—Se supone que es en la puerta doce —dice April mirando su teléfono.
—Está hasta el fondo.
Dave pone su mano en la espalda de April por un segundo y la incita a caminar; puede ser el gesto más simple del mundo, pero parece que a ellos dos les gusta demasiado. Aunque doy gracias al cielo de que no sean una de esas parejas empalagosas que nos hacen sentir a todo mundo incómodos.
—Así que… has estado hablando con Issa —dice April, mirándome con curiosidad y severidad a la vez.
No hizo una pregunta, sino una afirmación, así que supongo que no necesita una respuesta clara, por lo que sólo me encojo de hombros y meto las manos a mi chaqueta.
— ¿Y de qué hablan? —Se cruza de brazos.
—April... —intenta advertir Dave.
Bueno, no sé quién le dijo a April que Issa y yo volvimos a hablar, quizá fue la misma Issa o el traidor de Dave, pero al parecer no conoce los detalles y yo no quiero dárselos.
—Del calentamiento global. A Issa y a mí nos preocupa que la ONU afirma que a la Tierra le quedan pocos años ¿Tú qué opinas, April?
—Que es cierto y estamos perdidos —responde sin dudar—. También pienso que eres un idiota ¿De qué han hablado?
—Te quedarás con las ganas de saber porque este idiota no te dirá nada.
April abre la boca para decir algo más, pero Dave la mira de forma tranquilizadora y logra que se calme. Al menos hacerla enojar hace que me distraiga un poco y deje de pensar en por qué mis manos están sudando.
La llegada de Issa es algo que he estado esperando hace mucho tiempo, pero ahora que es real y que la veré en pocos minutos, no estoy seguro de que tenga tanta prisa por verla. No sé qué decirle o qué me dirá ella, hablar a distancia es una cosa, pero volver a verla es otra.
Necesito fumarme un cigarro y calmarme. Desafortunadamente, no puedo hacerlo.
— ¿Quién de nosotros está más nervioso? ¿Tú o yo? —me pregunta April con burla.
La miro con enojo, pero no respondo porque es evidente que yo soy el más nervioso. Y eso me hace sentir patético.
Varios minutos pasan hasta que los pasajeros del vuelo 505 aparecen por las puertas de salida. Una persona, dos, tres, muchas hasta que Issa aparece. Se ve preciosa, radicante; la pantalla de la computadora y del celular no le hicieron justicia durante todas las semanas que estuvimos hablando.
Corre como una niña hasta llegar a April y abrazarla con fuera; con el mismo espíritu que recuerdo. No sé qué le dice porque me siento muy perdido; luego abraza a Dave y le sonríe. Hasta que quedo yo y no sé qué debo hacer.
— ¿Me harás rogar por un abrazo? —pregunta con seguridad.
Y todo se esfuma.
La abrazo con muchas ganas, con mi corazón latiendo rápidamente y la misma emoción que siento al subir al escenario. Sin embargo, no dura mucho, no prolongo el contacto porque recuerdo cómo le costaba trabajo antes de irse.
— ¿Cómo estás, Issisita? —pregunto feliz.
Me sonríe y le devuelvo la sonrisa. Sé que, como yo, piensa en todo lo que hemos pasado o hablado estos meses y que parece sorprendente que por fin estemos viviéndonos de nuevo.
—No estuvo mal —responde Issa—. Aunque creo que molesté un poco a la persona que se sentó a mi lado, sólo porque todo el vuelo me la pasé hablando ¿Pueden creerlo?
—Hay personas que no aprecian tu dulce voz —digo.
—Lo sé, increíble.
Ahí está de nuevo, esa conexión que tenemos sin necesidad de forzarla.
No seguimos hablando porque hay que recoger las maletas de Issa, de lo que nos encargamos Dave y yo. Las chicas se van por delante de nosotros hablando de lo que sea que ellas hablen.
— ¿Sabes qué he envidiado siempre de ti? —pregunta Dave en voz baja para que las chicas no nos escuchen, aunque van enfrascadas en su propia conversación.
— ¿Mis tatuajes?
—Casi. Siempre envidié lo fácil que te es hablar con las personas —dice—. Hasta cuando éramos niños, todos querían ser tus amigos, las niñas te buscaban, incluso te llevabas bien con los profesores.
—No me imaginé que me tuvieras tanta envidia, güey.
—Por eso ahora estoy disfrutando un chingo verte temblar como un chihuahua porque estás nervioso de hablar con Issa.
—Vete a la v***a —mascullo—. No estoy nervioso.
— ¿Ah, no? Supongo que me equivoqué —dice con sarcasmo.
No hablamos hasta que llegamos al estacionamiento y metemos las maletas de Issa en la cajuela. Cuando me doy cuenta, April ya se ha instalado en la parte de enfrente, lo que quiere decir que debo ir sentado en la parte de atrás… con Issa.
