Tiré la puerta de mi casa y me deslicé en ella hasta haber chocado mi espalda contra la dura madera.
No había sido un día nada agradable, ahora necesitan conseguir 20 dólares con urgencia, para obtener una hora de estudio con el chico que me gustaba. Fruncí el ceño ante lo estúpido que sonaba eso. Seth ni siquiera necesita los jodidos 20 dólares.
Dereck me diría desesperada, pero sí, estaba desesperada.
De pronto, una pequeña explosión vino de la enorme cocina que aún conservamos, seguido de una cortina de humo y de Darren maldiciendo a diestra y siniestra mientras intentaba quitarse la harina del pelo.
—Oye, Darren —lo saludo, intentando no partirme de la risa.
Mi padrastro se congeló en la puerta al verme en el suelo.
—Zoe, no sabía que ya habías llegado.
—Aquí estoy —le digo, levantándome—. ¿Qué pasó en la cocina de mamá?
—¡Lo limpiaré todo! —Se apresuró a decir, cerrándome el paso—. Sólo que ... No pude hacer las galletas de chocolate que vi en YouTube.
—Mamá se enfadará mucho —le comunico, arqueando una ceja y sonriendo con victoria.
—¿Cuál es el precio de tu silencio, niña? —Preguntó, sacudiendo la cabeza.
Quité un poco del polvo blanco que tenía en su cabello y sonreí.
—Sólo 20 dólares, querido papito.