Los días siguientes a esa primera presentación con Tris en la banda son una locura; al día siguiente firmamos el contrato en la disquera y se siente jodidamente extraño poner una simple firma en un papel que cambiará una parte de nuestras vidas; luego, hay que afinar detalles, seguir trabajando; contarle a mi madre y mi papá en México y soportar todas las preguntas que tienen. Es una vida muy rápida, la semana se pasa volando, pero creo que todo vale la pena.
—Tenemos que hacer un brindis —propone, no, ordena Kat en la esquina de la mesa que compartimos en su casa—. Que cada m*****o de Red Crossroads diga unas palabras.
Me atraganto con la cerveza en mi garganta.
—No estamos en la primaria, Kat —digo.
Sin embargo, me sorprende que los demás no se quejen al igual que yo. Dave, frente a mí, se encoge de hombros riendo; busco apoyo en Issa sentada a mi lado, pero sólo me sonríe con diversión.
No mames, somos demasiado viejos para esto. Y no por nada evité todas las exposiciones escolares durante mis años de estudiante.
—Bueno… —inicia Wayne, para mi sorpresa— la verdad es que yo sí estoy agradecido. Este nunca fue mi sueño, chicos, jamás imaginé firmar un contrato con una discográfica. Cuando conocí a Sebas y tocábamos, con otros chicos, para mí sólo era un juego ¡Y ahora vamos a ser famosos! Ya estoy imaginando lo que voy a hacer…
—Maldición, se volverá más insoportable que ahora —se queja April.
Sí, quizá tenga razón.
—Yo quisiera agradecerles —continúa Tris, sonriendo tímidamente—. Sé que no hemos estado juntos por mucho tiempo y que soy la nueva y que no he trabajado tanto como ustedes, pero les agradezco la oportunidad. Esto es un golpe de suerte. Y les aseguro que no se van a arrepentir.
—Ya eres parte del grupo, Tris —asegura Sebas con amabilidad—. Además, eres muy buena. —Nos quedamos en silencio un momento, pero Kat mira con intensidad a su novio y éste termina captándolo tiempo después—. ¡Ah, sí! Voy yo, ¿verdad?
—Esto es una tontería —susurro, ganándome un codazo de Issa.
—Cuando inicié con la banda nunca me imaginé lo que acabamos de lograr —confiesa—. Era sólo un sueño muy lejano. Y por eso quiero darle las gracias a Mat. —Arrugo toda mi cara sin entender a qué se refiere y avergonzado por la forma en la que me miran todos—. Todos sabemos que son las canciones de Mat las que nos dieron fama…
—Tú me ayudas, güey…
—No, yo te ayudo a terminar las canciones que haces sólo algunas veces —corrige firme, pero sonriendo—. Tú eres el que escribe y compone, el que nos corrige, buscaste a las discográficas por mucho tiempo y has invertido dinero en todo esto, y nunca te quejas. Tú fuiste quien quiso que lo tomáramos más en serio. Sin ti, no sé si esto hubiera pasado.
Silencio, un silencio muy incómodo.
—Por Mat —dice Dave levantando su cerveza.
—Los odio —digo, incómodo al ver que todos alzan su vaso y repiten sus palabras.
—Es tu turno, Mat —ordena Kat.
—No diré nada.
—Todos ya lo hicieron, te toca.
No soporto las miradas que me dan todos, me giro hacia Issa y busco apoyo en ella.
— ¿Puedes salvarme?
—Podría… —dice sonriendo—, pero tengo ganas de escuchar lo que tienes que decir. ¡Mat, Mat, Mat! ¡Vamos!
La miró ceñudo.
Maldita sea la puta presión social.
Doy un suspiro resignado.
—No soy solista —digo mirándolos con enfado—, somos una banda. Todos somos importantes y se trabaja en equipo, no es por mí que salimos adelante, sino por todos. Incluyendo a Dave que nos acompañó siempre, a Kat que es molesta y muy gritona en los conciertos, a April que nos mantiene bien centrados con los pies en la tierra, y a Issa —La miro— que me dijo que debía entrar al juego. —Ella entiende de lo que hablo porque me sonríe con nostalgia—. Sólo quiero seguir tocando y divirtiéndome, y que nadie se vuelva tan insoportable o tendré que bajarle los humos.
—Eso va para ti, Wayne —puntualiza April.
—Sólo beban y ya —pido.
— ¡Salud!
