CAPÍTULO IV Cuando Vanora regresó a casa, Ewen se mostró en cantado de que hubiera sido aceptada en el Castillo. —Ahora es cuando, realmente, podemos echar a andar las cosas— dijo—, en cuanto encuentres la piedra, házmelo saber, y yo arreglaré que alguien te esté esperando en las lindes del bosque para que se la entregues. —¿Cómo piensas que podré llevarla hasta allí?— preguntó Vanora. —Es bastante pesada— admitió su hermano, pensativo—. Sería más sencillo si pudieras ponerla en algo de lo que pudieras tirar. —¡Caramba, Ewen, debiste pensar en eso antes!— protestó Vanora—. ¡Imposible que consiga un carrito de niño y diga que tengo un hijo! Y también es seguro que se sorprendan si ando por ahí con una carretilla. —Tendrás que hacer uso de tu ingenio— dijo su hermano en tono imperativo