Andrea
—¿Cómo estuvo tu cita? —le pregunté a Ana en la sala de profesores durante un puente entre horarios.
El ambiente en la sala estaba tranquilo, con la luz del sol filtrándose suavemente a través de las ventanas, creando un espacio acogedor pero ligeramente opresivo debido al silencio expectante.
Ana, absorta en su libreta de clases, levantó la vista solo lo suficiente para mirarme brevemente.
—Estuvo interesante... —respondió, su tono era neutral, casi indiferente, mientras seguía escribiendo algo en la libreta.
—¿Solo eso para decirme? —le pregunté levantando una ceja, intrigada.
Siempre me contaba cada detalle jugoso de sus citas, desde las conversaciones hasta los momentos más íntimos. Su silencio me tenía desconcertada. O la cita había sido espectacular o... un completo desastre.
Ana dejó de escribir, pero no levantó la mirada de inmediato. Parecía estar debatiendo internamente sobre cuánto debía compartir.
—Sí, ya sabes, cenamos... charlamos... y eso —respondió finalmente, con un aire de indiferencia que no le era propio.
—¿Nada de lo otro? —insistí, inclinándome sobre la mesa en la que estábamos. Mi curiosidad crecía con cada palabra que no decía.
Finalmente, Ana levantó la mirada y me clavó sus ojos. Una sonrisa pícara se dibujó en su rostro, iluminando sus ojos con un brillo malicioso.
—¿Quieres decir sexo? —preguntó, sonriendo de lado.
—¡Ana! —exclamé, mirando a todos lados. Éramos las únicas en la sala de profesores, pero nunca se sabía quién podría estar escuchando. —Sí, hablo de eso, pero baja el volumen...
Ella soltó una pequeña risa y se inclinó hacia adelante, como compartiendo un secreto.
—¿Hace cuánto no tienes se...? —Se detuvo, viendo mi expresión de desaprobación, y se aclaró la garganta. —¿Acción?
Sentí que mis mejillas se ruborizaban ligeramente.
—Eso no importa ahora. ¿Qué pasó en la cita que no llegaron a... eso?
Ana suspiró y se recostó en la silla, su mirada se volvió introspectiva.
—Simplemente no se dio —dijo, su tono más suave. —Pero tendremos otra cita en unos días.
El sonido de un mensaje interrumpió nuestra charla. Miré mi móvil, leyendo la notificación que acababa de llegar. Tragué saliva al ver el nombre de Christopher en la pantalla.
—Contesta, —dijo ella sonriendo con una comprensión silenciosa. —Cuando realmente pase algo interesante en mi vida amorosa, te lo diré.
Deslicé mi dedo por la pantalla para abrir el mensaje de Christopher. La notificación había llenado mi corazón de anticipación y nerviosismo a partes iguales.
Christopher: “Hola, ¿cómo estás? ¿Cómo ha ido tu día?”
Sonreí ante su sencillez. A veces, esos pequeños mensajes cotidianos eran los que más significaban.
Andrea: “Hola! Ha sido un día normal, nada fuera de lo común. ¿Y el tuyo?”
Mientras esperaba su respuesta, noté a Ana mirándome con curiosidad, una sonrisa burlona asomando en sus labios.
Christopher: “Igual, bastante tranquilo. Estoy pensando en salir a correr un rato. ¿Tú haces algo para despejarte después del trabajo?”
Andrea: “Sí, suelo salir a correr por el parque cerca de casa. Me ayuda a relajarme y a despejar la mente.”
Christopher: “Genial. A veces también voy a correr al parque. Es un buen lugar para pensar y dejar volar la imaginación.”
Ana se inclinó sobre la mesa, tratando de echar un vistazo a mi pantalla. Le lancé una mirada de advertencia y ella se rió.
Christopher: “¿Algún plan para esta noche?”
Andrea: “Nada en especial. Creo que Tomy y yo veremos una película. Está obsesionado con las de superhéroes últimamente.”