—Para ser alguien a quien no le gustan las palabras —me dice Issa en voz baja— se te dan muy bien los discursos.
—Odio dar discursos.
El timbre de mi teléfono suena y anuncia una solicitud de videollamada de mi mamá. Suspiro con cansancio y le muestro a Issa.
—Desde que le conté a mi mamá hace una semana me llama diario, a veces dos veces al día. Tiene muchas preguntas y muchas órdenes para mí. Debo contestarle. —Me levanto de la mesa, pero luego pienso y termino diciendo:— ¿Te gustaría conocer a mi mamá?
—Claro —responde de inmediato; se pone de pie y camina conmigo a la parte más lejana de la casa de Sebas y Kat—. Tengo curiosidad por saber cómo es tu mamá.
—Ten cuidado con lo que deseas. Hola, mamá —digo en español al responder la videollamada.
—Tardaste en responder ¡eh, Mateo!
—Lo siento, es que…
—Nada es más importante que responderle a tu mamá. Mira, estaba platicando con una amiga y le conté que serás un artista famoso y me dijo algo que me dejó muy preocupada…
—Mamá…
—...las drogas. No te drogas, ¿verdad? Porque en ese mundo es muy común y no quiero que lo hagas.
—Mamá, no me drogo —aseguro—. Y quiero presentarte a una amiga —digo, retomando la conversación en inglés para que ambas partes entiendan—. Ella es Issa. Ella es mi mamá y me estaba regañando para que no me drogue —le explico.
Issa se aguanta la risa.
—Mucho gusto en conocerla —saluda Issa—. Mat me ha hablado mucho de usted.
— ¿Ah, sí? ¿Por qué no me has contado de Issa, Mateo? —pregunta mi mamá con severidad. Ah, no, creo que fue una mala idea presentarlas—. ¿Issa es por Isabella?
—No —aclara Issa—. Es por Alissa.
— ¡Ah! ¿Y… también eres… artista? —pregunta con la mirada entrecerrada.
—Mamá…
— ¿Qué? ¡Quiero conocer a tu amiga!
Issa me mira un poco intimidada por mi mamá; sólo puedo cerrar los ojos con frustración.
—Soy artista, pero no canto ni toco ningún instrumento —le explica a mi mamá, amablemente y con más paciencia de la que yo tengo—. Estudio Artes Básicas en la universidad de New York, estoy en mi último semestre.
—Ah, y…
—Mamá, sé buena —advierto, en español para que Issa no me entienda—. Issa es una buena chica, no encontrarás nada malo en ella.
—Mi hijo dice que le gustas, Alissa —suelta.
— ¡Mamá!
Issa se aguanta la carcajada y yo quiero morirme.
—Bueno, sígueme contando de ti, Alissa —pide mi madre.
Y desde este momento, su hijo pasa a segundo plano. Me quedo en silencio escuchando cómo mi mamá interroga a Issa como si fuera a una entrevista de trabajo, pero Issa lo soporta bastante bien y en ningún momento es grosera. Al finalizar, mi mamá ya ha bajado un poco sus barreras y platica con Issa tranquilamente, aun ignorándome.
—Espero poder conocerla en persona muy pronto —dice Issa como mil horas después de que mi mamá la interrogó.
—Yo también ¿Pueden creer que mi VISA expiró hace unas semanas y aún no pueden renovármela? ¡Ya he llamado muchas veces, fui en persona y puse una queja y no recibo respuesta!
—Ten cuidado o te vetaran de las oficinas, mamá.
—Que se atrevan a hacerlo para que vean la demanda que les cae. Tengo que irme, Mateo, pero, ya sabes…, nada de drogas.
—Ajá. Salúdame a mis hermanos.
—Mejor llámalos y salúdalos personalmente como una persona decente. Adiós, no cometas ninguna locura.
—Es lo único que sé hacer, mamá.
—Condenado chamaco. Adiós, Alissa. Un gusto conocerte.
—Hasta luego, señora Carmen.
Termino la llamada antes de que mi mamá tenga otra orden ridícula para mí. Miro a Issa con una disculpa grabada en mi rostro.
—Lo siento, mi mamá es… ya viste cómo es.
Se ríe.
—Me agradó mucho —responde—. Pero es curioso, ¿no? Ya he pasado el interrogatorio de tu mamá y tú ni siquiera me has invitado a salir.
