Lo mejor de vivir cerca de la playa, son las fiestas improvisadas que se pueden hacer en ella.
En este caso, nuestras fiestas consistían en sentarnos alrededor de una fogata mientras nos pasábamos una botella de vodka y contábamos malos chistes o historias de terror. Como Brandon lo estaba haciendo justo en este momento.
—Cuenta la leyenda, que el fantasma de Megan vuela por el Instituto pidiendo que la entierren en este lugar —habló con voz tenebrosa.
¿Megan? ¿En serio tenía que escuchar su nombre por doquier?
—¿No les parece raro que sus padres no hayan traído su c*****r a la costa? —Comentó Laura—. Pobre Seth, al menos debieron dejar que se despidiera de ella.
—Pásame esa botella —le dije en voz baja a Lilly tratando de ignorar esa estúpida vocecilla en mi interior que no dejaba de repetirme que nunca podría contra Megan.
La llevé a mis labios y di un largo sorbo ante la mirada curiosa de los demás. El líquido quemó mi garganta y pronto sentí dragones en mi cabeza, por lo que comencé a reír como una maniática, acompañada de los demás.