—Y sus hijos, cuando los tenga, lo mirarán con envidia y soñarán cazar uno mayor— dijo Vanora. El joven se río. —Sé que es verdad. Es lo que sentí por la cabeza de ciervo de mi padre la primera vez que la vi. Creo que tenía tres o cuatro años entonces. —¿Y ha esperado todo ese tiempo para venir a Escocia? —preguntó Vanora. —Estaba con el ejército de ocupación en, y cuando el regimiento regresó, no dispuse de tiempo para viajar aquí; pero, ahora, gracias a la invitación del Conde, aquí me encuentro. —Y yo sólo puedo desearle muchos éxitos —replicó Vanora. El joven levantó su copa. —Gracias por eso— dijo—, y permítame decirle que es usted demasiado hermosa para ser escocesa. Vanora se río. Entonces advirtió que el Conde la miraba. Deseó estar sentada a su lado. Tuvo la absurda ide