Me quedo congelado mientras Issa, con gran desenvoltura, continúa sorprendiéndome por completo. Supongo que este es el momento en el que debo invitarla a salir, pero por primera vez en mi vida no sé cómo hacerlo.
—Ah…
— ¿Quieres salir conmigo, Mat? En una cita —pregunta ella con decisión.
—Sí —respondo genuinamente feliz; y algo sorprendido de que ella haya dado el primer paso—. Debes saber que eres la primera chica a la que le digo que sí.
—Y tú eres el primer chico a quien invito a salir.
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Termino de subir las escaleras y me planto frente a la puerta del loft de Issa. Me pregunto cuánto tiempo ha pasado desde que tuve una cita. Nunca fui un chico que tuviera citas, quizá en la prepa y el primer año de universidad, pero luego de eso… dejé de tener novias y sólo salía de vez en cuando.
Pero con Issa no quiero hacer ninguna de las cosas que antes hacía. Con ella quisiera experimentar el paquete entero.
Toco la puerta de su hogar y espero. La puerta no tarda en abrirse y aparece Issa en un pantalón bien entallado, botas altas y una blusa negra; se ve muy guapa.
—Hola.
—Hola. —Sonríe—. Qué puntualidad. Ya estoy lista, sólo tomo mi abrigo.
Asiento. Creo que el día de hoy no tengo muchas palabras, pero sí deseos.
Porque mientras termina de vestirse y me sonríe, sólo puedo pensar en lo guapa que se ve, lo bien que le quedan esos ajustados pantalones y en sus labios, en cómo quiero besarlos desde hace un chingo de tiempo.
Salimos de su edificio mientras ella me va contando sobre cómo le ha ido en la universidad. Tomamos el primer taxi vacío que pasa y le doy las indicaciones.
— ¿Long Island? —pregunta Issa—. ¿Qué planeaste?
—La verdad es que ahora no tengo un plan excepcional —confieso. Y quiero darme un golpe, porque se supone que siempre tengo buenos planes, pero cuando necesito un lugar chingón para mi primera cita con Issa, simplemente no puedo pensar en nada bueno—. ¿Conoces Gantry Plaza State Park? Pensé que podemos caminar por ahí y sentarnos o hacer algo, por las tardes se pone un café al aire libre y podemos comer ahí.
—Sí, me gusta el plan —asegura.
De verdad espero que sí, porque no estoy acostumbrado a este tipo de presión.
Durante el camino no hablamos mucho, me esfuerzo por encontrar un tema agradable de conversación, pero sólo hablamos de sus días aquí en New York y cuánto gastará en que envíen sus pinturas desde Londres.
El viaje en taxi sólo dura poco más de veinte minutos, así que cruzamos la avenida hasta el largo y gran parque para encontrarnos que varios niños y familias que han decidido pasar el domingo haciendo muñecos o ángeles de nieve.
—Nunca había venido aquí —dice Issa—. Me pongo a pensar en la cantidad de cosas que no he hecho en esta ciudad y me desanima un poco.
—Bueno, tienes mucho tiempo para hacerlas todas.
—Es bueno tener un guía como tú —responde; pero yo no sé qué decir a eso—. Mat… ¿Estás nervioso?
Lo que me faltaba, ahora se está divirtiendo a mi costa.
Supongo que podría mentir, pero creo que es más correcto decir la verdad, aunque me haga parecer un completo idiota.
—No sé cómo hacer esto —admito—. No tengo este tipo de citas y… realmente me gustas, sólo que no quiero hacer algo… incorrecto. ¿Tú… estás nerviosa?
Issa se toma su tiempo para responder, se dirige hasta una banca y quita la nieve encima de ella. Nos sentamos y observamos la increíble vista de los altos edificios de la ciudad cubiertos de una fina capa de nieve y las luces de las ventanas encendidas. Espero por su respuesta con calma, pero también aumenta mi preocupación porque no quiero ponerla nerviosa, quiero que se sienta segura y tranquila con mi presencia.
—Estoy… tranquila —termina diciendo; y siento que puedo respirar un poco mejor—, siempre me siento tranquila hablando contigo.
— ¿Pero…?
—Pero… a veces tengo muchos recuerdos. —Gira para mirarme y, aunque lo habla con tranquilidad, siento que algo en su interior está alterado—. Pienso demasiado que quizá este momento contigo hubiera llegado antes si las cosas hubieran sido diferentes.
Lo sé, también pienso en ello muy seguido.
