Mis ojos se abrieron, adoloridos e inflamados. Estaba recostada en una cama de algún sitio que no reconocía, mi cuerpo apenas me respondía y me encontraba muy confundida como para hacer cualquier cosa. Me giré hacia un lado y me quedé mirando hacia la nada, esperando algún milagro, solo mirando un punto fijo.
Permanecí así por un largo rato, pensando, tratando de comprender que me había ocurrido. Inhale y exhale, pero cuando el oxigeno entro y salio de mis pulmones me dolió el pecho, era una de las muchas consecuencias físicas que aquella experiencia cercana a la muerte me había dejado. Volví a llorar sin importarme el padecimiento que eso le causaba a mi cuerpo, la tensión se junto en mi pecho hasta que finalmente un nudo tremendo oprimió mi corazón al darme cuenta que nada de lo que hiciera en ese momento cambiaría el hecho de que no sabia quién era, de donde venia y que hacia ahi.
«Calmate, calmate, necesitas tranquilizarte» pensé, no debía ceder ante la desesperación. Lo primero que debía hacer era controlarme.
Limpie la línea humedad que habían dejado mis lágrimas sobre mi rostro. Respire hondo y entonces alce la mirada, haciendo un enorme esfuerzo para observar a mi alrededor. Lo primero que noté fue una vibra desencantadora que se creaba a partir de la luz tenue que entraba por la abertura de la ventana, hacia lucir el lugar más estremecedor, supuse que afuera las nubes ocultaban el sol.
Me encontraba en una pequeña habitación, de muebles rusticos, pero cierto punto elegantes. Examine con cuidado el lugar, deteniendo la mirada en ciertos objetos que tontamente creí me ayudarían a saber en que lugar me encontraba, hasta que al darme la vuelta vi un sillón no muy lejos de mí, en un rincón oscuro en donde no llegaba la luz, en aquel lugar pude apreciar la silueta de alguien que parecía estar sentado, observándome. Me talle los ojos tratando de asimilar de qué se trataba.
—¿Quien eres?—me atreví a preguntar, pero la respuesta fue un silencio lúgubre que se alargó por varios segundos.
Alce las cobijas que me cubrían y con precaución me senté sobre la cama, pero repentinamente un extraño mareo seguido de un zumbido me agobio, era incapaz de concentrarme con ese ruido imaginario que era creado por el estrés, la angustia y tal vez porque me había precipitado a hacer semejante esfuerzo estando tan débil.
—¿Quien eres?—insistí pero mi voz sonó temblorosa. Nuevamente mi pregunta no fue respondida—¿Porque no me contestas?
—¿Qué es lo que pasa contigo?— dijo finalmente una voz masculina en un tono severo. Mi cuerpo se tenso inmediatamente y un escalofrío me invadió dejándome estática. El silencio volvió, pues yo no tenía el valor de hacer alguna otra pregunta, permanecí quieta,viendo hacia aquel rincón, en silencio, esperando que en algún momento el dueño de aquella voz aterradora se aproximara hacia mí.
—¡Pudiste morir con la estupidez que hiciste!—espeto con furia subiendo el tono de su voz.
—Yo...—mi voz sonó aun mas inestable, se formaba un nudo en mi garganta y lo peor era que no sabía exactamente porque tenía miedo de aquel hombre—no sé de que hablas.
—¡Casi mueres desangrada!— volvió a gritar.
—Pude...morir—dije para mi misma al recordar en donde había despertado y el estado en el que me encontraba, sola en un bosque, mojada y herida—pero yo...no recuerdo nada.
—¿¡Qué has dicho!?—vocifero sorprendido, pero sin dejar de mostrarse preocupado. Esa simple, pero mordaz pregunta me causó una oleada de vergüenza. Mis lágrimas se volvieron un torrente de angustia que no era capaz de detener, era presa del nerviosismo y no podía controlar todas las emociones que me generaba pensar que no sabia nada sobre mí misma.
—No sé quién eres—admití bajando la mirada, estaba tan expuesta ante él que me sentí humillada—tampoco sé quién soy yo. No recuerdo que hago aquí...no sé que me ocurrió.
Tomé entre mis dedos los pliegues de la sabana que estaba a un lado de mi y fui arrugándola poco a poco, oprimiéndola solo para desquitar mi frustración. Hubo una extraña sensación de incomodidad entre ambos.
—¿No lo recuerdas...?—se detuvo tal vez analizando su propia pregunta—¿No sabes quién soy yo?
Encogí mi cuerpo y moví la cabeza hacia ambos lados respondiendo a su pregunta y no volví a levantar la mirada. Me sentía tan denigrada como para mirar en su dirección, tan destrozada mental y físicamente como para dejar que él viera que estaba asustada, que no me di cuenta cuando se levantó de aquel lugar oscuro y llegó hasta mí. Se sentó a mi lado y temeroso tocó mi mentón con los dedos de su mano derecha, levantándo mi rostro ligeramente hasta que nuestras miradas se cruzaron.
