En un inicio creí que tener conversaciones por Internet o mensajes por aquí y por allá, no era algo para mí. Supongo que debo tragarme mis palabras. Cuando era más joven, cuando mis amigos querían hacer una videollamada, los mandaba a la mierda, porque pensaba que era algo ridículo. Sin embargo, ahora esta es la única forma de comunicación que tengo con Issa y no quiero dejarla ir.
— ¿Un nuevo tatuaje?
Asentí y le mostré a Issa la serpiente sobre la parte externa de mi antebrazo.
—Aún está curándose. Se ve bien, ¿no?
—Bastante. Me gusta —continúa observándolo a través de la pantalla hasta que bajo el brazo y continúo comiendo la sopa instantánea que me preparé antes de iniciar la videollamada con Issa—. Te voy a contar un secreto, pero no le digas a nadie, ¿de acuerdo?
Me río por lo tierna que puede llegar a ser.
—De acuerdo, no le diré a nadie.
—Me tatué hace varios meses —confiesa. Arqueo las cejas y le digo que no le creeré hasta verlo, así que Issa, con toda la confianza que no sabía que tenía, se quita la blusa hasta quedar en brasier. Me remuevo en mi asiento—. No te atrevas a decir nada como de una cita caliente o algo así.
— ¿Estamos en una cita? —pregunto, verdaderamente sorprendido. Issa se queda sin saber qué decir y noto que traga saliva; aún a través de una pantalla puedo leer sus expresiones y, para no presionarla más, paso el tema por alto en este momento—. No iba a decir nada de una cita caliente.
—Te conozco, Mat. No mientas.
Me río, porque sí, tiene razón. Pero es que no me lo deja fácil, se quitó la blusa tan rápido y como si fuera lo más normal entre nosotros. Juro que no quiero mirarle el pecho y que no quiero pensar en todo lo que estoy pensando justo ahora, pero ¡Hombre! No soy un santo. Y aunque no quiera, mi cuerpo responde ante el cuerpo de Issa.
Me obligo a dejar de ser tan… yo, y presto atención al costado derecho de Issa. Justo debajo del borde de su seno derecho comienza el tatuaje de un ave fénix de colores naranjas y rojos, rodeada por flores amarillas y lilas, las plumas en la cola del ave le dan la vuelta a su costado y terminan de forma fina y delicada en su espalda. Es un tatuaje sorprendente, pero me intriga más el porqué de él.
— ¿Un ave fénix? —Asiente, y vuelve a ponerse la blusa; gracias a Dios—. ¿Por qué?
—Porque resurge de las cenizas —responde.
Esconde la mirada mientras se pone a acomodar algo de su escritorio, pero no la presiono respecto al tema.
— ¿Y no le has dicho a nadie? —pregunto burlón—. ¿Por qué?
—Porque no quería que me preguntaran sobre él —oh, no, mierda—. Sabía que me preguntarías, Mat, y aun así te lo dije, así que cálmate. Hay muchas cosas que me gusta compartir contigo porque no siento vergüenza y sé que me entenderás.
Se encoge de hombros y bebe un poco de agua mientras un montón de mierda pasa por mi cabeza. Me jode no saber en qué puto punto estoy con Issa y me jode más que no soy capaz de hacer algo.
Esta es la quinta vez desde mi cumpleaños (hace un mes) que nos vemos por videollamada y ahora no es sólo ella la que llama, nos hemos puesto de acuerdo en los horarios y todo se siente como antes. Incluso siento que la conozco de nuevo, con sus luces y sus sombras, y aun así me sigue gustando, la sigo queriendo. Creo que incluso más que antes.
Y luego ¿Qué se supone que debo hacer o decir? Nadie me puede dar un consejo porque, en primera, nunca lo pediría, y en segunda, porque sólo Dave sabe un poco de mis pláticas con Issa y no es nuestro tema principal de conversación cada que nos vemos.
—Issa… —a la mierda, necesito saberlo—, ¿qué pasa con nosotros? No pretendo presionar, pero me gustaría saber en qué punto estamos. Hasta hace un momento yo no sabía que estábamos en una cita.
Issa suspira y se toca el cabello con nerviosismo, pero también sé que ha pensado en ello como yo. ¿Dónde estamos?
No la quiero presionar, aún tengo miedo de hacer algo incorrecto o pasar algún límite invisible que la haga sentir incómoda, pero también sé que, si ella no me dice algo, no podré actuar correctamente.
—No creo que sea una cita, ¿o sí?
—No lo sé, tú lo dijiste.
—Es que… es difícil con la distancia y… no sé. —Ahora es mi turno de suspirar.
Sabía que las cosas con Issa iban a ser difíciles, pero creo que ella es la única persona por la que estoy dispuesto a arriesgarme. Porque, siendo sincero, no me gusta aventarme al vacío; sí, a veces hago cosas estúpidas o no me importa mucho la vida, pero con Issa estoy dispuesto a quedarme el tiempo que sea necesario hasta que las cosas se solucionen. Una experiencia nueva para mí, tanto que no sé qué hacer.
—Me gustas, Mat.
Sonrío porque me siento un adolescente.
—Y tú me gustas a mí, Issisita.
— ¿Estás saliendo con alguien? —pregunta con interés. Ah, por fin llegamos al tema que he querido tocar desde hace varios días con ella—. Y puedes decirme la verdad, no habrá ningún problema. En realidad, nunca nos prometimos nada.
—Creo que estoy saliendo con una ciberchica, no estoy seguro —bromeo. Me lanza una mirada dura y me río, sólo quería quitarle peso a la situación—. No estoy saliendo con nadie, Issa. No te voy a mentir ¿verdad? Estuve con algunas chicas en el pasado, pero no salgo con nadie. Y… esto me parece una tontería, pero desde que volvimos a hablar como antes, ya sabes, como nosotros…, no he estado con ninguna chica.
— ¿Por qué? Sabes que puedes hacerlo. No es que me queje, la verdad —confiesa con una sonrisita—, pero… pudiste hacerlo.
—Se sentía… incorrecto —admito.
—Eres un gran hombre, Mat —dice. Mierda, no me gusta que me halaguen porque se siente extraño—. Y me gustas mucho, por muchas razones.
—Y tú, ¿Sales con alguien?
Niega rotundamente; ya me lo imaginaba.
—Volveré a New York en poco más de un mes —continúa Issa—, si para ese entonces sigues queriendo salir conmigo y no sales con nadie más…. me gustaría que tuviéramos una cita. ¿Qué dices?
—Que espero con ansias tu regreso.
No rompemos el contacto visual y creo que ahora sé en qué punto estamos, o al menos sé que no importa la etiqueta o nombre que tengamos, Issa y yo somos más que eso, somos una conexión que sólo nosotros entendemos.
Me estiro para tomar mi guitarra y la plumilla roja que Issa me regaló una vez.
— ¿Quieres escuchar una canción? —pregunto, intentando que no se note mi nerviosismo—. La terminé hace un par de semanas, pero no se la he mostrado a nadie.
—Podría escucharte siempre, Mat. Ni siquiera debes preguntarlo.
—Bien, se llama: right from the start.
Tocar arriba de un escenario frente a una multitud o pocas personas siempre es una aventura, pero al final siempre me he sentido bien y resuelto en todo momento, con la adrenalina que me hace tomar confianza y me recuerda que esas personas no me conocen; pero… tocar para una persona es diferente, es más íntimo, sobre todo cuando tus canciones son para ella.
Ya le he escrito varias canciones a Issa, esa es la verdad, también le canté un par de veces para ser un idiota e impresionarla, le canté en el hospital cuando estaba drogada por tanto medicamento, pero ahora, sobrio y sin nada de por medio, aun cuando nos separan miles de kilómetros y un gran océano, siento que le enseño mi alma, que Issa, más que nadie, puede conocerme por completo.
Es curioso cómo se forman este tipo de conexiones. Antes solía burlarme de cualquiera que dijera una cursilería parecida, pero ahora creo que lo entiendo. No hay palabra que defina este sentimiento, esa chispa en mi interior que brota y que no puedo explicar. Supongo que es diferente para cada uno, pero se siente jodidamente bien.
Sé que con Issa las cosas no serán fáciles a su regreso porque esto no es una película romántica o un cuento de hadas, esto es la vida real. Y la vida real es complicada, es dura y es una jodida puta, así de simple. Sin embargo, cuando pienso en el posible futuro, no quiero salir del juego, todo lo contrario. Quiero quedarme hasta ganar.