El trayecto me parece muy largo y, en lugar de escuchar los datos que cuenta Issa sobre Londres, me concentro en respetar su espacio y no tocarla de forma accidental o innecesaria para no incomodarla. Aún recuerdo cuánto le costaba a Issa el contacto humano tras unas semanas de salir del hospital y no quiero que tenga ese miedo conmigo, no quiero que me mire como a un extraño o como a alguien de quien pueda temer.
Issa me mira de vez en cuando, de la misma forma en que mira a Dave o April, lo que en parte me deja más tranquilo, pero aun así me mantengo en mi sitio.
Llegamos al departamento de Dave, que ahora de forma sorprendente también es de April, e Issa observa todo con curiosidad.
—Vaya… esto es tan… raro —termina diciendo. Me mira con complicidad y me pregunta:— ¿De verdad son novios, no me están haciendo una broma? ¿Los has visto juntos?
—Sí, desgraciadamente —respondo—. Pero alégrate porque te lo contaron, en cambio a mí me creían muy estúpido para no darme cuenta, los descubrí muy rápido.
— ¡Ay, por favor, no sabías nada! —exclama April—. Lo escondimos muy bien.
Ruedo los ojos.
—Si tú lo dices…
—Como sea, me da gusto verlos felices —asegura Issa—. Y gracias por dejarme quedar con ustedes unos días. Ya tengo varios departamentos en la mira, así que no me quedaré mucho tiempo, no se preocupen.
—Puedes quedarte el tiempo que necesites, Issa.
— ¿Dónde estás buscando departamento? —pregunto.
—En Brooklyn. Hay algunos que parecen una bodega, pero creo que puedo manejarlo. Acompáñame a verlos —ofrece con decisión. Me toma con la guardia baja, no esperé que nuestro primer acercamiento fuera tan rápido y que ella fuera quien lo propusiera—. Si tienes tiempo, claro.
—Sí —respondo de inmediato.
Tengo que fingir que no me he puesto más nervioso y que no tengo ni puta idea cómo manejarme en su presencia.
—Bueno… —interviene April—, preparé de comer antes. ¿Tienen hambre?
Nunca pensé que April me salvara de una situación incómoda, pero agradezco su intervención para dejar de parecer un niñito.
La comida pasa más rápido, afortunadamente. La plática entre los cuatro fluye sin forzarla y me es más fácil hablar ahora que estamos todos. Y me vuelvo a sentir más natural, como antes. No tengo que forzar nada porque no soy así; recuerdo que las cosas me dan solas y hay que ser naturales, simplemente eso.
Les cuento sobre Tris, nuestra nueva baterista (aunque sigue a prueba hasta la tocada del viernes), sobre la banda y lo que hemos hecho juntos. No puedo evitar sentirme avergonzado al hablar sobre nuestro pequeño éxito creciente o cuando Issa habla de nuestras canciones en Londres.
—Supongo que ya me voy —digo más noche.
—Le diré a Dave —dice April.
Tomo mi chaqueta mientras April se va a su habitación e Issa y yo nos quedamos solos. La verdad, me tardo más tiempo del necesario en ponerme la chaqueta y me mantengo dándole la espalda.
—Mat, espera —pide Issa. Se levanta del sofá y se dirige hasta su maleta para buscar algo dentro de los primeros compartimentos. La espero con incertidumbre mientras se acerca nuevamente a mí, sonriendo con ligereza y con las manos extendidas hacia mí con una versión de escritorio miniatura muy parecida a mi guitarra—. Te traje un regalo, pero no le digas a nadie porque no les traje a los demás.
Observo la pequeña figura mientras la tomo y luego miro a Issa, agradecido, claro; pero también con sorpresa y curiosidad de… por qué.
—Gracias —digo de forma sincera; incluso me siento nervioso porque no recibo regalos seguido—. No tenías que traerme nada, pero gracias.
— ¿Crees en el destino, Mat? —pregunta de forma espontánea.
Y me gusta, porque me recuerda a las preguntas random que Issa solía hacer siempre.
—No estoy seguro, sabes que no me gusta preocuparme mucho —admito—. Supongo que creo… en que todo se acomoda. ¿Por qué?
—Porque yo sí creía en el destino y luego dejé de creer, y luego otra vez creí. —Se ríe al ver el estado de confusión total en el que me encuentro—. Ya sabes, todo fue parte del proceso, odiando a la vida y eso. Pero la tarde que hablé con mi psicóloga sobre ti ¿recuerdas? —Asiento—. Como que ya no podía dejar de pensarte, pero tampoco te buscaba. Pocos días después fui a esa cafetería donde escuché tu canción en las bocinas. Y al día siguiente mientras caminaba por una calle por la que pasaba diario, vi esa guitarrita, y fue cuando me decidí a buscarte.
— ¿Crees que fue el destino?
—Creo que siempre estuvo ahí, pero no lo vi hasta que estuve lista para hacerlo.
Lentamente una sonrisa se me escapa. Issa merece todo lo bueno en el mundo, porque ella es una noble persona, de esas que están por extinguirse, y ya casi no recordaba cómo era estar con ella y escucharla.
—Ay, Issisita…, no hay un adjetivo que pueda definir todo lo que eres.