Christopher
Me quedé mirando la pantalla del teléfono durante unos segundos después de despedirme de Andrea. Su voz aún resonaba en mi mente, y una sonrisa involuntaria se dibujó en mi rostro.
Bajé el teléfono y me dejé caer en el sillón, sintiendo una mezcla de emociones que no había experimentado en mucho tiempo. Justo en ese momento, Josh entró en la habitación, con una taza de café en la mano y una expresión curiosa en su rostro.
—¿Qué te tiene tan contento? —preguntó, alzando una ceja mientras se sentaba en el sillón frente a mí.
Tomé un respiro profundo, aún procesando lo que había sentido durante la conversación con Andrea.
—Es Andrea —dije, mi voz apenas un susurro al principio, pero luego tomé más confianza. —Creo que me gusta. Mucho.
Josh levantó ambas cejas, sorprendido, pero una sonrisa lentamente se extendió por su rostro.
—Bueno, bueno, bueno —dijo, inclinándose hacia adelante con interés. —Esto es interesante.
Sonreí y me pasé una mano por el cabello, intentando ordenar mis pensamientos.
—Lo sé, y eso es lo que me asusta un poco —confesé, mi sonrisa desvaneciéndose ligeramente. —No quiero apresurarme ni arruinar lo que tenemos. Pero no puedo negar que hay algo especial en ella.
Josh me observó en silencio por un momento, luego asintió con determinación.
—Mira, si sientes que hay algo real entre ustedes, tienes que seguir tu corazón. No te guardes esos sentimientos, porque podrías arrepentirte más tarde. Y, sinceramente, creo que es genial que hayas encontrado a alguien que te haga sentir así.
—Hay un problema —dije, suspirando mientras apoyaba la cabeza en el respaldo del sillón. —Nos separan muchos kilómetros.
Josh se encogió de hombros, sin perder su sonrisa optimista.
—Eso tiene solución —respondió con naturalidad. —¿Nunca has oído hablar de los aviones?
Me reí, pero luego mi expresión se volvió seria.
—No sé si estoy listo para una relación —admití, mi voz teñida de duda. —He estado solo por tanto tiempo, y no quiero arruinar las cosas con Andrea.
Josh me miró fijamente, su expresión se volvió seria.
—Christopher, no dejes pasar esta oportunidad. A veces, las cosas buenas requieren un salto de fe. Si realmente sientes algo por Andrea, vale la pena intentarlo. No te castigues antes de dar el primer paso.
Sus palabras resonaron en mí, y supe que tenía razón. La conexión con Andrea era algo especial, y no quería dejarla escapar por miedo o inseguridad.
—Tienes razón —dije finalmente, tomando una decisión. —Voy a seguir esto, sin importar la distancia. Andrea vale la pena.
—¿Sabes dónde vive? —preguntó Josh, sus cejas arqueadas en un gesto de curiosidad.
—No exactamente —admití, sintiendo una leve punzada de frustración. —Pero sé que estará libre en una semana. Podría enviarle un pasaje para que venga aquí.
Josh asintió lentamente, considerando mi propuesta.
—Es una buena idea. Pero también podrías ir tú a verla. Sería un gesto más... significativo, ¿no crees?
Me quedé en silencio, pensando en sus palabras. La idea de viajar hasta donde Andrea vivía, sorprenderla en persona, tenía un atractivo innegable. Pero también implicaba un riesgo, y no estaba seguro de cómo ella lo tomaría.
—Podría ser... —dije finalmente, pesando las opciones en mi mente. —Pero no quiero asustarla. Quiero que se sienta cómoda, que sepa que no estoy tratando de presionarla.
Josh se levantó del sillón y se acercó a mí, colocando una mano firme en mi hombro.
—Christopher, a veces, los gestos grandes son los que realmente muestran cuánto te importa alguien. Si haces esto de manera considerada, sin invadir su espacio, puede que le demuestres cuánto significa para ti.
Asentí, dejando que sus palabras calaran hondo. Sabía que tenía razón. Andrea merecía un gesto significativo, algo que demostrara que estaba dispuesto a hacer un esfuerzo real por nosotros.
—Está bien, lo haré —dije con determinación. —Voy a ir a verla.
—Ve de sorpresa, le escribiré a Ana y lo arreglaremos, y como soy tan buen amigo, iré contigo... —dijo Josh sacando su móvil del bolsillo.
—Tú solo quieres ir a ver a Ana... —le dije con falso sarcasmo en mi voz, no importaba la razón, si él me acompañaba sería mejor.
Josh rió y me dio un golpecito en el hombro.
—No lo voy a negar, Ana es una gran parte del plan. Pero también quiero asegurarme de que todo salga bien para ti y Andrea.
Asentí, sintiéndome más tranquilo con su apoyo.
—Gracias, Josh. De verdad.
—No hay de qué, amigo. —respondió con una sonrisa mientras comenzaba a teclear en su móvil. —Voy a coordinar todo con Ana, ella nos ayudará a planear la sorpresa.
Mientras Josh se ocupaba de los detalles, mi mente voló hacia Andrea. Me imaginé la expresión en su rostro cuando me viera aparecer. Sentía una mezcla de nerviosismo y emoción. ¿Sería bien recibido? ¿Le parecería una buena idea?