—Pero estamos aquí, ¿no? Así que… deberíamos disfrutar este momento —propongo con más seguridad de la que siento—. Estamos bien y nada que no quieras va a pasar, te lo prometo.
Issa sonríe con tristeza y luego vuelve a mirar el paisaje digno de postal, se inclina sobre mi hombro y deja su cabeza recargada mientras toma mi mano y entrelaza sus dedos con los míos.
No me muevo, apenas respiro. No recuerdo cuándo fue la última vez que hice algo tan inocente con una chica, pero, sobre todo, no recuerdo cuándo fue la última vez que me sentí emocionado y nervioso por estar con una chica. Y, a pesar de esta calma, también tengo ganas de besarla, de tocar su cara, poner mi mano en su cintura y atraerla a mí. Pero contengo todo eso y aguardo a que esté lista…
— ¿Quieres hacer un muñeco de nieve? —pregunta de repente.
No puedo evitarlo, me río.
—Supongo que puedo ayudarte un poco.
Issa se pone de pie con una sonrisa y mucha emoción.
—Ven, vamos.
Me toma de la mano con firmeza y una orden implícita, caminamos apresuradamente hasta una parte alta del parque donde varios niños construyen sus propios muñecos de nieve.
Issa tiene la energía de diez niñas juntas, por lo que rápidamente junta gran cantidad de nieve, mientras que yo me lo tomo con más calma, soy más como un ayudante de la artista.
— ¿No tienes una zanahoria? Nos falta la nariz.
Otra vez me río.
—Cuando voy a una cita, siempre cargo una zanahoria en mi bolsillo —bromeo. Issa me saca la lengua y luego mira los muñecos de nieve a nuestro alrededor; son más uniformes y tienen nariz—. Robemos una.
—No podemos hacer eso —se escandaliza—. Los niños se esforzaron mucho.
—Hay muñecos abandonados, nadie se dará cuenta.
—Me arrestarán.
—Estoy seguro de que no arrestan a nadie por robar la nariz de un muñeco de nieve.
—Me verán —insiste, pero ya camina hacia atrás, ocultando una sonrisa y desviando la mirada alrededor mientras roba la zanahoria del muñeco más cercano—. Eres una mala influencia para mí, Mat.
—Pero ahora nuestro muñeco tiene nariz.
—Y es un hermoso muñeco —asegura; se coloca a mi lado y observa nuestra creación, la deforme y poco firme escultura de nieve que hemos hecho—. Bueno, no es tan hermoso, pero… es lindo.
Sonrío, apreciando que Issa siempre tiene algo bueno que decir sobre cualquier situación. Ojalá nunca nadie le vuelva a robar la capacidad de ver una llama de esperanza en medio de todo el caos.
—Me gusta —concuerdo—. ¿Quieres caminar un rato?
Mientras el Sol comienza a ocultarse y las luces de la ciudad son más intensas, caminamos lado a lado por el largo del puente lleno de nieve y personas que pasean despreocupadamente.
Quizá no tenía que pensar en un lugar excepcional, quizá sólo bastaba con la compañía correcta.
— ¿Cuándo es la primera presentación de Red Crossroads? —pregunta.
—Taylor nos consiguió una presentación en Radio City Center ¿puedes creerlo? —pregunto con emoción contenida—. Jamás imaginé presentarme ahí.
— ¡Es fabuloso! En serio, me siento muy orgullosa de ti, Mat.
—Será el 14 de febrero, claramente tienes un pase preferencial desde ya —comentó mirándola de reojo—. Espero que estés ahí.
—No me lo podría perder —asegura con una sonrisa—. ¿Qué dice tu familia de tu gran éxito?
—Están que no lo pueden creer, nunca se imaginaron que esto pasaría, ni yo. Mis padres quieren venir a la primera presentación, pero mi mamá no tiene su VISA —le recuerdo— y le dijo a mi papá que no puede venir sin ella. Mi papá le recordó que ya están divorciados, pero mi mamá… le ganó. Aún no sé qué pasa entre ellos.
—Bueno, podemos mandarles muchos videos.
— ¿Crees que esto nos cambie? —le pregunto más serio—. A Wayne, a Sebas, a Tris…, a mí.
—El cambio es inevitable, es parte de la vida —responde—. Sólo hay que ser conscientes y tener los pies sobre la tierra.
—No quiero que la posible fama arruine a la banda.
