Retratos y astas de venados decoraban los muros. Vanora deseó haber leído de nuevo el libro antes de acudir al Castillo. Tenía tan sólo quince años cuando lo hizo. Su padre, que la descubrió con él en las manos, se lo arrebató y lo arrojó al fuego. —No permitiré que aprendas nada acerca de nuestros enemigos— dijo, indignado—, no admitiré, siquiera, que se mencione el nombre de GlenFile aquí, en mi casa. Vanora pensó que exageraba su odio hacia el clan que lo derrotara. Ya era tiempo de que todos lo olvidaran. Pero sabía que nadie estaría de acuerdo con ella y que el violento odio de su padre hacia los GlenFile formaba parte de su vida. —Comunicaré a su señoría que se encuentra usted aquí, señorita Bruce— decía el mayordomo. Salió del salón y cerró la puerta. Vanora, en lugar de t