Josh levantó la vista de su móvil y me dio una señal de aprobación.
—Ana dice que está de acuerdo. No le dirá nada a Andrea. Todo listo para que podamos irnos la semana que viene.
Respiré hondo, sintiendo cómo los nervios se transformaban en una excitante anticipación. Había mucho por hacer, pero con el apoyo de Josh y la ayuda de Ana, tenía confianza en que todo saldría bien.
—Entonces, es un hecho —dije, sonriendo. —Nos vamos en una semana.
***
Me encontré en una habitación oscura, la tenue luz de una lámpara de pie era lo único que iluminaba el espacio. Las sombras danzaban en las paredes, creando un ambiente íntimo. Podía sentir la anticipación y el deseo mezclarse en mi pecho, creando una sensación embriagadora que me hacía avanzar.
—Estoy feliz de que hayas venido —susurró Andrea, su voz suave y cálida como un susurro de viento. Se acercó a mí lentamente, sus ojos reflejando la luz de la lámpara con un brillo que me dejó sin aliento.
Sus manos descansaron en mi pecho, el contacto envió una descarga eléctrica a través de mi cuerpo. Comenzó a deslizar sus manos hacia arriba, el toque ligero pero firme, hasta que sus dedos se entrelazaron en la parte posterior de mi cuello. El calor de su piel contra la mía era reconfortante, una conexión que iba más allá de lo físico.
—Y yo estoy feliz de estar aquí —le respondí, mi voz baja y cargada de emoción.
La atraje hacia mí, sintiendo la suavidad de su cuerpo contra el mío, y pasé mi nariz por la curvatura de su cuello. Su aroma, una mezcla de algo dulce y floral, me envolvía, haciéndome sentir aún más embriagado por su presencia.
La abracé por la cintura, mis manos recorriendo la curva de su espalda. Podía sentir su respiración acelerarse, sincronizándose con la mía.
Cada movimiento, cada caricia, era una promesa silenciosa de lo que estaba por venir. Mis dedos se deslizaron por la tela de su vestido, sintiendo cada contorno, cada línea que marcaba su figura.
—He pensado tanto en este momento —murmuró Andrea, su voz temblando ligeramente. Sus palabras resonaron en mi mente, haciendo eco de mis propios pensamientos y deseos.
—Yo también —respondí, levantando la cabeza para mirarla a los ojos.
La intensidad de su mirada me cautivó, y en ese momento, supe que haría cualquier cosa por ella.
Mis labios rozaron los suyos, un beso suave y lleno de promesas. La sentí temblar ligeramente, pero no de miedo, sino de la misma anticipación que yo sentía.
Mis manos se movieron con más confianza, recorriendo su espalda, sus hombros, sintiendo cada músculo, cada reacción. La estreché más fuerte contra mí, como si temiera que este momento pudiera desvanecerse en cualquier instante.
—Christopher... —susurró ella, su voz apenas audible entre besos.
—Andrea... —respondí, mi voz ronca de deseo y emoción.
El ambiente se llenó de una electricidad palpable, como si todo el universo se hubiera reducido a este instante, a esta habitación. Cada segundo convirtiéndose en una eternidad de placer y conexión.
La tensión entre nosotros aumentaba con cada segundo, cada pequeño movimiento un juego de seducción y deseo contenido. Podía sentir su aliento cálido mezclándose con el mío, un recordatorio constante de lo cerca que estábamos, pero también de la distancia que aún nos separaba.
Andrea sonrió, sus ojos reflejando la misma mezcla de anticipación y diversión que sentía yo. Sus dedos se deslizaron por mi cuello, acariciando mi piel con una suavidad que me hacía temblar.
La atraje más cerca, sintiendo la curva de su cuerpo ajustarse perfectamente contra el mío. Mi corazón latía con fuerza, cada latido resonando como un tambor en mis oídos.
—¿Estás jugando conmigo? —murmuré, mi voz baja y cargada de deseo.
—Tal vez... —respondió ella, su voz apenas un susurro, pero llena de promesas. Sus labios rozaron los míos, una caricia tan ligera que casi parecía un sueño.
Cada segundo se alargaba, cada momento se volvía eterno. El deseo ardía en mí, una llama que crecía con cada roce, con cada mirada. Quería más, necesitaba más, pero también disfrutaba de este juego, de esta danza entre el deseo y la paciencia.
—Andrea... —susurré, mi voz temblando ligeramente.
Ella no respondió con palabras. En lugar de eso, se acercó aún más, sus labios apenas rozando los míos, un contacto tan ligero que era casi doloroso. La atraje hacia mí con más fuerza, sintiendo su risa suave vibrar contra mi pecho. El juego continuaba, pero sabía que ambos estábamos al borde, listos para dejar de jugar y entregarnos por completo a ese beso tan esperado.
Finalmente, la distancia se desvaneció.
De repente, la habitación comenzó a desvanecerse, las sombras se disiparon y la luz de la lámpara se apagó.
Abrí los ojos, despertando bruscamente en mi cama. La realidad se hizo presente de golpe, pero el sueño había dejado una marca en mi corazón.