Christopher: “¡Qué bien! ¿Tiene algún favorito?”
Andrea: “Le encanta Spiderman. Aunque cambia de favorito cada dos semanas.”
Christopher: “Eso suena divertido. Mi sobrino está en una fase de dinosaurios ahora. Todo en su vida gira en torno a ellos.”
Reí imaginando al pequeño rodeado de juguetes de dinosaurios.
Andrea: “Los niños son geniales. Siempre encuentran algo nuevo que los apasione.”
Christopher: “Sí, es increíble ver cómo se emocionan con las cosas. Me alegra saber que tienes a Tomy."
Andrea: “Lo es. A veces es un pequeño cavernícola adolescente, pero no lo cambiaría por nada del mundo.”
Christopher: “Jaja, entiendo. Mi hermana dice lo mismo de sus hijos. Aunque los adora, siempre hay momentos de caos.”
Sentí una calidez en el corazón al leer sus palabras. La facilidad con la que hablábamos de nuestras vidas me hacía sentir más conectada a él.
Andrea: “Sí, es un caos constante, pero es nuestro caos. ¿Tienes planes para este fin de semana?”
Christopher: “Nada concreto. Tal vez trabaje un poco en nueva música. ¿Y tú?”
Andrea: “Creo que iremos a visitar a mis padres. Siempre es bueno pasar tiempo con ellos.”
Christopher: “Eso suena bien. Espero que tengan un buen tiempo juntos.”
Andrea: “Gracias. Y espero que encuentres inspiración para tus canciones. Me encantaría escuchar lo que estás creando.”
Christopher: “Seguro que sí. Y tal vez, algún día, pueda tocar una de esas canciones para ti en persona.”
La intensidad de sus palabras me hizo sonreír aún más. Había algo en la forma en que escribía que me hacía sentir especial.
Andrea: “Me encantaría eso. Será un día para recordar.”
Christopher: “Definitivamente. Bueno, te dejo para que disfrutes de tu tarde. Hablamos pronto.”
Andrea: “Claro, disfruta tu carrera. Hablamos pronto.”
Guardé el móvil y miré a Ana, que me observaba con una mezcla de curiosidad y diversión.
—¿Qué? —le pregunté, sintiéndome un poco cohibida.
—Nada, solo que me alegra verte tan feliz —dijo ella, levantándose de la mesa con su libreta en mano. —Te lo mereces, Andrea.
El timbre sonó, pero algo en las palabras de Ana se quedaron marcadas en mi mente. Sí, estaba mucho más feliz, y sin dudas él tenía algo que ver en eso.
Rápidamente saqué mi móvil de la cartera y me tomé una foto. Antes de arrepentirme, se la envié a Christopher.
"Entrando a clases," escribí, acompañando la imagen con una sonrisa nerviosa.
La respuesta llegó casi al instante, haciendo que mi corazón saltara en el pecho.
"Eres hermosa," respondió él. Sus palabras me llenaron de una calidez inesperada, como si un rayo de sol atravesara mi pecho.
Poco después, envió una foto suya frente a un espejo, vestido de deportivo, su cabello atado en un moño alto.
Christopher: "Pronto para entrenar."
Sonreí al ver la imagen, admirando su figura atlética y su expresión determinada. Era imposible no sentirse atraída por él, tanto física como emocionalmente. Le respondí rápidamente antes de organizar mis cosas para la siguiente clase.
Andrea: "Mucha suerte en tu entrenamiento. ¡Nos hablamos luego!"
Guardé el móvil en la cartera justo cuando los primeros colegas comenzaron a entrar. La sala de profesores se llenó de conversaciones y el sonido de carpetas abriéndose y cerrándose. Sentí una especie de burbuja a mi alrededor, una que Christopher había creado con sus palabras y su presencia virtual.
Ana se acercó a mí con una mirada inquisitiva.