Observe frente a mi unos extraños ojos azules que me estudiaban con cautela, parecían ver mas allá de mi. Mientras que yo examinaba detenidamente su rostro, cada detalle por muy diminuto que fuese, contemplé la palidez de su piel, como parecía ser tan suave y delicada, su cabello oscuro que caía por un lado del gorro de la sudadera que llevaba puesta.
—Te conozco desde hace mucho tiempo, sabría cuando juegas conmigo. En tu sano juicio no hubieras regresado después de lo que pasó—su voz se volvió dulce y gentil, casi podría asegurar que era comprensiva.
—¿Qué?—logre decir entre lágrimas y sollozos. Me conocia y eso de alguna manera me dio una esperanza. Me acerqué lentamente hasta que mi cabeza logro acomodarse sobre su hombro y él, tal vez en un acto para reconfortarme, me abrazó.
—Perdóname—susurro suavemente en mi oído—por todo lo que te hice pasar.
—¿Que pasó?¿Porque no recuerdo nada?—murmure con tranquilidad, suprimiendo toda angustia que sentía en ese abrazo que tranquilizaba mis más profundos miedos.
—No te preocupes por nada de lo que pasó, yo me encargaré de resolverlo todo—dijo tratando de hacerme sentir mejor, pero yo no sabía que tan ciertas eran sus palabras o si sólo las decía para que yo dejará de llorar.
Me acurruque sobre su hombro y él permaneció inmóvil, sin decir nada más, la tensión que se podía percibir entre los dos hacia tan solo unos instantes, comenzaba a desaparecer. Ya no era incomodidad lo que sentía, si no protección.
—¿Cual es mi nombre?— cuestione varios minutos más tardé. Me levanté de su hombro y lo mire a los ojos, él parecía estar afligido quizás por la extraña y difícil situación. Llevó su mano hacia mí mejilla, la acarició con delicadeza tan solo unos segundos y sonrió levemente.
—Tu nombre es Lea—dijo convencido.
Ese era mi nombre, era como un balde de agua fría cayendo por todo mi cuerpo. No me sonaba familiar.
«Lea, Lea, Lea» repetí varias veces en mi mente. Lo hice una y otra vez, pero no sirvió de nada. Aunque ese era mi nombre y quizás lo había escuchado miles de veces en toda mi vida, pero en ese instante me pareció que era la primera vez que lo escuchaba.
—Y yo soy tu esposo.
Una extraña presión comenzó a oprimir mi pecho, aspire llenando mis pulmones para luego sacar de nuevo el aire de manera caótica. Me aparte tan rápido como pude, pero aquella acción me hizo volver a recordar que estaba herida. Grite y lo hice muy fuerte, él volvió a aproximarse un poco solo para asegurarse de que no me había hecho daño, baje la mirada buscando la horrible herida que tenía y fue entonces cuando me di cuenta que mi ropa era diferente. Llevaba una bata blanca larga y con encaje, pero que debido a mi súbito movimiento se había arrugado mostrando mi pierna y el vendaje que la cubría. Él estiró el cuello unos instantes, lo que vio fue suficiente para suspirar y retroceder un poco. Tal vez mi reacción fue precipitada, pero aquellas palabras me parecieron irreales, una completa locura.
—Mi nombre es Markus. sé que esto debe ser difícil para ti, así que no te preocupes por nada, me iré para que puedas descansar.
Esposo, ese era un término muy importante, pero nada en él desencadenó ningún tipo de emoción o recuerdo. solo había un agujero vacío en mi mente y en mi corazón, si alguna vez lo ame, ya lo había olvidado. Se levantó y hábilmente arreglo las sábanas y cobijas de la cama. Luego miró hacia mí algo cohibido y me indico que me recostara.
Intenté gatear sobre la cama, pero al apoyarme sobre mí pierna, está palpitó con dolor. Markus se apresuro a auxiliarme, me tomo entre sus brazos y recostó mi cuerpo con delicadeza, me arropó y al final deposito un beso sobre mi frente, pero aquel gesto solo me hizo sentir incomoda.
—Descansa—susurro y después se aproximó lentamente hacia la puerta.
—¡Espera!—grite, realmente no sabia lo que hacia, mi garganta estaba repentinamente seca. Una estela de temor albergó mi corazón, no quería por nada del mundo quedarme sola—¿Puedes quedarte sólo un momento más?
—Claro—hizo una pausa tomando un poco de aliento— me quedaré hasta que te quedes dormida. Me iré más tarde para no incomodarte.
