigo—. Tengo ensayo. —Ya qué. Llevaré pañuelos porque por tu tono de voz parece algo serio. —Vete a la v***a, güey. —Y sólo te pones así por Issa… — ¡Se enojó! —suelto inevitablemente y sin poder aguantar a la noche—. Estoy intentando respetar su espacio y a ella, no hacer nada que no quiera, y mira que yo quiero, pero… no sé. ¿Y si de pronto se arrepiente? No quiero cagarla porque siento que esta es la última oportunidad que tenemos. La vida no te pone más de dos veces a la misma chica. Si me equivoco, no habrá otra chance. —Y si no te arriesgas, quizá tampoco la haya.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD