Respondo la llamada en mi teléfono.
— ¿Qué onda?
—Kat me recordó llamarte para que no se te olvide lo de esta noche —dice Dave con un suspiro—. Aún cree que no irás.
—No me perdería una cena gratis, güey.
Dave se ríe.
—Paso por ti a las siete, güey. Y… —su tono de voz cambia un poco, nervioso— creo que irá April, Kat fue quien la invitó, pero ya sabes que…
—Sí, está bien —interrumpo antes de que se hunda más. Pongo los ojos en blanco y me pongo de pie para salir del vagón del metro; Dave debe creerme realmente idiota—. A las siete te veo.
—Sale. Feliz cumpleaños, por cierto.
—Gracias.
Cuelgo la llamada y sigo mi camino fuera del vagón hasta la salida de la estación del metro. Con la guitarra colgada en la espalda y los audífonos a todo volumen camino durante varias cuadras hasta llegar a mi pequeño departamento.
Nunca he sido demasiado sentimental, esas cosas las quemo antes de quemarme, pero al ser ya mi segundo cumpleaños en Estados Unidos y lejos de mi familia y mis viejos amigos, hace que empiece a sentir nostalgia por todo lo que dejé atrás. No me quejo, pero los veinticinco pueden ser un golpe duro.
Como sea, al llegar a mi departamento, lo primero que hago es beber una cerveza. Como tengo mucho tiempo libre hasta las siete y no quiero limpiar, tomo mi guitarra y mi cuaderno para seguir trabajando en mi última canción.
No sé por qué, pero la nombré Right from the start. Apenas son unos cuantos acordes que no le he mostrado a los chicos, pero la letra me surgió muy rápido y la escribí en pocas horas. La verdad, aunque no pienso admitirlo a nadie más, surgió a partir de mi conversación con Issa. La canción habla de empezar de cero, de los primeros pasos en una relación y los nervios de no saber qué decir en la primera cita, esos que te hacen sentir un completo idiota.
Así me siento con Issa, aunque no he vuelto a hablar con ella no pude dejar de pensar en cómo volver a tener esa conexión que teníamos. Quizá no podamos partir de donde lo dejamos, pero quizá sí desde el punto de salida.
Mierda, supongo que debo estar muy colado por Issa si pienso en todas esas cosas cursis tan sólo con hablarle durante unos minutos.
Sigo tocando la guitarra y escribiendo y borrando notas sobre mi cuaderno cuando mi teléfono suena y el nombre de Issa aparece en la pantalla con una solicitud de videollamada.
Ah…, sonrío a discreción y aparto mi guitarra y el montón de cosas que tengo en el sofá para estar un poco más presentable. Respondo lo más rápido que puedo.
—Issa, hola —digo.
Y no oculto mi sorpresa, porque la verdad no estaba que volviera a llamar tan rápido; ya me había hecho a la idea de hablar con ella hasta que volviera a New York.
—Hola —saluda sonriente. Aunque sigue pareciendo tímida, la veo más sonriente que la última vez y eso me hace sacar el aire que no sabía que contenía—. Perdón, de nuevo te llamo sin avisar y no sé si tú…
—Puedes llamarme las veces que quieras, en serio —interrumpo—. No sabía hasta cuándo volveríamos a hablar, pero me alegra mucho que me llamaras.
—Es que… hoy es tu cumpleaños, ¿no? —Le doy una sonrisa incómoda y me encojo de hombros; me sorprende mucho que lo recuerde, pero eso me hace preguntarme ¿qué tan importante es para ella? Y por ahora no quiero meter tantas ideas a mi cabeza—. Feliz vuelta al Sol, Mat. ¿Qué se siente ser más viejo?
—Se siente como que pronto estaré durmiendo a las ocho de la noche y pasando los domingos en pijama.
— ¡Yo hago eso! —reclama con la boca abierta; no contengo la carcajada, aun cuando no lo dije para molestarla—. ¡Paso mis domingos en pijama! Y ¿sabes qué? Es muy placentero.
—Lo siento, pero algunos somos almas más nuevas que otras —finjo tener mucha superioridad.
—Te dejaré ganar sólo porque es tu cumpleaños, pero no se va a volver a repetir —asegura, divertida. Muy bien, entonces, volveremos a tener una conversación así; estoy dentro—. ¿Con qué locura festejarás hoy?
—Subiremos a la estatua de la libertad a colgar mi ropa interior, sí, creo que será una buena anécdota.