—¿Y? —preguntó, notando mi sonrisa.
—Nada, solo que... Christopher me acaba de enviar una foto suya preparándose para entrenar —dije, sintiendo el calor en mis mejillas.
Ana levantó una ceja, una sonrisa traviesa en sus labios.
—Oh, ¿y te gusta lo que ves?
—Sí, mucho —admití, bajando la voz.
Ana asintió, su expresión más seria ahora.
—Tienes que seguir tu corazón, Andrea.
Entré a la clase, mi mente volvía una y otra vez a Christopher. Sus mensajes, su voz, su sonrisa... todo parecía formar parte de un nuevo capítulo en mi vida, uno que no había anticipado pero que estaba ansiosa por explorar.
Durante la clase, me preguntaron varias veces cuándo se conectaría Christopher otra vez. Al parecer, muchos de los estudiantes habían escuchado su nueva canción y estaban ansiosos por saber más sobre la chica misteriosa que había inspirado su canción.
Me encontré sonriendo, intentando no dejar ver demasiado de mis propios sentimientos.
—Profesora, ¿puede decirle a Christopher que se conecte con nosotros otra vez? —preguntó una de las chicas del fondo, sus ojos brillando de entusiasmo.
—Sí, por favor. ¡Queremos saber más sobre esa chica misteriosa! —agregó otro estudiante, haciendo que varios asintieran en acuerdo.
Intenté mantener la compostura, aunque el calor subía a mis mejillas.
—Bueno, no sé cuándo se conectará de nuevo, pero puedo decirle que sus fans aquí están interesados —respondí con una sonrisa, intentando mantener el tono profesional.
Al final de la lección, mientras los estudiantes se marchaban, saqué el móvil y escribí un mensaje rápido a Christopher.
Andrea: "Mis estudiantes quieren saber cuándo te conectarás en vivo otra vez. ¡Tu canción ha sido un éxito aquí!"
No pasó mucho tiempo antes de que llegara su respuesta.
Christopher: "¡Qué genial! Me alegra que les haya gustado. Tal vez podamos organizar otra actividad con videollamada."
Era increíble cómo alguien podía estar tan lejos físicamente, pero sentirse tan cerca emocionalmente. Guardé el móvil y me dirigí a la siguiente clase, pero mi corazón estaba ligero, lleno de una esperanza renovada.
Recibí otra foto de Christopher, esta vez mostrándose mientras entrenaba. La imagen capturaba su figura sin camiseta, los músculos marcados y definidos, como si estuviera corriendo.
La perspectiva desde arriba revelaba todo su cuerpo, resaltando su dedicación al ejercicio y su físico atlético.
Observé la imagen con admiración, notando cada detalle de su forma y su energía dinámica. Sus cabellos revueltos por el viento, la expresión concentrada en su rostro, la determinación visible en cada línea de su cuerpo. Era evidente que se esforzaba al máximo en su rutina de entrenamiento, y eso me impresionaba.
"No dejo de pensar en ti", rezaba el mensaje, las palabras cobrando vida en la pantalla y enviando un escalofrío por mi columna.
Sentí como si me estuviera susurrando al oído, su voz resonando en mi mente con una intensidad que me dejó sin aliento. Mordí mi labio inferior para contener una sonrisa, pero no pude evitar que mis mejillas se encendieran con un rubor.
"Intenta mantenerte enfocado en la carrera... no querrás caerte ?", escribí en respuesta, tratando de aligerar la tensión que se formaba entre nosotros.
Su siguiente mensaje llegó poco después, sacándome una risa.
Christopher: "Pensé que era foto por foto ?..."
Me reí por ese mensaje, admirando su sentido del humor. Decidí seguir su juego y tomé una foto desde una perspectiva similar, con una sonrisa tonta en mis labios y mis libros en la otra mano.
"También estoy pensando en ti", escribí, enviando el mensaje con un ligero rubor en mis mejillas, consciente de lo que estaba pasando.