Seth Pov
—¡Oh! Qué lindo el caracolito —escuché decir a Lilly en medio de un ataque de hipo—. Yo quiero llevarlo a mi casa, aquí hay mucha gente mala que querrá dañarlo.
Al menos había 10 adolescentes pasándose una botella mientras reían y decían incoherencias, incluso uno de ellos estaba acostado de medio lado abrazado a un poste, completamente dormido.
Suspiré, poniendo los ojos en blanco ante la imagen que veían mis pobres ojos. Todos estaban borrachos.
Aún no me explicaba el motivo del por qué estaba aquí, simplemente debí de volver a mi casa justo cuando la madre de Zoe me dijo que no se encontraba en casa. Pero ahora, era muy tarde para arrepentirme.
Me acerqué a ellos y me agaché al lado de Zoe para quitarle la botella justo cuando llegó a sus dedos.
Ella elevó su mirada hacia mí. Sus bonitos ojos verdes me veían con desconcierto. La miré por largos segundos, negando con mi cabeza. ¿Por qué una chica tan bonita como ella tenía que emborracharse?
—¡Ya ha sido suficiente! —les hablé a los demás—. Regresen a sus casas o llamaré a la policía.
Todos gruñeron, mientras intentaban ponerse de pie.
—Ya escucharon a la reencarnación del papa Juan Pablo II —dijo uno, mientras se alejaba trastabillando con la arena.
Mordí mi labio inferior para no reírme y tomé la mano de Zoe, obligándola a levantarse.
—¿Qué estassss haciendo, Seth? —me preguntó mientras intentaba seguirme el paso inútilmente. Pues no dejaba de tropezar con sus propios pies.
Envolví mi mano en su cintura y la ayudé a caminar.
—Fui a buscarte a tu casa para terminar el trabajo y tu madre me dijo que estabas aquí —me detuve y la miré fijamente negando con la cabeza—. ¿En serio ésta es tu manera de divertirte?
—Tú no me prestas atención —dijo encogiéndose de hombros.
—¿Qué?
—Eres taaaan apuesto —sonrió acercándose sutilmente—. Y tan inocente, ¿No te has dado cuenta de todo lo que he hecho para llamar tu atención?
Y entonces, ella me besó.