—Mat, no creo que eso pase —asegura con una sonrisa que me tranquiliza—. Sebas y Kat son personas muy genuinas, Wayne sí es un poco creído, pero jamás lo he visto fingir algo que no es, y no conozco mucho a Tris, pero me agrada. Y tú… eres una persona muy noble, amable y divertida; sí, quizá te equivoques, porque también eres humano y no eres perfecto, pero no le temas al cambio si estás seguro de quién eres.
Al diablo, voy a acercarme a ella y besarla, sí, eso es lo que debo hacer.
Desafortunadamente, eso no pasa. Una bola de nieve cae sobre mi hombro y me giro en la dirección donde un par de hermanos pequeños se arrojan nieve entre ellos; el más pequeño abre mucho los ojos, asustado, y un segundo después ambos se echan a correr.
—La juventud de ahora debería pedir más disculpas —me quejo en broma mientras Issa suelta una carcajada.
—Es sólo…
—Issa, no lo hagas…
—…un poco de…
—No desates algo que no podrás parar…
—…NIEVE.
Y sí, Issa me arroja una gigante bola de nieve y claro que no puedo dejarla salirse con la suya. Una guerra de bolas de nieve comienza entre nosotros y no puedo parar de reír al ver a Issa correr de un lado a otro, cayéndose de vez en cuando y gritando más de lo que arroja, pero sonriendo de oreja a oreja. Corro hasta ella, la alcanzo como un felino y la tomo de la cintura para caer los dos sobre la parte más alta de la nieve.
Issa queda encima de mí y aún tiene la respiración agitada mientras su risa se va desvaneciendo junto a la mía. De pronto, el corazón me late mucho más rápido, pero no por la agitación del juego, sino por el momento que se crea entre nosotros.
Su rostro está muy cerca y puedo sentir su aliento frío combinándose con el mío; mis ojos van de los suyos a su boca, no puedo evitarlo, y sé que Issa piensa lo mismo. Pero al final… se ríe y finge que nada pasa.
—Lo último fue trampa —dice.
No quiero fingir que nada pasa, lo que quiero es besarla, pero… lo acepto y respeto.
—En la guerra todo se vale —bromeo, dejando de lado mis sentimientos y pretendiendo lo mismo que ella para evitar que esto se vuelva incómodo—. Venga, tengo un poco de hambre.
—Sí, yo también. —Se incorpora y yo un segundo después—. Me gusta este lugar, es lindo que hayamos venido aquí.
—Y cuando pruebes la comida la cosa va a mejorar.
Continuamos caminando y fingiendo que nada pasó hace unos minutos, retomamos la plática como siempre y la cosa se vuelve menos incómoda. Así somos nosotros, retomamos con facilidad la familiaridad con la que nos tratamos.
Comemos en un pequeño negocio al aire libre sobre el puente, hay mesitas y focos blancos iluminando el lugar. No es la comida más grande ni la más cara del mundo, pero es buena y nos sentimos cómodos hablando ahí.
Recuerdo que una vez le dije a Issa que lo que ella quería era un príncipe azul que la llevara en limusina a un restaurante caro y elegante, pero eso fue antes de conocerla realmente.
No me gusta hacer promesas a nadie, porque nunca sabemos lo que va a pasar, no puedo prometerle una vida de ensueño a Issa o una vida tranquila, pero sí puedo prometerle respeto, comprensión, paciencia, amor y mucha diversión.
El tiempo pasa volando, la plática parece sólo de cinco minutos y no paro de reír, de sonreír y de sentirme bien justo donde estoy. Al finalizar la noche la acompañó a casa y debajo del umbral de su puerta otra vez la cosa se vuelve incómoda, porque no tengo idea de cómo debo despedirme.
— ¿Quieres pasar un rato? —pregunta Issa.
El «sí» está en la punta de mi lengua, pero lo contengo.
—Creo que ya es muy noche. —Me odio por decir eso, pero creo que es lo correcto—. Me divertí mucho hoy. Quizá… ¿Otra cita el martes en la noche? Hay una película que he querido ver.
—Sí, de acuerdo —acepta con una sonrisa—. ¿A las ocho está bien?
—Sí. —Me acerco para despedirme porque estoy acostumbrado a dar un beso en la mejilla como todo mexicano, pero me detengo a mitad de camino y lo pienso dos veces—. Eh…, bueno, tengo que irme. Te veo el martes.
—Descansa.
—Y tú…