Se sentó sobre la orilla de la cama, observándome sin decir nada, sólo sonriendo, su sonrisa aunque natural expresaba dolor. Cerré los ojos esperando que en cualquier momento llegará el sueño, pero era imposible dormir con tantas preguntas en mi cabeza.
—¿Que fue lo que me pasó?—me obligue a abrir los ojos e intentar verlo entre la oscuridad que se apoderaba de la habitación pues la luz sutil que se introducía entre la abertura del cortinaje se desvanecía rápidamente.
Su rostro se endureció, mostrando una expresión hostil y enojada.
—Fue culpa mía— admitió tomando una posición decaída— peleamos, sin embargo, no pensé que fueras a salir de esa manera. Arrojándote...contra la ventana.
—¿Porque haría semejante estupidez?
—Habiamos bebido— dijo en un tono culpable—lo que ocurrió sólo fue el efecto del exceso. Lo que me preocupa es tu padecimiento, no sé qué fue lo que te pasó mientras corrías bajo la lluvia, llamare al médico para que pueda examinarte.
Asentí acomodando mi cabeza sobre la almohada, su respuesta no fue lo suficientemente detallada como esperaba, pero sonó sincero y supuse que tal vez no quería explicar todo lo que pasó o al menos todo lo que nos dijimos por vergüenza.
Me abstuve de preguntar otra cosa que se relacionara con la forma tan tonta de salir de la casa. Si bebimos y peleamos, lo que pasó fue culpa de ambos. No podía simplemente mirarlo y decirle que todo era su culpa porque ni siquiera yo lo sabia, sólo podía concluir que no debía desquitar mi frustración con él porque lo que había pasado, precisamente ya era parte del pasado y no podía regresar el tiempo para solucionar las cosas.
—¿Crees que mi situación tenga remedio?— en realidad no supe porque esas palabras salieron tan fácilmente de mis labios, por supuesto sospeche que diría si a todo sólo para calmarme.
—Si—mintió, no sé porque, pero estaba segura de eso. Entonces se acercó un poco y tomo mi mano izquierda, la acaricio y lentamente entrelazo sus dedos con los míos, me sorprendió sentir que la piel de su mano era áspera, muy diferente de la piel de su rostro— has estado inconsciente una noche y un día completos, no tienes sueño ¿Verdad?
—Tal vez, no tengo sueño, pero si me siento un poco cansada.
—Es normal, no te preocupes. Sólo cierra los ojos y el sueño vendrá pronto.
—Dime algo sobre ti—cambie el tema, él quería obligarme a descansar, pero si ya habia dormido tanto tiempo, prefería no hacerlo mas.
—Si has perdido la memoria, es posible que prefieras saber más acerca de ti que de mí—sonó avergonzado.
—Es verdad, pero no puedo sólo interesarme en mi misma. Quiero saber quién eres tú, nuestra vida juntos y todo lo que haya olvidado.
—De acuerdo—dijo obligado por mi deseos— mi vida no es muy diferente de la del resto del mundo, tuve alguna vez una familia, buena dentro de lo que cabe mencionar, pero se derrumbó una vez que mi madre falleció. Tenía cinco años cuando eso sucedió y desde entonces me hago cargo de mi mismo.
—Lamento escucharlo.
—No lo lamentes, fue hace mucho tiempo—en su voz logre distinguir un brillo de melancolía, pero la reemplazo rápidamente por algo diferente, alegría—ahora que sabes algo de mi, ahora es tu turno.
Me sorprendió y reconfortó su manera de actuar. Intentaba crear un juego en el cual pudiera recibir información de ambos.
—Pronto será tu cumpleaños— menciono con más emoción— cumples veintiuno.
«Soy muy joven» pensé. Muy joven para estar casada, pero entonces considere y analicé por unos instantes al sujeto frente a mi, es decir a Markus. Era amable y protector, comprensivo y muy atento. Comprendí perfectamente cómo y porqué me había casado con él.
—Hice todos los preparativos hace meses, para que nuestra luna de miel y tu cumpleaños coincidieran—sus palabras me dejaron sin habla. No esperaba que nuestro matrimonio fuese tan reciente.
—¿Esta no es nuestra casa?
Afirmo con la cabeza, mostrándose decepcionado.
—No, pero si tu lo deseas podemos hacer de este lugar nuestro hogar—sugirió mirando a su alrededor
Me enterneció el como anhelaba cumplir mis deseos. Mire alrededor tal y como él lo hacia, supuse que por esa razón no había nada que me ayudara a recodar, no era un lugar familiar para mi.
—¿De quien es?—levante la mirada confundida, parecía ser un lugar grande y espacioso
—La rente por unos meses a un anciano en el pueblo.
—¿En donde estamos exactamente?—dije avergonzada de mi falta de información
—México —expresó.