—Qué bueno que me dices, para estar pendiente de las noticias internacionales. Seguro saldrán en el noticiero de la noche. Ya me imagino la noticia: un par de idiotas son arrestados por vandalismo. —Entorna los ojos y finge imaginarlo—. Sip, sin duda puedo imaginar tu expresión satisfecha y arrogante.
Casi me pierdo lo que dice, porque mi mente sólo piensa que escucharla y verla se siente como la primera vez. Está la Issa divertida y que se metía conmigo solamente, la que era inocente y bromista como una niña, la que no tenía miedo de decir lo primero que le llegara a la cabeza, sin filtros. Es ella, y lo está compartiendo conmigo.
—Seguro mi mamá estará muy orgullosa de mí —respondo, siguiendo el juego que nos ha unido—. En realidad, ahora que planteas esa maravillosa posibilidad de ser famoso internacionalmente, me preocupa mucho mi elección de ropa interior. ¿Cómo crees que deba ser: atrevida o conservadora?
Issa suelta una carcajada y sus ojos se estrechan por la enorme sonrisa que mantiene en su rostro. Si en la vida hay días malos y otros buenos, supongo que hoy debe ser uno de los buenos para Issa. Uno donde puede ser ella.
—Creo que yo me iría por unos atrevidos —responde muy seria—. Sin duda dejarán una mayor impresión.
—Atrevidos serán —aseguro. Nos reímos un poco por un par de segundos más hasta permanecer en silencio sólo mirándonos el uno al otro; quizá, al igual que yo, piensa en lo bien que se sintió reír de nuevo juntos—. Vamos a ir a cenar —le cuento tras unos segundos, sobre todo porque no quiero perder esta normalidad tan rápido—. Kat obligó a los chicos a pagar mi cena de cumpleaños, aunque no sé a dónde iremos. La verdad, los cumpleaños nunca me han causado mucho revuelo.
— ¡Tenía que ser! —Rueda los ojos y niega con la cabeza—. Mat, los cumpleaños son para sentirte especial y que todo mundo te haga sentir especial, así que no seas un amargado y disfrútalo.
—Lo haré, lo haré.
—Además, los chicos son maravillosos.
—Bueno, no sé si lo pondría así, pero no son malos tipos —bromeo. No le parece mi comentario, lo que me hace reír—. Es broma, sí son maravillosos. Aunque admitirlo me da un poco de escalofríos.
—Siempre intentando ser gracioso —reprocha, pero no lo hace en serio—. El próximo año celebraremos tu cumpleaños en algún buen lugar, juntos.
Esa es una GRAN promesa. Issa lo sabe, por eso mismo parece más seria, pero también impulsiva, como si no quisiera pensar en todo lo que implica decir aquello.
—Me parece bien, necesito alguien que me haga sentir especial el día de mi cumpleaños —digo. Y juro que me quiero contener, juro que no quiero equivocarme con Issa, pero la duda está en mi mente desde que la vi y no puedo evitar soltarlo—. ¿Y qué hay del tuyo? ¿Estarás aquí para tu cumpleaños?
—Sí, estaré ahí —asegura; tardó un par de segundos, pero cuando lo dijo lo hizo con mucha firmeza y eso me da esperanza—. Volveré en Navidad a Summerville —me cuenta—. Pasaré las fiestas allá, luego volaré a New York y retomaré mi vida.
— ¿Y es algo que quieres hacer? —pregunto—. ¿De verdad quieres volver o sólo lo haces para retomar tu vida? Porque, Issa…, tu vida está donde te sientas feliz. No donde las personas te esperen.
Me gustaría que volviera, pero es verdad lo que le dije. Si ella no es feliz aquí, no tiene que volver. No se lo debe a nadie, mucho menos a mí. A pesar de cuánto signifique para mí.
Issa me observa con la cabeza ladeada, una sonrisa suave y los ojos brillantes.
— ¿Sabes que la única persona que me ha preguntado si quiero volver es mi psiquiatra? —pregunta en cambio; aunque tampoco me deja responder—. Mi tía me pregunta si estoy lista, mi mamá dice que debo volver para continuar y más o menos lo mismo con los demás, pero nadie me pregunta si quiero. Sólo tú.
—Ah…, no sé qué decir a eso. Sólo sé que lo único que importa es lo que tú quieras.
—Nunca dejas de sorprenderme, Mat —dice—. Sí, quiero volver. No estaba muy segura, pero ahora sí. Quiero volver a New York y hacer muchas cosas.